Hutbas

En Presencia.

Este preámbulo va dirigido a las personas que tienen dificultad para aceptar vocablos como Religión, Dios, Espíritu o términos semejantes, de manera que comprendan que algunos vocablos son utilizados para facilitar el dialogo, pero no implican una tendencia cualquiera. Nos importa el contenido, no tanto el continente que pretende expresarlo cuando hay dificultad para acertar a gusto de todos, así pues aquí diremos lo mismo que en otras charlas, pero con un vocabulario más “universal”.

No hay evolución sin libertad, ni libertad sin conocimiento de la propia identidad. Cualquier supuesto que no se ciña a esta regla es mentira.

Los periodos que marcan nuestra evolución, que debiera de ser integral, no son tan sólo el producto de nuestro esfuerzo y de nuestra constancia, sino de la intervención de la ley Causa-Efecto, Antecedente-Consecuente, que opera en el Dinamismo de La Creación y de nuestra habilidad en el manejo de esta ley.

Pero sin nuestro esfuerzo y constancia tampoco se haría posible la evolución humana, pues como se nos dice: “No contará para el ser humano sino aquello por lo que se esfuerza”.

Suponiendo que contáramos con libertad y Conocimiento reales, el éxito en el desarrollo de las fases de nuestra evolución depende de tres factores:

Evolución. A partir de la intervención Causal de las leyes inmutables de La Creación.

Libertad. Es la habilidad que desarrollamos para “movernos” en el manejo de esas inmutables Leyes Causa-Efecto.

Conocimiento. Es nuestra habilidad para delimitar la validez de los conceptos que hayamos podido crear como consecuentes de esta ley, conceptos necesarios, no permanentemente válidos, en el proceso del desarrollo.

Estos conceptos son creados por nosotros después de analizar los efectos que producen las múltiples causas que, a su vez, son efectos derivados de La Causa Primigenia, es decir; cada Causa produce uno o varios efectos y cada uno de ellos es, a su vez, causa de otros tantos.

Cada efecto da origen a otros conceptos que, como un análisis, hacemos según nuestra conveniencia como sujetos sociales para adaptarnos al grupo, estando sometidos al tiempo y al entorno en el que vivimos.

Un concepto válido en nuestro presente no lo fue en la Grecia Clásica, ni lo será en el futuro. Un concepto válido para nosotros en este presente no lo es para otras culturas en este momento. Mis viajes por África, por los mares del Caribe o por las selvas Amazónicas dan constancia de esto.

Por lo tanto, ni el proceso analítico ni los conceptos derivados de nuestro estudio, aunque sean útiles en la convivencia, tienen por qué ser ciertos, sino que están sujetos a diversas circunstancias de conveniencia social sobre las que, en su mayoría, no tenemos intervención al sernos impuestos.

Entenderemos que todo cuanto percibimos según nuestra relativa  capacidad de observación, también es relativo y que no hay una verdad absoluta o un concepto permanentemente válido, por el simple hecho de que nuestra capacidad de percibir y de analizar lo percibido, son capacidades absolutamente limitadas y circunscritas al entorno también impuesto y limitado.

Hemos de considerar esto dicho para entender que son el entorno y nuestra percepción de ello los creadores del personaje especular (imagen ante el espejo) que definimos como “ese soy yo”, el ego.

Todo, por lo tanto, es una múltiple consecuencia del dinamismo creacional, antecedente-consecuente, productor de realidades subjetivas para el observador.

¡Todo es relativo! al ser interpretado por un observador de capacidades condicionadas. Un observador carente de verdadera libertad y, por lo tanto, de Conocimiento verdadero, sujeto a un Sistema restrictivo y de coacción educativa, más dedicado a impulsar la memoria de lo conveniente que a estimular el libre pensamiento evolutivo.

Lo que consideramos “yo” no es más que un personaje también creado a tenor de las múltiples limitaciones del propio personaje que es autor de sí mismo.

El ser humano se construye como un personaje que representa un papel en la escena social, influido por el entorno espacio-temporal y por él mismo en su necesidad de identidad, sujeto a los conceptos y limitaciones impuestas por la colectividad dominada por dirigentes no siempre nobles.

Entonces cabe preguntarse, ¿No me compone Sustancia alguna? ¿Soy pura apariencia? ¿No hay un YO verdadero? ¿No hay un SER en mí?… La respuesta es SÍ, ¡lo hay!

Así como hay un consecuente también hay un Antecedente, así como hay un efecto hay una Causa.

Dicho de otra manera; así como hay una múltiple creación hay una Causa Creadora.

Es una de las inmutables leyes universales sujeta a su antecedente; “La Energía Primigenia (Causa) no se crea ni se destruye, tan sólo se transforma (Efectos)”.

Luego entonces; toda la materia en cuanto a forma, que no en cuanto a esencia, es un efecto aparente e inconsistente emanado de La Gran Causa, por lo que todas las creaciones materiales son Sus efectos sujetos a interpretación del observador.

Los seres humanos en su estructura material, como realidad aparente, son creadores de los personajes que representan cuando hacen un uso limitado y confuso de su dotación Mental, sin la formación correcta y sin los elementos “CIERTOS”.

Pero con la información adecuada también se pueden descubrir como La Persona real que son, pues participan de la Sustancia Causal Primigenia, atemporal y adimensional que los posibilita, es decir: La Realidad en Sí.

La Sustancia que hace que todo sea posible es lo que podríamos entender (por referirnos se alguna manera) como La Mente Universal de la que nos habla el ancestral Principio Hermético del Mentalismo.

En la actualidad esta teoría está siendo manejada por algunos destacados miembros de la Comunidad Científica.

Una onda de energía se transforma en partícula de materia sin más intervención que la presencia pasiva de un observador. Ver también los experimentos de la “doble rejilla” y del Dr. Masaru Emoto con el agua.

El ser humano, dotado de Conciencia Intelectiva, puede “despertar del sueño” en el que representa a “un personaje” con el que se identifica en el “yo” primario que es su imagen frente al espejo.

Este es el personaje que, inconscientemente, se ve impelido a interpretar según el convencionalismo socio-educativo que aceptó como base de su personalidad y características, primer fundamento del fraude y de la esclavitud al Sistema. Un sistema autodestructivo, insensato, capaz de devastar su hábitat explotándolo más allá de todo raciocinio.

Pero al estar dotado de Conciencia Intelectiva, puede llegar a conocer a la persona que realmente “ES”, según su naturaleza intrínseca y, conociéndose, vivir en armonía con el planeta, después de un proceso de entrenamiento y “descontaminación” mental. En ruta hacia la liberación de los convencionalismos impuestos.

Esto no supone que deje de ser un miembro válido en su entorno social, sino que lo será mucho mejor, con respeto hacia todo, con criterio propio según su verdadera naturaleza y libre elección.

Para alcanzar a conocer la diferencia entre el personaje autodestructivo y la persona evolucionada en el respeto por la vida, es necesario aprender a desvelar y controlar al “personaje” que suponemos ser y reconocer su valor relativo, puramente utilitario, con el fin de que no se sobreponga a la Persona Real que sí somos.

Este es el propósito de las antiguas escuelas de la Gran Sabiduría discretamente ocultas que, por prudencia y respeto, no son accesibles a todas las personas de manera indiscriminada.

La personalidad del yo frente al espejo, es una mera ficción creada en base a múltiples conceptos útiles en la convivencia social, pero de contenido NO necesariamente verdadero y en ocasiones peligroso, porque puede inducirnos a la aniquilación, así como al juicio temerario y precipitado, contra el sí mismo en primer lugar o contra otros, los que son “diferentes”.

Los conceptos interactúan con las emociones, indican a la persona cómo ha de  comportarse convenientemente, cómo ha de vestirse, a quién y cómo ha de amar, etc., es decir; etiquetan supuestas verdades y mentiras y condicionan la creación de un personaje conveniente, UN EGO, no siempre acorde con la naturaleza y no necesariamente verdadero, pero útil y rentable para el Virus Sistema devorador de gentes.

Esto sucede en detrimento del SER que se guarda en el interior del individuo Real y del que, la inmensa mayoría de las personas, sólo perciben ligeros toques incómodos de alerta, de insatisfacción, de intuir que las cosas no son como debieran de ser…

Y… ¿quién o cómo es Esa Persona Real?

No es una pregunta simple que requiera una respuesta simple, pero tampoco podemos decir que no sea posible responderla.

Las grandes tradiciones de Sabiduría, discretamente veladas durante milenios, han dado una sola respuesta, en diferentes contextos espacio-temporales y en diferentes idiomas y culturas, pero la respuesta siempre fue la misma. La primera vez fue a través de la Tradición Hermética.

El primero de los maestros conocidos fue Hermes Trismegisto que promulgó los siete fundamentos de la Gran Sabiduría.

El primero es el Principio de Mentalismo al que antes hicimos alusión, que dice; El Universo es Una Mente, todo es Mente.

(Repasar los experimentos científicos a los que aludí anteriormente)

Nos cabe preguntarnos por la siguiente deducción; “Si el Universo es Mental, si Todo es Mente, si La Causa de todas las causas es La  Mente Universal, entonces… ¿Quién o qué Soy Yo?

Esta es una cuestión para ser razonada, quizás no por todas las personas, pero la respuesta contiene El Secreto de los secretos o la clave de toda existencia.

Aquellas personas que se han iniciado en La Ruta del Gran Descubrimiento ya saben que las respuestas son realmente posibles, pero no sin el esfuerzo de comprometerse.

Quien pueda ver que mire, quien pueda oír que escuche y quien pueda comprender que sea discreto y pregunte.

Hemos de recordar que no importa la cantidad de líquido que contenga “el recipiente”, lo que importa es que el recipiente esté lleno según su tamaño y el propósito de su existencia.

¿Por qué hemos sido creados?, -para conocer. ¿Qué hemos de conocer?, -La Fuente auto-subsistente y creadora de la que todo procede. ¿En qué medida hemos de conocer-La?

Esta medida, decretada para cada uno, depende de nuestro esfuerzo y de la determinación de la propia Fuente.

                                                                                      S. Saíd

                            

TRES PERIODOS PARA EL ASPIRANTE SEGÚN EL LEGADO DEL SUFISMO.

En Presencia

PRÁCTICA DE LAS NORMAS.

CONSTANCIA EN EL CAMINO.

EJERCITAR LA VISIÓN PROFUNDA.

El Sufismo o Tassawuf es la perla oculta que viaja desde el Secreto desvelado hacia el corazón del ser humano. Ser Sufi no es algo que se elige, ¡se es elegido!, pues es una llamada de amor y conocimiento que se apodera de lo más íntimo del alma.

Así pues, atended a “la llamada” si la habéis recibido y no esperéis cosas exóticas y complicadas, pues en el ejercicio del desvelamiento que se oculta en la sencillez ya encontraréis suficiente dificultad.

Antes de iniciarte en este Sendero entiende que; “Son muchos los cauces, pero sólo es Uno El Manantial de donde todos proceden”.                                                         

PRÁCTICA DE LAS NORMAS

Hay tres periodos “básicos” para todos los aspirantes, aunque cada persona experimente estados diferentes y su evolución se subdivida en varios periodos, que estarán compartimentados en los tres fundamentos iniciales. 

Al ser iniciado en el Tassawuf o Sufismo, debe el murid de ejercitarse en el dominio de su ego. El dominio sobre el ego se logra, básicamente, cumpliendo con fidelidad y constancia los ejercicios de la Tradición y reflexionando sobre la inconsistencia de los conceptos aprendidos en cada época y diferente lugar. Será labor del guía aconsejar al aspirante para que no caiga en la exageración del fanatismo y la mala interpretación de las normas fuera de su contexto espacio temporal.

CONSTANCIA EN EL CAMINO

Cuando el murid o aspirante comienza su iniciación en el Tassawuf ha de estudiar a los grandes maestros de la muy Antigua y Noble Tradición Sufi, pues estudiando a los Sabios del gnosticismo reconocerá las estaciones espirituales del camino o Tárika.

Ya comentamos que Tárika es un antiguo y Noble Sendero que nunca estuvo cerrado. Es el Sendero que desvela los ojos, pues en su recorrido irán cayendo los velos que dificultan la visión de Aquello se oculta detrás del Dunia (mundo de las apariencias). Verás que la experiencia adquirida en la anterior y esforzada etapa te resulta ahora sumamente provechosa.

Al principio de su andadura te parecerá un laberinto, pero a medida que lo transites comprenderás que no lo es. En su recorrido encontrarás las semillas del Conocimiento, pero no el Conocimiento mismo, que se te desvelará más allá de cualquier Camino y de cualquier forma.

Lo iniciarás andando, como un peregrino del espíritu y lo acabarás cuando puedas “volar” sobre cualquier mar, sobre cualquier valle, sobre cualquier cordillera, sobre todo…

Cuida que tu precipitación no te agote o confunda, pues a causa de ello no todos entran por la tercera Puerta que conduce a los floridos jardines de la bienaventuranza.

EJERCITAR LA VISIÓN PROFUNDA (Para descubrir la Verdad Esencial).

Las Puertas de la “Verdad Esencial” se abrirán progresivamente para el murid (aspirante) cuando haya cumplido con las primeras normas y camine por el Sendero o Tárika de la segunda.

El tercer periodo es, alegóricamente, como una Puerta (Haqiqa) que sólo está cerrada ante los ojos de la ignorancia. Escuetamente la cubre un fino velo tras el que Se oculta la Realidad Última y Esencial.

No se encuentra en estas páginas ni fuera de ellas y, en cambio, también está aquí y allí, en ti y en mí, pues en todo Se oculta y en todo Se Revela, en los vértices del firmamento o en el cáliz de una flor.

No todas las personas desvelan este misterio, pero Él es La Puerta de todas las maravillas. Cualquier otra cosa que dijera sobre Esto podría confundirte. Tu trabajo consiste en descubrirlo por ti mismo con ayuda de tu Guía y del Dios que hay en ti.

EN LOS INICIOS SE RECOMIENDAN ESTOS EJERCICIOS

1) El estudio de los grandes Maestros de las Tradiciones

2) La constancia en la práctica de los ejercicios con el conocimiento de su significado.

3) El consejo del Guía o Sheyh o….

4) La búsqueda de la Sabiduría según cada posibilidad.

5) Las diferentes formas de recuerdo de “Dios” según los estados de cada aspirante.

6) La vida sencilla y la renuncia a lo excesivo y lo superfluo cuando no es necesario

La constancia en la práctica de estas disciplinas ayuda a desvelar los ojos de los aspirantes más comprometidos para que puedan ver la Realidad oculta detrás de todas las apariencias.

Con este propósito el Maestro enseña que el mejor ejercicio de dzikr o recuerdo de La Gran Causa Original, es la contemplación de Su Creación y el estudio profundo de obras inspiradas, sin quitarle valor a cualquier otra forma de hacer dzikr (recuerdo), que inspire los corazones según los estados espirituales de cada uno, pero sin exagerar en esta práctica que ha de ser modificada en la medida en la que el aspirante (murid) avanza.

SE NOS DICE:

En Presencia

“Si habláis mucho con “Dios” y le dedicáis muchas oraciones y bellos poemas esto es bueno. Pero también es cierto que si habláis mucho sin consciencia de lo que decís os complaceréis en escucharos, cerrareis los oídos del espíritu y la oración del amante se transformará en rutina vacía. Si esto sucede puede ser que en algunas ocasiones os invada el aburrimiento y no dejéis que la presencia Creadora entre en vuestro corazón. Si estáis muy ocupados con el ruido de vuestras palabras y pensamientos ¿cómo escucharéis la voz del Espíritu?

Las buenas palabras y las buenas obras son necesarias para el progreso del espíritu, pero es la consciencia Creadora la que nos acerca a Su Presencia y esta consciencia también se nos da al escuchar Su inspiración en el silencio.

Haced vuestros ejercicios prescritos y después retiraros al silencio para que en vuestro corazón se mantenga la Paz de aquél que “sabe”….

Pedid si creéis que tenéis que hacerlo, pero recordad que Él sabe más y conoce lo que necesitáis mejor que vosotros mismos.

Decid-Le una palabra con el corazón inflamado de amor y guardad silencio para saborear la dulzura de Su Presencia. Esto es más valioso que mil voces repitiendo una fórmula “oxidada” durante horas pero sin consciencia”.

El Sheyh nunca responde a preguntas que no se le hacen, pues considera que si la pregunta no es oportuna en el tiempo adecuado, no debe de dar la respuesta que, en realidad, no le han pedido.

El murid pregunta lo que piensa que está preparado para comprender pero, siguiendo la enseñanza de la Tradición, el Guía debe de valorar la oportunidad y sinceridad de la pregunta, así como la preparación del murid.

Siguiendo los pasos de la tradición creemos que en todas las religiones hay un algo de verdad que mueve el corazón de cada creyente, por esta razón respetamos a todas las formas religiosas, pues la fraternal  tolerancia y paciencia son cualidades de las que todos estamos necesitados.

En cuanto a la participación social en cuestiones políticas el Sheyh cree firmemente que en el mundo hay muchas personas preparadas para ocuparse de estas cuestiones y menos personas para ocuparse de llevar la paz y la misericordia a los corazones.

Por esto dice que; “Necesitamos a los eruditos, pues aunque no sepan hacer miel nos hablan muy bien sobre ella. Pero es mejor ser abeja, pues aunque las abejas no hablan, son ellas las que saben hacer miel”.

Por esta razón ha escogido colaborar con la paz del mundo siendo crítico consigo mismo y dedicando su vida a la cordialidad y al diálogo antes que a discutir, pues el gran esfuerzo es con el propio ego.

Ha rechazado toda forma de fanatismo, de polémica o de enfrentamiento y ha preferido la tolerancia en todas las cosas. Pues quien ama la crítica, la polémica, las malas palabras, las agresiones en cualquiera de sus formas, no puede ser buen discípulo de nada, ya que no hay pureza en su corazón.

Sólo el amor, la tolerancia, la sabiduría, la sencillez, la prudencia y la observación de la enseñanza, pueden cambiar el mundo mejor que los extremismos, las disputas, las críticas, la difamación o la violencia en cualquiera de sus formas, ya sea con palabras o con acciones. 

Considera que para cada persona hay un tiempo diferente y que no es el ser humano quien abre los corazones de las personas, sino “Dios”, que es El Paciente y quien abre los corazones cuando quieren ser abiertos.

SOBRE EL DZIKR O RECUERDO DEL ORÍGEN

En Presencia

Según nos enseñan todas las Tradiciones El Creador se sirve de Su creación como un mensaje para que la consciencia del ser humano Le descubra. Así pues, La Creación es el mejor de los instrumentos mediante el que desvela ante las personas Su Unicidad que muestra en la diversidad de las múltiples criaturas, despertando en cada persona el deseo de acercamiento a Su Presencia.

Esto nos legó la antigua Tradición Hermética; “Todo es Uno y Uno es Todo” Así pues considera lo múltiple en la Única Realidad.

No todas las formas de recuerdo (dzikr) son adecuadas para todos los discípulos, ni apropiadas en todos los momentos. Las formas del dzikr  han de practicarse según los diferentes estados espirituales.

Hay formas de recuerdo que se han de practicar en grupo y en momentos de convivencia, y otras son para practicar en soledad. No todos los alumnos son iguales, por lo tanto cada estado espiritual de cada murid necesita de una guía apropiada para él y tiene una forma de dzikr diferente en su intimidad.

Los poemas de amor y alabanza escritos por inspirados poetas del espíritu son buenos instrumentos para el recuerdo, pero el mejor dzikr es el Universo creado.

Ciertas formas de recuerdo serán insuficientes para un aspirante (murid), en cambio para otro serán ajustadas a su estado espiritual. Por esta razón cada murid debe de encontrar entre ellas, con el consejo de su la Guía las formas de dzikr que, en cada momento de su evolución espiritual, traigan mejor a su corazón el recuerdo de La Presencia.

  

                                                                                                                                                  S. Saíd

EL GUÍA, SHEYH, CONSEJERO, MAESTRO….

En Presencia

El Sheyh, Guía, etc., es un hombre o mujer, como cualquier otro, no tiene nada de especial, es una criatura más entre toda la riqueza creada.

La Creación es una forma perfecta de recuerdo, de perfecto dzikr y también es como el velo que oculta La Divina Presencia ante los velados.

Nos enseña la Antigua y Noble Tradición: “El Sufi  no es hijo del pasado ni del futuro, sino que es “hijo del instante”, porque vive en cada instante La Divina Presencia”.

Por estas razones la presencia del Guía, como la de cualquier otro hermano en el sendero, también puede ser un recuerdo, pues su presencia pone en el corazón del murid el recuerdo del Creador del Universo.

Tu Sheyh no es el que llena tu oído con elocuentes palabras, ni el que espera tu dinero, ni el que te impone más cargas religiosas sobre los hombros, excepto las que ya fueron descritas y que están contenidas en los textos de la Tradición.

El Sheyh en el Tassawuf es una persona sencilla pero es él, quien con tu permiso y la acción Creadora, te ayuda a desvelar tus ojos de la incertidumbre para descubrir la Presencia Divina como la Única Realidad presente, ¡en todo cuanto te rodea!

Es el compañero que tiene el aspirante, el murid, como un regalo, para andar por el Recto Sendero de regreso hacia La Unidad Absoluta.

El guía espiritual cumple tan sólo una función; la del consejero que sugiere y esto tan sólo cuando se le pregunta, ya que si no hay pregunta no debe de haber respuesta.

Nadie debe de esperar del guía otro tipo de relación que no sea esta, pues de lo contrario su labor se vería menoscabada por el constante ir y venir de los deseos y las alteraciones emocionales de aquellos a quienes sirve.

El guía no acepta a su lado a los discípulos para entretenerlos, ni para que se sientan emocionados, sino para ilustrarlos, este es su único compromiso.

Es responsabilidad de cada discípulo que el resultado de la enseñanza sea, o no, satisfactorio en dependencia de cada esfuerzo y del uso adecuado de las “herramientas” que todos reciben de la mano del guía.

El guía es una persona como cualquier otra en lo que respecta a su naturaleza transitoria, pero una sola enseñanza suya, una sola sugerencia, ha suponer esfuerzo y tiempo para realizarla según cada medida pues, ¡Cada enseñanza tiene un mayor contenido del que sugiere la apariencia!

Pedir más alimento, sin haber digerido la comida anterior no es de sabios y la frustración derivada de la ausencia de resultados, tal y como el discípulo espera que debieran de darse, no justifica la demanda de más nada, sino que ha de ser causa de revisión, de modificación y de trabajo personal.

No hay que esperar del guía que nos satisfaga dando siempre “la nota” con frases ilustradas, con gestos “mistéricos” o con actos sorprendentes. Esto es búsqueda infantil de placebo, impropia del sincero “senderista” que no necesita de sesiones circenses. Dice el antiguo proverbio; “Quien milagros busca con el diablo topa”.

                                                                                               S. Saíd

EXHORTACIÓN

En Presencia

Reflexión previa:

Decía el murciano Ibn al Árabi: “Hay dos tipos de personas que nunca se sacian; las primeras son la que las que se hicieron adictas a las cosas triviales, transitorias y conceptuales, y las segundas son las que buscan El Gran Conocimiento al que llegaron los escogidos. Es El Conocimiento que contiene los misterios del Universo”.

El conocimiento práctico, conceptual, se realiza a través del “personaje”, el ego que tiende a cubrir de apariencia La Realidad, como con un velo. Aún así es un conocimiento satisfactorio, pero elemental, pues se basa sobre el descubrimiento superficial de lo existente y su valor proviene de la elaboración mental haciendo uso de la lógica de los conceptos. Este conocimiento necesita de la memoria para perpetuarse en el recuerdo. 

En cambio el Gran Conocimiento, al que se llega desde La Conciencia, está más allá de los juegos del ego.

Su Luz contiene todo cuanto está oculto detrás de las simples apariencias, es decir; La Verdad Esencial que, una vez descubierta, acelera la evolución de la persona. Este otro Conocimiento no necesita de la memoria, ya que produce sobre el individuo una transformación de su estado, pasando del personaje aparente a descubrirse como La Persona Real.

Si entendemos el alcance de esto dicho y lo llevamos a la práctica, quizás nos sea más fácil comenzar por lo más cercano a nosotros; que es la convivencia con quienes vemos como diferentes, al considerar que las diferencias, por ser enriquecedoras para el conocimiento, son designio de la Sabiduría Creadora. Pues… ¿no somos cada uno de nosotros un acontecimiento único en la historia del Universo?

Recordemos que “El poder no reside en la capacidad de golpear a otro, ni con nuestra mano ni con nuestra lengua, sino en ser capaz de controlarse a sí mismo cuando surge el enojo”.

La paz prepara el terreno del conocimiento, pues la paz es anterior a él,  ya que sin paz no hay Sabiduría.

Los instrumentos que se nos dieron para hallar la paz son estos; el respeto, la cortesía, la tolerancia y la hospitalidad, igualmente entre quienes son semejantes a nosotros como entre quienes no lo son, pues se nos enseña que: “Existen muchas vías de ascenso hacia “La Meta”.

No nos levantemos como jueces sobre los demás hombres, para que no queramos imponerles nuestros pensamientos, ni nuestra fe, ni nuestras costumbres, pues nadie conoce lo que guarda el corazón humano.

“Desde el amanecer hasta el anochecer y desde el anochecer hasta el amanecer, mantén tu corazón limpio de malicia hacia otras personas”. “Los mejores entre las personas son aquellos que te recuerdan a “Dios” cuando los ves y los peores son aquellos que repiten chismes para hacer maldad y separar a los amigos y que buscan encontrar fallos en los demás”.

Así pues, mantengamos nosotros el corazón cerrado a los malos pensamientos, a la crítica, a la polémica, a la difamación, a la burla o al insulto, pues el corazón humano es propiedad del Altísimo y sólo Él es el que juzga y retribuye según Su Sabiduría. Las malas palabras se asemejan al agua derramada de un vaso que, una vez derramada, no es posible recogerla toda. De manera semejante, una vez vertida la crítica no es posible restaurar por completo la buena imagen perdida.

Invitándonos al respeto nos enseña La Tradición:

“No os burléis unos de otros; puede que esos (de quienes os burláis) sean mejores…Y no os difaméis unos a otros, ni os insultéis con motes ofensivos, mala es toda imputación de iniquidad…” Evitad la mayoría de conjeturas sobre otra gente…, y no os espiéis los unos a los otros, ni murmuréis unos de otros” “Hay de todo aquel que difama, que critica”

Por lo tanto ninguna persona tiene por qué ser como nosotros consideremos que es mejor, pues nuestras ideas están construidas con nuestra capacidad de entendimiento y este es relativo y con frecuencia precipitado, por esto se nos dice: “El ser humano está hecho de precipitación”.

Hemos de aprender a aceptar con humildad y confianza que no somos perfectos, ni sabemos lo que esto significa, pues sólo La Causa Creadora es perfecta en Sí Misma.

También hemos de aprender a aceptar con humildad y sabiduría que todo procede del Origen, lo que nos gusta y lo que no nos gusta, pues todo procede de los ciclos de la Naturaleza Creada que nos enseña. 

Que no sea necesario aplicarnos la advertencia: “El ser humano jamás se cansa de pedir lo que le gusta, y si le llega lo que no le gusta pierde la esperanza y cae en la desesperación”

Hemos de caminar por el mundo compartiendo los bienes de la tierra que se nos han confiado en usufructo. Ya que el rey y el mendigo nacen y mueren de la misma forma, ninguno de nosotros es dueño de nada, sólo El Poder Creador puede disponer.

Así pues no levantes la cabeza con arrogancia, y no digas ¡yo sé! ó ¡yo tengo! en detrimento de lo que otro no cree, no sabe o no tiene.

Pues se nos enseña; “No camines por la tierra con arrogante presunción, pues, ¡ciertamente, nunca podrás partir la tierra, ni crecer tan alto como las montañas!”

Que seamos capaces de alcanzar la convivencia entre pueblos y culturas, sin hacer de la tierra un campo de continuas guerras y desencuentros.

La tierra nos da sus frutos al ser regada con agua, y no con sufrimiento ni con sangre pues: “La tierra es un lugar de descanso para nosotros”

¿No sería mejor que cada uno de nosotros formáramos parte de las soluciones y no de los problemas?

Seamos quienes seamos, transformemos nuestros corazones en instrumentos de Paz, pues todos somos Uno, todos venimos de Un mismo Origen y todos tendemos hacia un mismo Fin. ¿Por qué no podemos encontrarnos en el “Teatro de Sombras” que forman los intermedios?

No seáis parte de los problemas, sino de las soluciones, para que os recuerden con agrado.

Cuando entréis a una casa saludad con la paz y una sonrisa y cuando os vayáis despediros también con la paz y una sonrisa, pues nuestras sonrisas también son parte de la misericordia y por nuestra paz seremos reconocidos.

Por esto nos dice: “Saluda con la paz a aquellos que conozcas y a los que no conozcas”.

Sabemos que no se nos dio ninguna guía para hacernos infelices o enemigos unos de otros sino como consejo y con el más profundo respeto por el tiempo que cada persona necesita para comprender desde su diferencia.

La meditación también es nuestra forma de encuentro hecha de consciencia, movimiento, palabra, recta intención y silencio. Pero cuando estés ante TI, Él, Ella, Ello, no hables siempre, entra en tu corazón donde reside y escucha la música del silencio, pues El Poder de la Creación ya sabe mejor que tú. Que el ruido de tus ideas no impida que  se establezca Su Presencia en tu corazón.

Da gracias por todo lo que tienes y no pierdas tu tiempo en lamentaciones por lo que te falta.

Se nos dio El Conocimiento para aprender a vivir cada momento, pues no tenemos otro tiempo con certeza, por esto somos hijos e hijas de cada instante.

Así pues haz ahora mismo lo correcto y haciendo lo correcto que no te inquiete lo que otros piensen de ti, pues si el pensamiento de la gente te mueve más que la La Presencia tu camino está errado.

La crítica y la alabanza pueden ser acertadas o erróneas, pero tú deséchalas con la misma paz y que nada de esto te aparte del Recto Sendero, pues si tienes visión aprenderás de ambas.

Recuerda que cuando sufres por alguna causa es para que aprendas a entender que nada persiste, que todo es transitorio y que El Principio Creador es la única verdad fiable. Tu sufrimiento es, por lo tanto, causado por la ignorancia. Aprende de tu sufrimiento a ser sabio.

No hagas de la ignorancia una forma de vida. Pues nosotros seguimos el ejemplo de los sabios Maestros que nos precedieron, ya que, a semejanza de ellos, nuestro camino es el de la Sabiduría, sólo así nos encontraremos con nosotros mismos.

Cuando la vida no te de lo que esperas no pierdas el tiempo en lamentaciones, pues tu lamentación te impide comprender que se te abren nuevos caminos.

Y cuando te equivoques no busques la culpa, ni dentro ni fuera de ti, admite con paz tus errores y aprende de ellos, pues así como nosotros enseñamos a los niños, también se nos ha dado la vida para aprender entre los opuestos.

Hallarás la paz cuando tu ego haya cedido, entonces conocerás la Sabia Misericordia que Se guarda en la Acción Creadora. A causa de esto la felicidad se reflejará en tu rostro y cuando esto suceda has de estar prevenido, pues tu felicidad ofenderá a los ignorantes adoradores del mundo ilusorio.

Si alguna vez odias a alguien debes de entender que es para que tengas la oportunidad de aprender a perdonar.

Y cuando los esclavos del mundo lancen su agresión contra ti, refúgiate en las puras fuentes de la Sabiduría, pues de ellas hemos extraído esta enseñanza cierta; “La Gran Causa es La Verdad Esencial y los Sabios Maestros son nuestros guías”.

Y si lloras has de entender que tus lágrimas son como el agua pura que lava tu espíritu. 

Pero recuerda que sin tu esfuerzo y sin tu amor incondicional nada de cuanto sepas o hagas estará completo.

Si alguna vez caes en la trampa de la violencia recogerás violencia con dolor, pero si lo que siembras es paz y misericordia recogerás de ello el ciento por uno.

Somos gente que camina por un recto Sendero, que sea tu sencillez la que deje fuera de tu corazón la estúpida soberbia del fanático ignorante.

Diferénciate de quien dice; “siempre se hizo así”, y admite que siempre habrá una forma mejor o diferente de hacerlo y algo más por aprender. Sólo La Causa Creadora es Perfecta.

No tengas buenos propósitos que se repiten en el tiempo sin cumplimiento. Lo que has de hacer hazlo ahora. Y no te conformes con las trampas del ego diciendo; “otros lo hacen peor que yo”. ¿No has observado que alrededor de ti todo se mueve? Participa tú también de ese movimiento hacia delante y no tengas por modelo lo suficiente, sino lo mejor.

Imponeros sabiamente el respeto hacia quienes saben más que vosotros, aprended de cuanto puedan enseñaros y no les  ofrezcáis resistencia.

Mostradles vuestro agradecimiento, pues: “Aquella persona que no expresa su gratitud hacia las otras personas, nunca será agradecida con Dios”.

Recuerda que “Dios” nunca te pide más de lo que te ha dado. Utiliza tus cualidades, y comprobarás que lo difícil se te hace fácil, pues el poder Creador reside en nosotros en forma de Amor.

No os conforméis con el cumplimiento de vuestras obligaciones, ya que siempre habrá algo más, o mejor, que podáis hacer. Actuad como si todo dependiera de vuestro esfuerzo, pero sabiendo que El Objetivo es La Gran Causa. 

Sed modestos, pero que la modestia no os prive de inteligencia para entender que, los “maestros” del mundo, os querrán educar para ser, ¡tan sólo!, útiles y productivos para sostener su mundo de ficción.

Serán los Sabios de Dios los únicos que os educarán para ser personas íntegras, tanto en las ciencias de lo material como en las de lo espiritual. Pues un sistema de enseñanza sin espíritu es una cadena para atarte, y no dos alas para volar.

Dejaros enseñar por el día y por la noche, por el viento y por la calma, por el árbol y por la montaña, por el agua y por el desierto, pues el Universo es el más perfecto dzikr o recuerdo de su Creador.

Que seáis como el agua que fluye sobre la superficie de la tierra. Sin excluir nada nutre todos los campos haciendo posible la vida, pero no labréis un cauce sobre ninguna tierra pues, a semejanza del río, el cauce sería vuestra prisión.

Hemos sido llamados a la existencia, actuemos en consecuencia.

                                                          

                                                                                              S. Saíd

INVOCACIÓN

En Presencia

“A Ti doy gracias Señor del Universo, el Único, el Incognoscible, el Creador y Sustentador que revela de Sí mismo lo que quiere y a quien quiere.

Te doy gracias porque me has regalado la guía de maestros, a quienes pongo ante tu Misericordia. En su compañía me has ofrecido un asiento entre tus íntimos. 

Te ruego que hagas de mí un instrumento de Tu Paz y de Tu Misericordia donde quiera que me encuentre.

No apartes de mí Tu Rostro y no permitas que me desvíe del Recto Sendero al que me has llamado.

¡Oh!, Creador Tú eres la Llama de amor viva que abrasa mi alma en el más oculto de los secretos. Te escondes en todas las cosas y Te muestras en todas ellas, pero ninguna imagen te representa.

Tú lo llenas todo con la música del Universo, pero ningún sonido desvela el secreto de tu nombre.

Has cubierto mi espíritu con el preciado vestido de la carne y has puesto en mi alma la sed de Tu Presencia.

Ahora voy caminando por la vida que, a veces, me parece un desierto sin lluvia. Mientras que mi carne corre hacia la extinción mi espíritu vuela con sed abrasadora de Ti.

Desnudé mi alma del ropaje ilusorio del ego cuando Tú me vestiste con la Luz de Tus Bendiciones y la consciencia de Ti.

El fuego de Tu Amor ha extinguido mis otros “amores” porque me has cubierto con Tu Misericordia y sólo Tú permaneces. Mi Dios y mi Todo.

                                                          

                                                                                              S. Saíd

ACLARACIONES SOBRE CONCEPTO DE ISLAM

En Presencia

En su génesis Islam no es una parcela de la Revelación, no es una nueva doctrina sino la historia de la tradición Abrahámico Sinaítica hasta Jesús de Nazaret, con la promulgación del respeto hacia las demás creencias transmitida por el Profeta Muhammad, que la paz y las bendiciones sean con él.     

El vocablo árabe “Islam” deriva del sustantivo “silm”, cuyo significado es: “paz tras la confrontación”. Se forma desde el verbo “salama”, cuyo significado es: “saludar”, “rendirse a …”, “someterse a …”. Y por último se forma también desde el verbo “aslama”, que equivale a: “dejarse llevar por”, o “convertirse a…”.

De esta traducción entendemos que Islam es dejarse llevar por la Dinámica Creadora después de la confrontación interior, es el estado de vida por el que se es dócil y sometido a Aquel que todo lo genera y hacia Quien todo revierte.

Deducimos, por lo tanto, que Islam en sus orígenes sería la docilidad del total creado hacia su Causa, el Principio Creador, según la multiplicidad de naturalezas.

Esta afirmación se puede  deducir de los textos que afirman; “Dios os ha creado diferentes…”, “Para cada uno de vosotros hay un camino diferente…”, etc. 

En este sentido el vocablo Islam sería religión bajo el concepto de “religare” o reunificación, es decir; como un Estado de la Conciencia que aspira a reunir en sí misma, en aceptación, Aquello desde lo que fue separada y se sabe en ruta hacia Aquella Causa Original.

Con el mismo origen lingüístico que Islam, la palabra “muslin” o musulmán denomina a toda aquella persona que de forma responsable acepta el magisterio de Muhammad*, como heredero de La Tradición Profética, y busca sentirse en paz haciéndose dócil a Su propia Naturaleza, es decir; dócil a la acción transformadora del Principio Creador sobre ella.

Muhammad* impartió una sola enseñanza contenida intacta en los textos que se conservan, pero esos contenidos los transmitió en diferentes niveles de comprensión.

El primer nivel de su prédica lo encontramos en la lectura básica de los textos, que dan su forma a la sencillez de la religión estructurada. Pero el propio Muhammad* nos habla de hasta siete niveles de comprensión.

En esos otros niveles, ocultos entre líneas del texto, se refería al conocimiento profundo que el Gnóstico (Sufi) es capaz de extraer según su nivel de evolución, y que nos han sido transmitidos por los grandes maestros de la Tradición en el decurso de los siglos.

Alguno de estos grandes maestros (Sheyh), hombres y mujeres, fueron españoles andalusíes nativos del actual Madrid, Murcia, Játiva, Valencia, Almería, Cantillana-Sevilla, Granada, Córdoba, Úbeda-Jaén, etc.,

La realidad actual nos muestra un Islam popular que perdió su ancestral “perfume” por lo ritual y básico, prácticamente “mezquitero” simple y adaptado a la gran población, pero difícil de reconciliar con la original sabiduría de la promulgación Muhammadí.

Tanto su yerno Ali, como otros de sus íntimos, dejaron dicho tras la muerte de Muhammad; “Del Profeta hemos recibido un “saco” de conocimientos, algunos de ellos (el rito religioso) ya lo sabéis, pero si os reveláramos el resto (la tradición gnóstica) nos cortaríais la cabeza”

Ya en el siglo XIII, el gran Maestro Rumi, dejó dicho; “Antes de que las mezquitas con sus minaretes se derrumben ya no habrá ningún sufi cerca de ellas”.

Esto no quiere decir que Rumi, ni maestro alguno, rechazara la validez de la Tradición Muhammadí, sino que la profundidad de su visión había superado lo superficial del simple rito donde “duerme” el conformismo de la gran población.

                                                                                              S. Saíd

DOCILIDAD, 1 Marzo de 2006

En Presencia

Trato el concepto “Dios”, consciente de la dificultad para acertar con cada cultura, con cada concepción o definición de este concepto, por esta razón lo escribo entre comillas, para que cada persona entienda que no me refiero al concepto “Dios” desde ninguna perspectiva, sino en el amplio significado que pueda ser común a todos y facilite el entendimiento.

La Tradición nos dice que: “Dios” interviene entre el ser humano y los deseos de su corazón”.

Decimos con frecuencia que la docilidad ante “Dios” o el acto de serle dócil, no significa mantenerse ausente, no partícipe y sin deseo alguno, en el mundo ilusorio de la materia. Si así fuera la presencia del ser humano en la Creación, como manifestación de la Conciencia Intelectiva, no tendría sentido.

El ser humano debe de actuar en su medio conforme a su conocimiento y conforme al recto deseo que, en razón del conocimiento, nace en su corazón. Esta actuación implica la necesidad del “recto deseo”.

No obstante, el recto deseo que brota del conocimiento siempre será relativo, pues todo conocimiento en el mundo ilusorio (Dunia), está supeditado al valor subjetivo que se tenga de cada concepto.

El concepto al ser subjetivo es inestable y por esta razón los deseos han de estar sujetos a modificación, al igual que los conceptos que los alumbran, según la época y el lugar. Ningún concepto, ningún deseo, pueden ser permanentes.

Aún cuando el deseo se formule desde la recta intención no dejará de ser conceptual, y por lo tanto el bien o el mal que de él se deriven también serán relativos.

Por esto digo que nuestra docilidad no se fundamenta sobre el “abandono conformista” de una literatura pseudo mística no siempre bien comprendida, sino sobre la aceptación del resultado final sobre el propósito y recto deseo de nuestras acciones.

Por esto nos enseña la Tradición que la Causa Creadora interviene entre el ser humano y el deseo del corazón, pues la criatura que no está dotada del conocimiento profundo no podrá saber nunca si su deseo, aunque en apariencia saludable y noble, se corresponderá con lo más conveniente.

Aún así, el esfuerzo por parte de la criatura para construir un mundo mejor seguirá siendo necesario, pero el resultado final nunca estará en sus manos.

Para ayudarnos a discernir lo adecuado en este esfuerzo tenemos el consejo de los Sabios, personas normales, pero válidos instrumentos cuyo consejo se fundamenta sobre la experiencia y el ancestral conocimiento.

De ellos se nos dice: “Y habrá personas que en vida estarán dotadas de la facultad del discernimiento entre el bien y el mal, y serán reconocidos por sus rasgos”.

                                                                                             S. Saíd

REFLEXIONES día 3 de Mayo de 2006

En La Presencia.

Desde sus inicios las milenarias Tradiciones nos legaron estas reflexiones con diferentes lenguajes y contestos sociales, pero en la actualidad siguen siendo motivo válido de meditación.

“He creado los cielos y la tierra conforme a una verdad; pues, ciertamente, en esta misma creación hay mensajes para todos los que buscan”. Y…,”Los que buscan están próximos a La Causa creadora y nada tienen que temer”.

“Pero no insistas en enseñar a quien no quiere, pues tu esfuerzo no hace sino aumentar su arrogancia”. Porque…”Hemos puesto velos sobre sus corazones, que les impiden ver la verdad y en sus oídos sordera y aunque les llames a la verdad nunca aceptarán ser guiados”.

La labor de cualquier enseñante es una ardua labor que se desarrolla entre satisfacciones y frustración. Educar, del latín edúcere, salir de sí mismo para ampliar horizontes, es una compleja labor sobre el ego, pero es aún más compleja cuando se trata del intento de re-educar a un adulto que, a petición propia, formula el deseo de “salir”, de ir más allá.

El ego se halla tan firmemente consolidado que el porcentaje de éxito suele ser escaso aún, como decimos, cuando esto se intente a petición del propio individuo. Quizás por esta causa, entre otras, la Tradición  enseñe que el ser humano no sabe bien lo que pide, aún cuando suponga que lo que pide es bueno.

El intento de guiar a quien lo pide por las rutas de la evolución integral es, quizás, una de las labores pedagógicas más comprometidas y dificultosas.

La mayoría de las personas que acuden a un experto guía para pedirle asistencia, no saben realmente lo que están pidiendo. Las costumbres firmemente arraigadas con sus conceptos previos, los “ídolos” creados, las falsas expectativas, “aquello” que se supone haber alcanzado, los múltiples disfraces de “virtud” y “conocimientos” con los que se trasviste el ego son, sin duda, algunos de los peores escollos con los que se han de tropezar el discípulo y el maestro.

Vienen con el “cesto” tan lleno que, aferrados a sus abalorios con pasión, es frecuente oírles decir aquello de; “yo a mis años…”

El personaje creado y reafirmado durante décadas, las costumbres socio-familiares tan arraigadas que le han conferido personalidad durante tantos años… Esa larga cadena cuyos eslabones fueron engarzados a base de suposiciones e información seleccionada al gusto, se convirtieron en los grilletes que le impiden levantar el vuelo. En todo ello establece la seguridad de lo que cree que es el sí mismo, cuando en realidad no es sino un personaje creado para servir en la escena del teatro de la vida.

También hay que tener en cuenta la previa erudición del discípulo que fue tan encomiable durante un periodo anterior, pero que también puede convertirse en la herramienta de sus justificaciones. Todo cuanto no concuerde con “lo que sabe”, será un arma arrojadiza contra el guía y una razón justificada para defenderse y hacer valer sus propios criterios.

Conocedora de esta circunstancia la Antigua Tradición nos alecciona de la siguiente manera: “Si traes tu cesto lleno ¿qué podríamos meter en él?”

Hasta que no “mueras” al antiguo personaje no dejarás que nazca la nueva Persona.

Algunos de los actuales “maestros”, herederos dinásticos de antiguas familias, poseedores de nutridas bibliotecas, de importantes bagajes teóricos y necesitados de muchos “discípulos” de cuyas aportaciones viven, no se atreven a emprender esta dolorosa y complicada labor de limpieza del ego, ¡perderían discípulos! y dinero.

Quizás al ser tan sólo herederos dinásticos hallan heredado erudición y perdido lo esencial, o quizás no, pero se limitan a transmitir fórmulas y ejercicios que en su día tuvieron validez en el adecuado contexto y en según qué países aún lo tienen, pero estos “maestros” no han sabido adaptar los sabios contenidos a esta época y a otras culturas. Ofrecen el exótico envoltorio seductor, ropajes, tradiciones étnicas,  ritos y fórmulas, pero no todos pueden transmitir el perfume de los contenidos.

No se debe de hacer creer a quien busca respuestas que las encontrará mejor si se viste de oriental y adopta otro idioma. Este comportamiento, fuera de su contexto cultural, es un disparate que sirve para satisfacer el ego del ignorante, es tanto como escavar un pozo del que quizás no pueda salir el incauto, atrapado entre ritos extravagantes cuyo contenido único puede que sea el placebo.

Ya dijimos que la T. Sufi no es propiedad de ninguna cultura, de ningún idioma, de ninguna religión, de ninguna etnia y de ningún tiempo, y si bien es cierto que a nosotros nos ha sido transmitida por la Tradición Muhammadí, no significa esto que debamos de adoptar idioma, ropajes, formas de comer, de sentarse y etc.

“Hablad a cada pueblo en su propio idioma”, enseñaba Muhammad*

Reconocemos que en las fórmulas, los ejercicios o la liturgia sin más, hay un evidente contenido, pero ellas solas por su atractivo exótico contienen el riesgo de anclar al discípulo foráneo en el rito. Le confundirán con el peligroso desarrollo de las emociones y entre emociones más o menos intensas hacerle suponer que alcanzó el propósito de toda tradición espiritual, que es la unión entre La Causa y el efecto, entre Creador y criatura.

Cada pueblo, cada cultura, cada época o incluso en determinadas circunstancias cada persona, han de saber adaptar la enseñanza milenaria a su entendimiento, de lo contrario existe el riesgo de confundir al individuo con la nostalgia de un pasado irrecuperable.

  

Las iniciales emociones básicas son válidas para la mayoría de las personas, les justifica, y probablemente alcancen una gran virtud en ello, pero han limitado el vuelo del espíritu.

Este razonamiento es el que impide al guía emprender con todos los discípulos la dolorosa labor de vaciamiento del ego, pues sabe que difícilmente será eficaz para algunos de ellos.

Hay discípulos que lo piden fervientemente, con su gesto o con su palabra y cuando se les inicia en el proceso se retorcerán como la leña empapada de agua, que chisporrotea, hace humo, y al final se consume sin dar llama.

Por esto se nos dice que el ser humano pide con frecuencia lo que cree que es bueno, pero no sabe lo que pide. Y la Tradición nos enseña que hay que ser cuidadosos con lo que pedimos, no sea que se nos conceda sin haberlo entendido.

Otros discípulos, temerosos de sí mismos, piden prudentemente y serán como la madera verde, que al principio crepita, pero después se deja atrapar por el fuego y ella misma alumbra y da calor.

Por último estarán aquellos discípulos que no piden, esperan pacientes la circunstancia propicia e imprevista, pues sólo lo imprevisto es eficaz al no haber predisposición previa. Guiados por el maestro y siguiendo los signos creadores, que como circunstancias aleatorias aparecen en el día a día, estos discípulos son como la leña seca. Son rápidamente dóciles a la cercanía del fuego y se hacen un todo con él.

Pero… ¿qué es la docilidad?

Dijimos antes y decimos con frecuencia que la docilidad en nosotros o el acto de ser dócil ante la Dinámica Creadora, es mantenerse atento a los signos, aprender a guiarnos por ellos y actuar en conciencia como mejor sabemos. Aceptando que los resultados de nuestros actos no han de concordar, necesariamente, con nuestras expectativas, sino con el plan creador que nos es desconocido. Lo que implica que no podemos mantenernos ausentes del mundo.

Aunque sabemos que el mundo es ilusorio, es Dunia, la Acción Creadora nos llama a la existencia para participar en el juego creador: “Pues esta vida no es sino juego y disfrute pasajero” 

Si la transitoriedad del Universo fuera razón suficiente para eximirnos de nuestras responsabilidades ante él, la presencia del ser humano en la Creación como sede de la Conciencia Intelectiva y manifestación por lo tanto del Poder Creador, no tendría sentido.

La alegoría escriturística nos lo muestra así: “Pues he ahí que tu Sustentador dijo a los ángeles: Ciertamente, voy a crear a un ser humano de la Tierra; y cuando lo haya formado por completo y halla insuflado en él algo de Mi Espíritu, caed postrados ante él”.

Gracias a ser copartícipe de “Algo de Su Espíritu”, cada persona “consciente de “Dios” es un verdadero Soberano, un representante suyo ante los demás seres de la Creación que ha de cuidar como el hermano mayor cuida del pequeño.

Por esto se nos sigue ilustrando a través de la alegoría: “Y he ahí que tu Sustentador dijo a los ángeles: Voy a poner en la tierra a alguien que ha de heredarla”.

Esta es una manera de decirnos, mediante alegorías, que la humanidad posee el don del discernimiento y que está señalada con una cualidad que los demás seres no tienen, lo que nos otorga la facultad de conceptuar, diferenciar, conocer y cuidar con esmero el mundo al que pertenecemos.

Según ya hemos advertido hay que considerar el sentido alegórico de algunas expresiones, pues la antigua sabiduría tuvo necesidad de hacer comprensible la enseñanza ante la generalidad de las personas.

Así, el ser humano debe de actuar según su relativo conocimiento y conforme al recto deseo que, en razón del conocimiento relativo y de las emociones, nace en su corazón.

No obstante, el recto deseo que se deriva del conocimiento, aún cuando nos parezca “recto”, siempre deberá de hallarse sujeto a las incidencias de la Dinámica Creadora durante el proceso de su ejecución.

Entre el deseo y el resultado están las incidencias, algunas de ellas elegidas y otras impuestas por las circunstancias, que podemos interpretar como “casuales” o mejor como “causales”. El deseo, que no sólo surge del conocer, sino también por la intervención de las emociones, también es Dunia, está condicionado a los conceptos y debe de estar supeditado al valor relativo e inestable del concepto-conocimiento y, por lo tanto, sujeto al control de la conciencia y la modificación.

Entre el propósito inicial y el resultado final existe un espacio que no siempre se halla bajo nuestro dominio, es el espacio que nos ofrece la oportunidad para ser dóciles.

Es en este espacio donde decimos que interviene el Dinamismo Creador, a cuyos signos debemos de estar atentos para intervenir, aceptando si la evidencia así nos lo indica o para modificar oportunamente con “certeros golpes de timón”, si consideramos que es lo adecuado.

En cualquier caso será la experiencia la que agudice nuestra “visión” por medio del “juego” entre lo que consideramos el acierto y lo que suponemos como el error. Por este “juego” iremos aprendiendo cuándo nos encontramos en una situación por corregir o en otra por aceptar. Pues la criatura que no esté dotada de “visión”, no podrá saber si su deseo, aunque en apariencia noble, se corresponderá con el Plan Creador.

Aún así, el esfuerzo por parte del ser humano para construir un mundo mejor seguirá siendo necesario, sin amedrentarnos por el error probable, pues: “Sólo de La Causa Creadora son los atributos de perfección” 

El movimiento, entre lo que consideramos acierto y lo que suponemos error, no es otra cosa que el signo creador de la existencia entre los opuestos. Por lo tanto no es para ser temido nuestro probable error, ni impuesto bajo ningún signo de violencia el probable acierto ajeno.

Todo ha de ser llevado a la práctica con prudencia y sabiduría, pero sin el temor infundado al que inducen los radicalismos de las ortodoxias, aún cuando se suponga que estas estén bien fundadas.

Nuestra transformación en dóciles ante la Dinámica Creadora, no se fundamenta sobre el “estéril abandono”, ni sobre la esperanza en una hipotética perfección que nos está vedada. Estos son unos conceptos que, con frecuencia, han sido mal interpretados en la literatura espiritual como una especie de ausencia.

Por lo tanto toda acción ha de estar precedida de conocimiento y generará nuevo conocimiento, pues este es el propósito de la existencia, ya que La Gran Causa es TODO lo conocido o por conocer, y ¡nada de Ello es renunciable! Quien pretende renunciar a la parte es que no llegó a entender El Todo, aún sin el banal propósito de definirlo.

Estamos obligados a actuar, sin complejos, ¡pero con la prudencia del sabio! Después aceptaremos el resultado con gratitud, nos guste o no nos guste. Somos la Sede de La Conciencia Única y esto nos convierte en co-Creadores.

Los últimos descubrimientos de la ciencia nos dicen que una onda de energía se convierte en partícula de materia ante la presencia de un observador. Los trabajos sobre el agua, del Dr. Emoto, vienen a decir lo mismo. Estos y otros descubrimientos ya apuntan en este sentido.

El temor a equivocarnos nunca puede ser una razón suficiente para el absentismo. El esfuerzo es algo que no puede ser renunciable.

Sentimiento y emociones, mente y capacidad de discernimiento, libertad para elegir. Y por supuesto, la inquietud necesaria que incentiva en nosotros el deseo de conocer. 

Las capacidades han sido dadas y los signos, que son a veces como un lenguaje críptico y otras veces claro, también han sido dados.

Así pues en todo hay un propósito evidente cuya razón es alcanzar el Gran Conocimiento.

                                                                                                S. Saíd

DIFICULTAD EN LA ENSEÑANZA 10 de Julio 2006

En La Presencia.

Ya comentamos que la labor de cualquier enseñante es una ardua labor que se desarrolla entre satisfacciones y frustración. Es una compleja labor sobre el ego, pues el ego se halla tan firmemente consolidado que el porcentaje de éxito suele ser escaso aún, como decimos, cuando esto se intente a petición del propio individuo.

Este trabajo es la continuidad de la anterior reflexión sobre las dificultades que se le presentan al aspirante, en el “espacio” indefinido que hay entre la conveniencia de servirse de un método durante un tiempo inicial y el momento de dejarlo.

La gran mayoría de los aspirantes del crecimiento integral, se aferran definitivamente al método, útil en los inicios, y al efecto placebo que produce satisfacciones emocionales, confundiendo tales satisfacciones con la realización espiritual, en la suposición errónea de que tan sólo sus méritos serán suficientes para lograr El Objetivo.

Algunos de los maestros que existen en la actualidad lo son por su erudición, pero son tan sólo archivos de datos que no han dado el gran salto al vacío que produce la verdadera renuncia, la renuncia al sí mismo. Conocen el antiguo proverbio; “Quien no domina el ego no se conocerá a Sí Mismo”, pero al ser impuestos por su erudición o por herencia dinástica y no por indicación de La Presencia, perdieron la memoria práctica del proceso, aunque los datos de ello se conserven en sus memorias y en sus nutridas bibliotecas.

Una vida de retiro, de sacrificios, de oración permanente, de ayunos y renuncia a los bienes, etc., puede que sea un trampolín de ascenso en la evolución integral, pero también puede convertirse en un saco de lastre sobre los hombros del aspirante, si es que depositó toda su confianza en tales prácticas o se mantienen más tiempo del debido.

Todo tiene un momento y una medida, también los ejercicios espirituales. Nada es estable, nada permanece y las prácticas piadosas tampoco, pues ha de llegar un tiempo en el que entendamos que nada puede conducirnos a La Causa si no es La Causa misma.

Ya se nos advirtió: “Quien deposita toda su confianza en el mérito de los propios esfuerzos, comete más falta que aquel que peca”.

Ese tiempo posterior, en el que los ejercicios iniciales deben de ser sustituidos por otra práctica más cercana a la contemplación de Lo Interior que al discurso, más cercana de la confianza que del esfuerzo, se halla muy bien tipificado en la experiencia de algunos de los más grandes gnósticos que nos ha dado la historia.

El murciano Muhyid-din ibn al-Árabi lo sentía de esta manera; “Yo te llamé, ¡Oh! Luz de mis ojos, y Tú no has respondido a mi llamada. Porque las flechas de mis súplicas se desviaron de su Blanco”.

Otro gigante del espíritu, San Juan de la Cruz, decía; “No quieras enviarme de hoy ya más mensajero, que no saben decirme lo que quiero…”.

Hay un momento en todo proceso espiritual en el que el aspirante siente la necesidad de más. Si el guía no es el adecuado le impondrá más ejercicios, si el aspirante no tiene guía se impondrá nuevos ejercicios a sí mismo de manera aleatoria. Y si el aspirante se hizo adicto a las emociones derivadas de los ejercicios, buscará la manera de repetir tales experiencias con nuevas alternativas añadiéndose más cargas.

Esto lo hará con el propósito de recuperar los sabores perdidos, en cuyo caso será sumamente dificultoso hacerle entender la necesidad de vaciarse. Pues, ¿qué se le puede dar a quien supone que su crecimiento espiritual depende de su esfuerzo por lo que hace y no de la intervención Divina tras la sabia confianza”?

Las religiones, ¡todas!, fueron en sus inicios sencillas indicaciones de acercamiento a La Dimensión Creadora, pero sus intérpretes han sido los causantes del efecto fanatismo, de la adicción al rito y de la confusión de objetivos entre sus fieles. Todas exhiben “la verdad”, ninguna se equivoca en nada, todas ellas se consolidan sobre certeros argumentos revelados, todas están defendidas por sesudos eruditos, paladines a ultranza de cada certeza, expertos en leyes y teologías.

Decía en anteriores ocasiones que los eruditos construyeron el Titánic y los aficionados el Arca de Noé. Ahí quedaron los resultados.

El viajero del espíritu que honradamente busca un remanso de paz y coherencia, se encontrará con la certeza fanática de los religiosos beligerantes, certeza esta que, más que consolidar la fe que busca, llenará su corazón de complejos, de temor y prevenciones.

Pudiera ser que la certeza selectiva y beligerante de tales religiosos les haya conducido a olvidar lo que la antigua Tradición les enseña; “No te incumbe a ti hacer que sigan el camino recto, sino que Dios guía a quien quiere ser guiado”

A pesar de estas serias dificultades, el ser humano por su naturaleza está llamado a buscar, a observar, a discernir y después a elegir en conciencia “Aquello”, o la parte de “Aquello”, que puede aceptar después de haber entendido, ¡nunca antes! Pues nuestra capacidad de certeza objetiva, en cuanto a la historia de “La Revelación” se refiere, es limitada y se encuentra más cercana de la creencia subjetiva que de la evidencia incontestable.

Finalmente es una cuestión de elección razonada más que de certeza absoluta. Quizás por esta causa, entre otras, la ancestral Sabiduría nos enseñe que el ser humano no sabe bien lo que pide, aún cuando suponga que lo que pide es bueno.

Por estas y otras razones, el intento de ayudar a quien dice que quiere caminar por las rutas del espíritu es, quizás, una de las labores pedagógicas más comprometidas y dificultosas.

Ya comentamos antes que la mayoría de las personas que acuden a un guía espiritual, para pedirle asistencia, no saben realmente lo que están pidiendo. Las concepciones previas, los “ídolos” creados, las falsas expectativas, aquello que se supone haber alcanzado en “virtud” y “conocimientos”, así como la frecuente adicción a las emociones, forman parte de las múltiples defensas y disfraces del ego. Estos son, sin duda alguna, los peores escollos con los que se han de tropezar el supuesto discípulo y el probable maestro cuando este quiera mostrarle la presencia de la dualidad en todas sus creencias y supuestos.

Los verdaderos discípulos existen y los verdaderos Maestros también y no son pocos, pero estos últimos se mantienen en una cierta discreción, se “ocultan en el disimulo” a modo de “los malamati” (Gran Khorasan siglo IX) que en la Tradición son aquellos que ocultan su estado y, por lo tanto, parecen no existir o cuando se les conoce no se corresponden con lo esperado. Esta particularidad hace que no sea fácil su identificación, pues es frecuente que su comportamiento sorprenda y no concuerde con las imágenes preconcebidas de la literatura.

Comenté que, algunos de los actuales “maestros” populares, herederos dinásticos de antiguas familias de nobles linajes espirituales, poseedores de antiguos documentos y nutridas bibliotecas, son muy buenos teóricos de erudita memoria y aspecto venerable.

No pondremos en duda el valor de su actividad, ni cuestionaremos su espiritualidad o las razones de su comportamiento, pues este terreno es privativo de Dios. Simplemente hemos observado que, al estar necesitados de muchos discípulos que confirmen su posición social, no se atreven a emprender la dolorosa y complicada labor de cirugía sobre el ego o no saben cómo afrontarla. Si tuvieran capacidad para intentarlo o si teniéndola lo hicieran, el número de discípulos se vería reducido a un exiguo número. 

No tenemos autoridad para valorar el fuero interno de estas respetables personas, pues su labor, poca o mucha, no es de nuestra incumbencia. Nos limitamos a tomar nota de aquellos comportamientos que parecen fundamentarse en conservar la apariencia y lucrarse de la buena fe de las gentes.

En cualquier caso no hay santo que no conlleve en sí mismo la otra cara de la moneda, su contradicción o su “pecado”.

Jesús de Nazaret* decía que incluso el santo peca varias veces al día.

Erudición y Sabiduría no son sinónimos, como la realidad y la imagen tampoco lo son, como no lo son la apariencia y la esencia. Suele suceder que, en ocasiones, Lo Esencial se oculta bajo el disfraz de la vulgaridad y esto confunde a algunos aspirantes incapaces de percibir Lo Oculto tras lo aparente cuando encuentran en el guía lo que no concuerda con su expectativa.

No obstante “Dios” se encuentra tan intensamente en la flor como en la carroña y, aunque la ignorancia no lo vea, el discípulo ha de ejercitarse en descorrer todos los “velos”.

Entre los “discípulos” que se inician en las rutas espirituales suele haber cierta avidez de acción, ¿Qué debo de hacer ahora? ¿Con qué prácticas debo de cumplir? Los libros que he leído dicen…, las opiniones de fulano dicen…

Pretenderá encajar su abundante equipaje en el proceso de desprendimiento, acción esta que se le convertirá en un imposible, por lo tanto es muy probable que fracase en el intento con la subsecuente frustración.

Si el discípulo es verdadero aceptará el desprendimiento después de aprovechar la fórmula, el ejercicio, o la liturgia pasada que, en nuestra opinión, han de ser sencillos y administrados con prudencia, tanto en cantidad como en tiempo. Si los ejercicios se perpetúan innecesariamente en el tiempo inducirán al discípulo a creer que su evolución dependerá sólo de su esfuerzo y de la magnitud de sus actos.

De ser así se habrá olvidado de lo esencial. Esto es: “En toda evolución espiritual-integral, contando con la docilidad del individuo y la sabia administración de algunos ejercicios, se debe de considerar ¡sobre todo!, que es a la manifestación interna del Poder Creador a quien hay que dejar espacio y silencio para Su intervención”.

Como ya dije, cuando nuestro activismo ocupa la mayoría del espacio y del tiempo no dejamos sitio para “El Señor del Templo”. Pues a la criatura le es muy difícil  amar a “Dios”, si no es con el amor con el que las criaturas se aman entre sí.

Esta forma de amor, sujeta a los conceptos y emociones del ego, es válida en los principiantes y en ella quedan estancados la mayoría de ellos satisfaciéndose en sus estados emocionales. Es el periodo de los ejercicios.

Pero si queremos ir más lejos, hacia la experiencia de la Unicidad, hemos de considerar que el verdadero amor de “Dios” nace de Él hacia Él. Que nadie puede llegar hasta La Divinidad interna si no es por medio de Ella, en Ella y con Ella, después de haber renunciado al gusto por el sí mismo dominando las asechanzas del ego señor del universo conceptual.

El hijo de moriscos hispanos, San de La Cruz (Juan de Yepes), decía; “Para ir del todo Al Todo, has de dejar del todo a todo, pues quien no deja del todo a todo, no tiene en Dios su tesoro”.

Para que esto suceda hay que dejar ese espacio en el que La Divinidad Se ame a Sí misma en la criatura y a su través, pues sólo El Creador  puede amarse sin velos que le oculten.

Los ejercicios tienen inicialmente una función de indudable valor, por esta razón se han practicado durante siglos en el adecuado contexto, durante el tiempo preciso y entre las personas idóneas.

Los ejercicios deben de ser adaptados al tiempo y a la cultura a la que se dirigen, y como dice la tradición: “Hablando a cada pueblo en su propia lengua”. Pero al igual que las demás herramientas, los ejercicios se modifican o desechan cuando la obra inicial está acabada, cuando “los cimientos” se han asentado sólidamente y ¡nunca prematuramente!

Cuando comienza el periodo de adicción a las emociones que producen los ejercicios, estos deben de ser controlados y si es necesario negados definitivamente o durante un tiempo hasta la liberación de tales adicciones.

La insistencia en demandar más prácticas que las que se nos dan, suele ser un signo de ansiedad producido por la insatisfacción espiritual, y este grado de insatisfacción espiritual es, a su vez, causado por la aparente ausencia de respuesta desde el “Dios” interno.

Los ejercicios son el producto de una antigua sabiduría, aplicada sobre unas personas en un tiempo y en una circunstancia. Pero tanto la herencia literaria, como la herencia técnica, deben de ser adecuados a cada persona, a cada cultura y a cada tiempo en su justa proporción.

No debe el discípulo de olvidar que todos los libros y todos los ejercicios no son igualmente válidos para todas las personas en todos los tiempos ni en el mismo idioma.

La práctica de ejercicios sin más, que fueron (o que son) útiles para ciertas personas en según qué contexto social y temporal, no han de cumplir, necesariamente, con el mismo propósito fuera de ese contexto. Repito nuevamente lo que dice la tradición: “Hablar a cada pueblo en su propia lengua”.

Es necesario vigilar atentamente el momento en el que los ejercicios comienzan a confundir al discípulo con el peligroso desarrollo de las emociones inicialmente aceptables. Pues entre emociones más o menos intensas le harán suponer que alcanzó el propósito de toda tradición espiritual, que es la unión entre criatura y Creador.

Este estado de anclaje en lo emocional es válido para la mayoría de las personas, les justifica y satisface su vida espiritual y probablemente alcancen una gran virtud en ello si no buscan más que la autosatisfacción, pero han limitado el vuelo del espíritu.

Esta es la estación que buscan la mayoría de los que se inician. Tocar el ego en estos casos, aún cuando sea a petición del propio individuo incentivado por la imagen que ha creado sobre sí mismo, supone un extraordinario esfuerzo nada deseable para el guía y frecuentemente infructuoso para el discípulo.

Un discípulo, cuyo anonimato guardamos, escribió esta reflexión desde su experiencia, durante su paseo por el bosque: “Estaba contemplando el río; observaba cómo las hojas de los árboles caían al agua y semejaban diminutos barcos que, conducidos por la corriente, iban hacia el mar. Observé que algunas de ellas eran atrapadas en los remolinos que formaban las rocas del fondo, e incapaces de librarse de la fuerza del remolino daban vueltas y vueltas sin ir a ninguna parte. Esta imagen fue para mí como una metáfora de lo que estaba siendo mi vida. Estaba en movimiento, pero como las hojas atrapadas en el remolino no iba a ninguna parte. ¿Qué había hecho durante mis últimos años de búsqueda?…, dar vueltas, pues me había faltado la entrega, no había sido dócil a la enseñanza y mis “giros” tan sólo me habían producido cansancio, aunque no progreso.

Yo sabía de todo, y sabía tantas cosas y tan acertadas que la posibilidad de vaciarme para escuchar con el corazón limpio se me había hecho un imposible.

Lo que me intentaban enseñar y lo que yo sabía eran cuestiones que no se encontraban en consonancia y mis saberes se habían convertido en un muro que no dejaba pasar otras posibilidades. Este había sido el problema; ¡estaba lleno de mí mismo!, ¿qué más podría recibir?, ¡nada!.

Entonces tomé una decisión; volqué mi equipaje en el río, me vacié de presupuestos y saberes y por fin fui dócil. Comencé desde cero, mi mirada se hizo diferente con las indicaciones de mi Maestro. Sólo cuando me vacié pude llenarme, pues cambié las objeciones por la docilidad. Ahora todo es más simple, ante un observador externo mi vida parece la misma, pero es “otra”, pues a partir de aquél momento en el río se inició mi viaje hacia el “Mar”.

                                                                                                S. Saíd

LOS OPUESTOS, día 6 Octubre 2006

En la presencia

“Quien abandone el ámbito del mal (la ignorancia consentida) por causa de “Dios”, hallará en la tierra muchos caminos de soledad, pero también abundante vida. Es “Dios” quien ha hecho de la tierra un lugar de descanso para vosotros”.

Desde que se comenzó a escribir la historia de la humanidad constatamos cómo el ser humano participa en la lucha por los opuestos, no tanto para aprender de ellos, como debiera de ser, sino para tomar partido por uno u otro, sin haber entendido con frecuencia que “opuestos” no siempre significa antagónicos. 

La noche no es peor ni mejor que el día, ni lo negro mejor que lo blanco, ni el calor peor que el frío. Todos los opuestos son complementarios y todos los conceptos son útiles y transitorios.

La aceptación de un concepto, como verdad indiscutible, implica la negación de su contrario sin haber entendido que todo forma parte de la misma Causa.

Pero según parece al ser humano le resulta complicado entender que los opuestos no son adversarios, sino complementarios entre sí y necesarios en el desarrollo de la vida.

Los opuestos, así como todo cuanto nos es diferente, son obra de un mismo Creador ¿no habríamos de admitir que ninguno de ellos es prescindible, porque todos tienen una función en la dinámica de la existencia?

Así es cómo nos alecciona la Tradición: “Y Él es quien ha creado todos los opuestos y todas las diferencias”.

Por esta razón se nos advierte de la soledad a la que a veces, debido a la ignorancia del partidismo a ultranza, se verá relegado quien desde la Sabiduría trabaja por la justicia, la tolerancia, el diálogo y el entendimiento.

Pocas personas habrá que no se consideren partidarios de estos valores, pero ¡de su particular idea sobre ellos!, como es natural.

Por lo que frecuentemente se olvidan de lo fundamental; la riqueza que supone ¡el respeto en la diferencia!

No nos referimos al pseudo-respeto tolerante del condescendiente, quien se supone superior -tú estás equivocado pero te respeto-, nos referimos a la igualdad en la diferencia o lo que es lo mismo; ¡diferentes pero iguales! Es decir; que nuestro desacuerdo no implique tu hostilidad ni la mía.

Muchas cosas son parecidas entre sí, pero nada es igual, ni siquiera dos garbanzos o dos partículas de arena, cada ser es un acontecimiento único en la historia del Universo.

Nunca antes hubo alguien como tú y después de ti tampoco lo habrá. Así lo ha querido la Dinámica Creadora y así deberíamos de aprender a enriquecernos con ello, observando, escuchando, contrastando y aprendiendo de cuanto es diferente a cada uno de nosotros.

Nos enseña la Tradición; “A cada uno de vosotros le Hemos asignado una ley y un modo de vida distintos”.

Así pues… ¿Qué se puede aprender de lo que es igual cuando el Dinamismo Creador decide que todo sea diferente? O… ¿Qué podría aportarnos la mediocridad de lo que es “gris”?.

A propósito de esta cuestión nos alecciona la Torah en boca de Yahweh: “Porque no eres ni frío ni caliente te vomitaré de mi boca”.

Bastará declararse creyente de alguna forma de religión o de alguna ideología, nativo de otro país o distinto en algún aspecto para que algunas personas precipiten un juicio, ¡generalmente negativo!, vean en la diferencia una amenaza, sin más, interpreten enemistad o cuando menos nos miren con reticencia.

Con frecuencia el ser humano es rápido en juzgar y tardo en comprender.

Todos sabemos que muchos en silencio se hacen notar considerablemente menos que unos pocos haciendo ruido con juicios precipitados y escandalosos. Estos pocos últimos, con su palabra o con su acción, justifican e incrementan la aversión generalizada de los demás, lo que es un disparate.

Si hemos de ser objetivos hemos de admitir que el fanatismo suele ser la consecuencia derivada de otros graves problemas que, por su complejidad, no abordaremos, pues no es la función de este comentario ya que sobre esta cuestión hemos escrito antes. Pero es públicamente admitido que las responsabilidades, en el ámbito que sea, no siempre suelen recaer sobre una sola de las partes.

Un ejemplo de apertura mental y tolerancia nos lo dio el universal murciano Muhyid-din Ibn al Árabi. Recibió el nombre de Muhyid-din por la relación que tenía su padre con Muhyid-din Abdul-Qader al-Jilani, otro gran sabio a quien fue a visitar a Bagdad.

Su primera educación, anterior a los ocho años, estuvo al cargo de dos mujeres de gran altura espiritual, Yasmin de Marchena y Fátima de Córdoba, ambas andaluzas. El profundo sentimiento de respeto que sentía por las diferentes vías de ascenso hacia Dios lo recibió inspirado, también, por el magisterio de estas sabias mujeres y de ello compuso, más tarde, los siguientes versos que, por su valor, repito nuevamente:

“Hubo un tiempo en el que yo rechazaba a mi prójimo si su religión no era como la mía. Ahora mi corazón se ha convertido en el receptáculo de todas las formas; es pradera para las gacelas y claustro de monjes cristianos, templo de ídolos y Kaaba de peregrinos, tablas de la Ley y pliegos del Corán. Porque profeso la religión del Amor y voy donde quiera que vaya Su cabalgadura, pues el Amor es mi credo y mi fe”.

Es el ser humano quien, en el ámbito espiritual, decide lo que quiere según lo que supone que necesita y en qué medida, ¡con plena libertad de criterio! y asumiendo la posibilidad de equivocarse. Este es su derecho de creación y su proceso de aprendizaje.

Por esta causa sólo “Dios” tiene la potestad de juzgar en este ámbito y nadie más puede premiar o sancionar las decisiones de las creencias.

Ciertamente, al observar la historia, vemos que con excesiva frecuencia que las religiones han hecho uso de “su verdad” como un ariete, más para empujar que para enseñar, habiendo olvidado la habilidad del encuentro en lo fundamental y soslayando lo que no es esencial. Esta es una reflexión que ha sido muy expuesta por la Tradición Sufi.

En el curso del diálogo, cuando es buenamente admitido, la divergencia de opinión es absolutamente procedente, siempre que la cortesía la acompañe, NO LA HOSTILIDAD, porque de lo contrario ¿qué función tendrían el dialogo y la libertad de criterio?, bastaría con imponerse por la fuerza.

Si alguien no es afín a cualquier creencia, ¡nadie!, excepto La Divinidad, tiene autoridad para la intromisión. En cuyo caso el consejo es dejar en paz a los demás y abstenerse de polemizar al respecto, incluso si el error nos parece evidente, según aconseja la Tradición.

En lo que respecta al espíritu, es el ser humano el único responsable de modificar sus actitudes, haga lo que haga en su elección espiritual le ha de ser respetado, pues en este aspecto sólo “Dios” juzga según su Sabiduría.

Refiriéndonos a la corrupción de las religiones, una sola mirada desapasionada, con la sana intención de saber, nos desvelará lo que ya debería de ser sabido en base a la experiencia, para todos y en todas partes: Que los orígenes de una idea y lo que algunas personas hayan hecho de ella posteriormente, pueden ser cuestiones divergentes e incluso antagónicas.

En la actualidad el Judaísmo, los diferentes Cristianismos, el Budismo, el Islam y etc., son algunos de los grandes ejemplos, siempre que para informarnos recurramos al origen. Pero nuestra valoración será errónea si nuestro recurso a los orígenes no fue bien contrastado, siempre que nos dejemos seducir por la ignorancia, el fanatismo o por la manipulación de los medios de información.

La prudencia, el sentido común y el deseo de conocer, pueden eliminar los obstáculos, favorecer la reflexión bien informada y facilitarnos el acceso a la gran riqueza de la línea espiritual que hayamos elegido.

Las diversas antiguas tradiciones mantienen diferencias en cuanto a método, formas externas, lenguaje, etc. Pero en lo esencial guardan una antigua y profunda sabiduría que las asemeja, porque el propósito es idéntico.

Uno de los ejemplos incuestionables de lo dicho es la Tradición Sufi, Maestra de todas las ciencias y de la más alta mística, de ingente literatura y cultura en todas las disciplinas, matemáticas, física, química, astronomía, medicina, botánica, etc. Muchos de los avances del saber actual se deben a esta antigua tradición.

¿Por qué pues, no podríamos aceptar que otros, a quienes hemos minusvalorado por sus diferencias, puedan enseñarnos lo que no sabemos? Una simple piedra puede mostrarnos todo un Universo y convertirse así en un vehículo de iluminación, ¿por qué no cualquier persona inesperada? Recuerdo aquella frase del Antiguo Testamento que dice: “La piedra que el cantero rechazó es ahora la piedra angular”.

Donde menos lo esperamos podemos hallar una nueva faceta, una nueva visión, un algo más insospechado.

Dice la Tradición: “De Él dependen todas las criaturas en los cielos y en la tierra; y cada día se manifiesta en otra faceta admirable”.

La diversidad es parte de la Dinámica Creadora y nosotros no podríamos evitarla aún cuando nos esforzáramos en ello. Así pues; ¿Cómo no aceptarla para aprovecharnos de la enseñanza que existe en cada una de las diversas facetas en las que El Creador se nos muestra?

“Y Él es quien ha creado todos los opuestos”. “Y en todo hemos creado diferencias”. 

Ya dijimos que los opuestos no son creados como bandos beligerantes entre sí, sino como contrapuntos, como referencias, como modelos de comparación y sobre todo como actores principales en la Gran Obra. Día y noche, masculino y femenino, frío y calor, invierno y verano, nacimiento y disgregación…

Nuestro tránsito por este periodo de la existencia no tiene por qué convertirse en un combate por la supervivencia, por la libertad de opinión o por ser simplemente diferentes. Este tipo de luchas son el producto de un ego desmedido, cuyo afán de dominio altera el equilibrio propuesto por el Creador.

Cuando el ego se autoproclama como maestro único es él quien dicta nuestra conducta. Es mediante la tiranía del ego y sus conceptos como juzgamos las cosas, no en razón de lo que son en verdad, sino de lo que pueden aportarnos en nuestro provecho. Es el ego quien codicia, y toma lo que no le pertenece. Todo puede ser convertido en objeto de uso para la satisfacción del ego. Es el ego quien, por miedo, rechaza aquello con lo que no está de acuerdo con su limitada visión, desprecia lo que no domina y arremete contra lo que puede oponérsele.

A este respecto se nos ilustra: “En verdad, el ser humano se vuelve sumamente soberbio cuando se cree autosuficiente; aunque, ciertamente, todos habrán de retornar a su Sustentador”.

Nada nos gobierna con tanta fortaleza como la ilusión producida por el ego a través de los conceptos creadores de las emociones.

El miedo a perder lo que se supone que nos pertenece y el deseo de obtener lo que no se tiene, son dos estados de ánimo que nos privan de libertad para ver, comprender y elegir en verdadera libertad. Estas son algunas de las causas que hacen del mundo un valle de lágrimas, aunque ya dije repetidas veces que no hemos sido llamados a la existencia para sufrir. Pues el mundo no tiene por qué ser un “valle de lágrimas”, como la religión nos educó para creer cuando éramos niños, sino un jardín de delicias y la antesala de otra Realidad donde aprender con esfuerzo, pero con gozo y en paz. Esto es lo que nos enseña la Tradición.

Decía un poeta: “Ha llegado una nueva primavera, exuberantes frutos reverdecen con tiernas fragancias exhaladas entre tiernos sonidos noctámbulos. Sosegada calma y eficaces preámbulos advirtiendo titubeantes miradas. Los recodos del alma enmudecen. Que no me ocupe ni el tránsito ni el gozo, el esfuerzo, el engarce o la soledad, la risa o el llanto, el discernimiento ni la santidad. Sino saber ocuparme de amar en paz”. Esto también es Sufismo.

Que los corazones se colmen de Paz.

                                                                                             S. Saíd

EL DERECHO PRUDENTE A LA DEFENSA,  Diciembre 2006

En La Presencia.

“Sin embargo, los que se defienden después de haber sido tratados injustamente no incurren en reproche; sólo incurren en él los que oprimen a otra gente y se conducen insolentemente en la tierra atentando contra todo derecho”.

Por el conocimiento de la naturaleza humana, que permite al agredido defenderse, es por lo que la Tradición, sabedora de la precipitación en nuestros juicios, también nos enseña con preferencia el ejercicio previo del discernimiento. No sea que, suponiéndonos agredidos por alguien a quien creemos malvado, actuemos precipitadamente haciendo daño a quien no pretendió hacérnoslo.

Se nos aconseja; “Si una persona malvada viene a vosotros con una intención deshonrosa, usad vuestro discernimiento, no sea que causéis daño a una gente por ignorancia…”.

Pero aún así, si uno es paciente en la adversidad y perdona, ¡ciertamente, he aquí algo que requiere en verdad de la mayor determinación!”.

Se nos ofrecen estas amonestaciones porque es frecuente la precipitación humana en el juicio, por ello se nos advierte de esta particularidad de nuestra naturaleza: “El ser humano está hecho de precipitación”. “Evitad la mayoría de las conjeturas sobre otra gente…, y no os espiéis unos a otros, ni murmuréis unos de otros”.

Si unimos el conjunto de estos pasajes, la enseñanza que extraemos de ellos es la siguiente: “No incurriréis en reproche si os defendéis de la injusticia, pero usad el discernimiento previo para no incurrir en error, pues como estáis hechos de precipitación debéis de evitar las conjeturas, pues podrían no tener fundamento. Por la misma razón no os espiéis para después poder murmurar de lo que no os guste de otros. En cualquier caso sabed que la paciencia en la adversidad así como el perdón, son más agradables a Dios”.

Perfección, justicia, bondad, así como cualquier otra noble cualidad, son conceptos que manejamos por comparación y según nuestra subjetiva percepción de la realidad, percepción que se modifica según el entorno cultural del tiempo en el que vivimos.

Nos aproximamos a las nobles cualidades, pretendemos engalanarnos con ellas, pero en el momento de aplicarlas lo hacemos desde el concepto que sobre ellas hemos adquirido durante el proceso educativo y, ¡sobre todo!, desde las emociones propias del ego.

Hay ocasiones en las que lo malo nos parece bueno y lo que es bueno nos parece malo, pues nuestros estados de ánimo modifican nuestra apreciación de las situaciones.

Lo que suponemos saber y lo que realmente sabemos determina nuestra “certeza”, aun conociendo previamente la relatividad de todo ello. Por esta razón se nos alecciona: “Sólo de Dios son los atributos de perfección”, porque… ¿qué es realmente malo o bueno?

El ser humano no tiene otra alternativa que la de manejar sus conceptos desde la percepción subjetiva y las limitaciones del observador que procesa, por lo tanto es natural que así sea. Pero también es cierto que se nos pide prudencia, pues la evolución del entendimiento nos exige relativizar nuestros juicios como un signo de progreso en la sabiduría. Es el signo de aquél que por mucho que sepa, sabe que no sabe y esto le obliga a ser prudente en sus juicios y valores, de aquí que se nos insista tanto en ello.

La percepción de justo o injusto, de bueno o malo, de ignorante o sabio o de cualquier otro par de opuestos, es una percepción sujeta a las limitaciones del ego, del personaje que juzga y valora lo que cree que percibe. Pero en la realidad… ¿Quién sabe qué o cuanto es lo que no percibe? ¿Cuánto se nos escapa?

Y sobre todo… ¿Tenemos la costumbre de preguntar por la intención de un gesto antes de enjuiciarlo? Valoramos los actos pero…, qué sabemos de las intenciones?

A causa de esta particularidad del ser humano es por lo que se insiste de diversas formas en la necesidad previa de la prudencia, dando más valor a la paciencia y el perdón. No vaya a ser que, desenvainando la espada de la “justicia”, causemos daño por ignorancia, así se nos recuerda que, en el ser humano, es más cierta la ignorancia que la sabiduría, pues está hecho de precipitación.

Sabemos que el ego dolorido nos seduce con notable facilidad y se justifica para cometer cualquier atrocidad aprovechándose de un hecho cierto; el indudable derecho que tenemos a ser tratados honestamente.

Pocas veces se considera que debido a la falta de conocimiento, las limitaciones de nuestra capacidad de observación y de nuestra fácil precipitación en la valoración de un acontecimiento, se cae en la misma deshonestidad de la que se hace responsables a otros.

Basta con que alguien nos agrade, que esperemos algo de él o que nos hayamos forjado sobre la persona una imagen deseada, para que cuanto hace y dice nos parezca acertado, profundo o al menos original. Pero… ¿hemos entendido antes de emitir un juicio excesivamente sobrevalorado?

Y si obviamente no hemos entendido antes, ¿cómo es que suponemos haber entendido después, cuando la persona en concreto ya no nos parece “tan estupenda” y emitimos el juicio radicalmente contrario? ¿No será que el ego juega con el enjuiciador según varían sus emociones o la necesidad de afirmar sus creencias?

Será suficiente con que una persona diga o haga algo que hiera el ego o defraude las expectativas del enjuiciador, para que caiga en desgracia ante sus ojos. Especialmente cuando sus expectativas no se cumplan y por ello se sienta engañado y necesitado de justicia, ¡cuando no de venganza!

El enjuiciador se siente en la imperiosa necesidad de ¡poner las cosas en su sitio!, -“según su acertado criterio”-, de publicar su “descubrimiento malo”, y sintiéndose paladín de “la verdad” lo propaga entre todos los que quieran escucharle. Así, llamando al descontento, a la crítica y a la duda, justifica su acción con el pretexto de proteger a otros “probables incautos”.

En realidad sólo necesita reafirmar su acción y para ello engrosa las filas con aquellos que todavía no están en un sitio ni en otro. Cuantos más somos más razón tenemos, pero… ¿desde cuándo la magnitud del número es garantía de certeza? ¿Acaso no conocemos la historia del ser humano y sus despropósitos protegidos y justificados por multitudes?

De la noche a la mañana se convierte al amigo en enemigo, al Maestro en un impostor, a la fiel esposa en ramera y con la misma prontitud con la que antaño llamaba a otros a postular en “nuestras filas”, ahora se apresura en advertirles para que se alejen de ellas.

Se juzga una apariencia y una intención que, normalmente,  está oculta y se hace sin preguntar, sin dejar espacio a la duda. Así se convierte en verdad indiscutible lo juzgado y se induce a otros para que compartan la imprudente opinión.

De esta forma, en grupo, se refuerza y confirma la “certeza” y el criticador satisface cualquier frustración, sintiéndose apoyado por la valoración a la que incitó a otros. La cuestión es; ¿Se hace todo esto por favorecer a los demás o porque se destila el veneno del ego herido?

De esta manera el enjuiciador multiplica en sí mismo los errores de los que acusa a otros y aunque pudiera tener alguna razón, su comportamiento, más producto del orgullo dolido que del equilibrio razonado, le desautoriza.

Nada hay tan peligroso y destructivo como el ego del personaje humano, basta con que tenga ardiente deseo de algo para que por conseguirlo justifique cualquier acción. Basta con que se sienta dolido por cualquier causa para que desate todas sus iras y, beligerante, levante el estandarte de sus “justas razones”.

El ego es como una serpiente dormida, si la rozan se enerva rápidamente con la intención de agredir, pero al igual que la serpiente que al cortarle la cabeza se convierte en una cuerda, el ego sabiamente educado es un aliado, como ya dejamos dicho.

Pocas veces y no muchas personas, comprenden que el acto que perciben en otros y la intención por la cual se desarrolla dicho acto, no son igualmente valorables. El acto es visible y valorable, pero la intencionalidad nos está oculta, salvo que preguntemos y se nos desvele.

Podemos mostrarnos en desacuerdo con un gesto que puede ser incompatible con lo que creemos, podemos incluso valorarlo, pero lo que no podemos hacer, salvo que afrontemos el riesgo de una flagrante equivocación, ¡es juzgar la intención con la cual el gesto se hizo! y en ningún caso divulgarlo.

La Tradición es abundante en proclamar el respeto a la intimidad: “Si tu hermano comete una falta, cubre su falta bajo tu manto”.

Una acción de otra persona, cualquiera que sea la acción, no siempre ha de ir en consonancia con la intención que suponemos. Es más, podemos incluso decir que si la intencionalidad que nosotros suponemos se aproxima al propósito de quien actúa, su valoración del propósito y nuestra valoración, con toda probabilidad tampoco concuerden.

Podemos y según en qué casos debemos, valorar lo que observamos, pero no podemos emitir un juicio acertado sin preguntar el por qué de las cosas, las razones de un acto, la intención con la que se realiza, las causas que lo promueven, etc., y aún así no nos asiste el derecho de violentar la intimidad.

Ninguno de nosotros es suficiente a sí mismo, todos necesitamos de todos y de todo durante el proceso de nuestro aprendizaje, por esta razón las causas por las que algo se hace deben de ser conocidas antes de ser valoradas.

En cualquier caso la descortesía, la falta de prudencia, el juicio sobre la intención desconocida o la agresión en cualquiera de sus formas, nos alejan con toda certeza del sendero de evolución integral, aunque tengamos la “certeza” de nuestro juicio.

La imprudencia en los juicios sobre las intenciones o en la valoración sobre las acciones a medias conocidas, quizás nos aparte de algo que pudiéramos haber conocido y de lo que la precipitación del ego nos aleje. Sólo “Dios” es autosuficiente.

La Tradición, sabedora de las deficiencias del ser humano por su juicio precipitado, aconseja consultar con las personas interesadas, escucharlas y razonar con ellas antes de valorar. Se nos dice: “…tienen por norma consultarse entre sí en todos los asuntos de interés común…”

Pero si después de la consulta y el razonamiento, no hay acuerdos, el respeto por las diferentes opciones es prioritario por encima de las propias convicciones, ¡por evidentes que nos parezcan! ya que: “No cabe coacción en asuntos de creencia”

Un ejemplo relativo a la dificultad que se tiene para juzgar las intenciones o para valorar lo que somos, es lo concerniente a la necesidad de colocarse “etiquetas” para definirse o para definir a otros, pues con frecuencia la etiqueta confunde o encadena. Yo soy…, fulano es…, son inicios de certezas arriesgadas.

La precisión sobre lo que somos o son otros, exige de nosotros una gran dosis de humildad y sabiduría, y esto es aún más delicado cuando se trata de emitir un juicio de valor sobre alguien.

Generalmente se tiende a no considerar la complejidad de los contenidos en una persona, la diversidad de sus posibilidades y se prioriza la fantasía creada sobre el adjetivo del que nos apropiamos o con el que tenemos la osadía de calificar a otros.

Veamos este ejemplo que nos afecta directamente. Cuando decimos: “soy Sufi”, ¿Qué estamos diciendo realmente?

La palabra “Sufi” sería un adjetivo para definir a una persona, es por lo tanto el continente que guarda, como contenido, un aspecto de esa persona, y ¡no su totalidad!.

Pero ¿qué queremos decir cuando decimos Sufi? ¿Qué es Sufi? Según unas versiones Sufi es alguien vestido con lana, pero teniendo en cuenta que hoy son pocos los que en el mundo se visten a la antigua usanza, debería de haber muy pocos Sufis en Oriente y menos aún en Occidente.

Según otras versiones Sufi es equivalente a filósofo o sabio, pero ¿quién puede asegurar la sabiduría en otra persona?, sería necesaria una prolongada convivencia o que el sabio se nos desvelara, lo que no es habitual.

Ya dijimos que otra consideración, muy frecuente, es la de suponer que se es “más Sufi” cuando se practican ciertos ejercicios y rituales en lengua árabe, se adoptan costumbres árabes y se utilizan habitualmente ropajes exóticos.

Son demasiados los “maestros” orientales que transmiten este criterio y no pocos los “discípulos” que lo asumen como cierto siendo mentira.

Según lo dicho; una ropa medieval, un discurso filosófico, cierto bagaje literario, el conocimiento de una lengua y la práctica de rituales en árabe, nos harán ser Sufis.

Aún siendo cierto que lo anteriormente dicho pueda tener su utilidad, en según qué contexto y entre según qué personas, en la realidad un Sufi no es más que un aspirante al descubrimiento del Dios interno y a su unión con Él según el dicho: “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor”.

En el seno de la Tradición no importa la lengua en la que se hable o lo que se haga, exceptuando la fidelidad a los ejercicios prescritos por el guía. No importa el apelativo con el que nos designemos o la cantidad de lana con la que vistamos. Si en la práctica se es un buscador se es un Sufi.

Así como tampoco importa cuanto sea lo que se haga o si se tiene todo lo anteriormente dicho, si en el corazón no germinó la semilla del espíritu nadie será Sufi aunque guarde la apariencia externa.

El Sufi, por lo tanto, no se caracteriza por la práctica de unos cuantos ritos, ni por el adjetivo con el que se le designe, ni por la lengua en la que se dirija a su Creador, sino por su estado espiritual. Un Sufi puede ser musulmán, judío, cristiano o etc., y esto es algo que no puede ser valorado fácilmente.

Queda pues claro que en el Sufismo, al igual que en cualquier otra tradición, lo fundamental es a dónde se llega y no tanto la forma exterior para alcanzarlo, ya que esta no puede ser inmovilista sino que ha de ser adaptable al tiempo y circunstancia del discípulo. Con todos los adjetivos o sin ninguno de ellos, con todos los beneplácitos o todos los desprecios, el Sufi no dejará de ser lo que es.

El propósito o la intencionalidad en un momento determinado, no ha de ser necesariamente válido en otro momento diferente. El Sufi es “hijo” del instante.

Por lo tanto es fundamental que en la valoración de una actitud tengamos en cuenta la capacidad de percepción de la persona que valoramos, pues su forma de entender afecta a sus creencias y comportamiento, lo que en parte nos es desconocido. En cuanto a la diversidad de entendimientos, la relatividad del concepto y la prudencia necesaria en su valoración, es un tema del que también hemos tratado en anteriores trabajos.

Una enseñanza puede mantener su valor permanente en cuanto al contenido y no necesariamente en cuanto a la forma. O puede que una promulgación dada para resolver un problema planteado en una época pierda su valor en otro tiempo. De la misma manera en la que tanto la forma como el contenido adquieran valor permanente.

La mente humana no se satisface con la posesión de algo, pues una vez que algo es poseído rápidamente viene el hastío y la necesidad de más. La mente humana se encuentra viva, dinámica y satisfecha cuando se sabe en actitud de búsqueda.

Por esta causa decíamos que los libros de la Tradición necesitan del discernimiento del ser humano, de la indagación, tanto como el ser humano necesita de la Tradición.

Podría decirse, si bien se entiende, que las certezas absolutas son el germen de la ignorancia, ya que tales “certezas” son la causa del inmovilismo contrario a la dinámica permanente de la Creación. Son la causa del fanatismo intolerante, ¡radicalmente contrario a cualquier propuesta de evolución!

En cierta ocasión alguien me dijo con gesto violento: “yo no opino, ¡yo sé!”. Pobre “sabiduría” es esta de las certezas incuestionables, acuñadas por otros y puede que en otros tiempos, pues son las que cierran la mente a la propia perspectiva del cambio imprescindible en el progreso, son las que cierran los ojos y los oídos a la diversidad de sonidos y colores. Son esas certezas heredadas, intocables, las que anclan al hipotético discípulo de las rutas espirituales en sus presupuestos, tan ávidamente atesorados durante años de prácticas, de conocimientos leídos y que, al final, se convierten en una espiral sin más salida que la del placebo emocional.

Anteriormente hice referencia a un gran Maestro de la antigüedad, Ibn al-Yalla Dimashqi, quien nos dejó esta breve reflexión para la posteridad:

“El Sufismo es una esencia sin forma, porque las formas pertenecen a la humanidad en cuanto a la conducta, mientras que la esencia que se guarda en la forma pertenece a Dios”.

Repetimos insistentemente que las formas, los ejercicios, los rituales y las emociones derivadas de todo ello, son herramientas válidas en los comienzos. Pero no todas las formas tienen el mismo valor para todos los que se inician, ni aún todos los tiempos necesitan de las mismas formas. Puede que sea un error mantener la misma liturgia de un ejercicio en el decurso de los siglos y es un grave error transmitir una enseñanza en un idioma ajeno al destinatario.

En los inicios de la Tradición se dijo; “Hablad a cada pueblo en su propia lengua”

Las liturgias foráneas venidas de lejos producen mejor efecto placebo por su exotismo, pero no contienen más valor que el de un estado emocional que ha de ser transitorio (cuando no confuso), pues llegará un momento, cuando hayamos avanzado el proceso en la evolución, en el que todos los saberes, todas las formas, todos los ritos y emociones nos sean retiradas, por esta razón no conviene que el discípulo se aficione a ellas.

Será labor del Maestro inducirle a establecer la diferencia entre el tiempo de la liturgia y el tiempo del desprendimiento, para que se prevenga de tal adicción, pero si la adicción ya está establecida no será fácil encontrar discípulos dispuestos a tales renuncias.

Generalmente el discípulo preferirá la seguridad de lo que ya conoce y renunciará apasionadamente a todo cuanto le deje desnudo y sin “la seguridad” que “sus saberes” le ofrecen. En este caso el discípulo quedará anclado en el estado devocional y sujeto a su adicción por las emociones “espirituales” que el ego recibe del “mérito de su práctica”.

Este estado de “mensajería” es el más común en la mayoría de los practicantes y suficiente para aquellos que en él se encuentran satisfechos, pues cada vasija tiene su medida, y “para cada uno de vosotros Hemos dispuesto un camino diferente”.

También hay discípulos, los menos, que no se conforman con “los mensajeros”, según recitaba el místico poeta S. Juan de la Cruz; “No quieras enviarme de hoy más mensajeros, que no saben decirme lo que quiero. “Para llegar del todo Al Todo, hay que dejar del todo a todo, pues quien no deja del todo a todo, no tiene en Dios su tesoro”.

                                                                                                 S. Saíd

LA PRUDENCIA EN LOS JUICIOS:

Se dice que, en cierta ocasión un conocido de Sócrates, el filósofo griego, se acercó a él para comentarle lo siguiente; ¿Sabes de qué me enteré sobre fulano?

Antes de escuchar el comentario, Sócrates dijo: “Espera un momento, pasemos lo que me quieres comentar por lo que yo llamo el triple filtro.

Primero; ¿estás seguro de que el comentario es totalmente cierto? El conocido reconoció que no tenía la seguridad, tan sólo lo oyó decir a otros.

En segundo lugar, preguntó Sócrates, ¿lo que me quieres decir sobre fulano es algo bueno? ¡No, no! respondió el otro, en absoluto, más bien es lo contrario. Entonces, dijo Sócrates, el comentario es malo y no tienes constancia personal de su veracidad.

La tercera cuestión es esta otra; ¿lo que quieres decirme es bueno para mí? Pues no lo creo, tan sólo te informo de un comentario que circula.

Sócrates concluyó; Si no tienes evidencia personal de tu comentario, ni es algo bueno, ni me beneficia en nada pero perjudica a la otra persona, ¿por qué querría yo saberlo?

Esta enseñanza atribuida a Sócrates, contra la crítica y el juicio, es una constante en todas las antiguas y nobles tradiciones originales, como el Sufismo. A ella invitamos al lector de este contenido.

La elección de un método inteligente de comportamiento ha de elevar la percepción de la existencia, proponer metas alcanzables de felicidad y armonía y ser coherente con el total de la dimensión humana. Sin renunciar a una saludable y necesaria concepción festiva de la vida. Esta elección suele ofrecer alguna que otra dificultad derivada de la relatividad de nuestros conceptos y etiquetas, lo que presuponemos y  los convencionalismos que, tradicionalmente, mantenemos firmemente arraigados.

                                                                                                 S. Saíd

EL LENGUAJE DE LA VIVENCIA INTERNA ES UN SILENCIO LLENO DE CONTENIDO día 9 de Marzo 2007

En La Presencia

Ya sabemos que el ser humano, en la medida de su necesidad para mejorar la comunicación, elabora un lenguaje cada vez más complejo. La utilización de un vocabulario extenso, rico en matices, se ha ido desarrollando en consonancia con la evolución de cada una de las sociedades.

Disponemos de un lenguaje popular, de otro tecnológico, de un lenguaje comercial, de otro lenguaje para definir y expresar niveles o estados emocionales, un lenguaje religioso, etc.

Pero en lo que respecta a la evolución integral y llegados a determinados estados de la conciencia, el lenguaje, sea cual sea, se muestra insuficiente para definir o compartir, la experiencia interna de La Presencia Trascendente. Llegará un momento en el que el lenguaje no sólo no ayuda, sino que se convierte en un serio impedimento.

El lenguaje es conceptual y pertenece al ámbito del ego, de su capacidad de entendimiento y percepción, de la cultura en medio de la que se desarrolla, etc. A través del lenguaje podemos expresar los conceptos que elaboramos en nuestro entorno, de cuanto conocemos o creemos conocer y según el momento, según el estado emocional o la información parcial que manejamos, etc.

Nuestros conceptos, son elaborados a partir de nuestra apreciación localista y subjetiva, así pues son inestables y por lo tanto deben de estar sujetos a la evolución, al igual que el lenguaje que los define. Las experiencias emocionales, egoicas, pueden ser más o menos descritas por este lenguaje, por intensas que sean, en tanto que las experiencias del espíritu-conciencia son, cuando menos, difíciles de definir y frecuentemente imposibles, pues no se encuentran en plano conceptual y por lo tanto no pertenecen a las posibilidades de la inexactitud del idioma cambiante.

La alegoría poética suele ser el recurso de expresión para las grandes emociones que, aún superando los niveles habituales, son elaboradas por el concurso de los sentidos. Tales emociones siguen perteneciendo al recinto del ego como perceptor de todo cuanto es materia, pero tan sólo intuidor de los planos profundos de La Conciencia.

En cambio el gnóstico, impelido en ocasiones por la “obligatoriedad” de mostrar su experiencia, se “enreda” en giros poéticos de extraordinaria belleza. Aunque tales poemas inflamados de amor, no dejan de suponerle la frustración propia de quien quiere mostrar algo que le sobrepasa y para lo que el idioma no es capaz de crear el vocabulario preciso.

El ego puede intuir, coquetear y relativamente “conocer” los planos del espíritu, pero por su naturaleza material y transitoria no puede alcanzar la plenitud del conocimiento que se guarda en estos niveles.

El ámbito de La Conciencia-Espíritu puede ser intuido por mediación del ego, ya que este es el soporte necesario para La Conciencia en la Creación. Pero La Conciencia-Espíritu no puede transferir su propia naturaleza en forma de conceptos.

Por lo tanto es función de la Conciencia ir desplazando el protagonismo del ego, que separa, con el fin de que sea Ella quien tome las riendas de la evolución utilizando al ego como instrumento, no como adversario.

No obstante, alcanzado cierto estado en el proceso de evolución, los conceptos adquiridos sobre la “materia” y el “espíritu”, que antes se apreciaban separados desde la percepción muy limitada del ego, se extinguen. 

Gracias al conocimiento de la Unicidad, adquirido vivencialmente y no sólo teóricamente, Conciencia y materia dejan de ser aquellas realidades antes diferenciadas, para entenderse como Una Única Sustancia expresada bajo diferentes apariencias y atributos.

La conciencia ha ocupado el protagonismo de reunificadora de cuanto fue separado (todo es Uno y Uno es todo) y por ello se convierte en dirigente de nuestro destino en lugar del ego.

Llegado a esta situación el espíritu-conciencia reconoce vivencialmente La Unicidad, de tal forma que conciencia-espíritu y materia, uno y otra, se descubren como receptáculo del verdadero Residente; “La Causa Creadora”.

Ambos, Conciencia y organismo, se reconocen conformando en Lo Esencial dos niveles diferenciados en lo aparente, pero componentes de la Única Realidad posible y, por lo tanto, sabiéndose Uno con la totalidad del Universo, aunque ejerciendo diferente función en la dualidad humana a semejanza del Creador, Uno y Múltiple a la vez, una certeza que no necesita de la fe para entender lo que la ciencia ya nos demuestra.

Incluso el lenguaje religioso que, hasta llegar a este estado de Consciencia en la Unicidad, era útil en la comunicación y servía para comprender, comunicar, acercar o separar y diferenciar, se convierte en vehículo de inexactitudes, de insuficiencia, de separatividad y de confusión.

Durante el proceso de reunificación, desaparecen las distancias y por el desvanecimiento de lo dual, ante la Conciencia, se descorre el velo de la multiplicidad en la creación haciéndonos evidente la Unicidad Universal. La multiplicidad criatural no deroga el Principio de Singularidad, sino que lo reafirma.

Llega un momento en el que el lenguaje religioso que antes era necesario, ya sea para la invocación, la oración, etc., se percibe ahora como un elemento que alimenta la idea de separatividad, suponiendo un conjunto de realidades de diferente naturaleza, que separa “lo que está unido” y fortalece la distancia.

Así, el lenguaje religioso, tan necesario para la comunicación y desarrollo durante los primeros estadíos en la evolución, produce ahora un sentimiento de inquietante inexactitud en el espíritu del gnóstico, ya que le parece dispersador, pues desde la Unicidad que experimenta se pregunta: ¿Quién habla con quien?

Así es como la contemplación de los misterios no tiene otro destino que “el propio corazón universalizado”, y siente que la oración discursiva, las palabras, apuntan en otra hipotética dirección inexistente y le sugieren algo semejante a “una herejía” (sea este término bien entendido en su relatividad).

Por estas razones todos los textos que conocemos como vehículos de La Revelación, en todas las tradiciones, son textos escritos en un lenguaje que oculta o revela según ante quien, más de un solo contenido. Así pues, una exégesis literalista del texto considerado revelación, no sólo es limitada o inexacta, sino que además puede conducir a interpretaciones disparatadas.

Como un ejemplo de lo dicho diré que el exegeta Imám Yafar Sadiq, fallecido en el año 756 en Medina fue, como sucesor en el imanato de su padre Muhammad al-Baqir, el sexto de los doce primeros Imanes. En su estudio del Corán dice que el texto fue revelado en un lenguaje polivalente: lo literal (´ibâra), lo simbólico (isâra), lo sutil (latâ´if), y lo real o esencial (haqâ´iq).

La percepción del contenido de cualquier texto inspirado varía en dependencia del nivel evolutivo de cada conciencia.

La gran mayoría de las personas utilizan la religión como un placebo, como un refugio o como una respuesta sembrada de mitos que satisfaga sus temores sobre “el más allá”. Esta posición no es ni deseable ni criticable, cada persona es todo un universo y nadie está autorizado a intervenir en la vida espiritual de otro.

También es cierto que son estas personas la cantera más propicia para extraer de ella los fanatismos más furibundos, las posiciones más intolerantes y  las guerras mal llamadas de religión, ya que la religión jamás puede suscitar violencia alguna.

Sin embargo hay personas capaces de diferenciar entre símbolo y literalidad, habrán adquirido la posibilidad de vivir su espiritualidad adaptada a su tiempo y lugar, con apertura de mente, tolerancia hacia otras alternativas y exentos de toda beligerancia. Habrán captado la relatividad del concepto circunstancial sujeto al lenguaje que es, con frecuencia, insuficiente al manifestar la experiencia del gnóstico, tal como venimos diciendo.

Estas personas ya no están sujetas a ninguna estructura litúrgica, a ningún concepto inamovible o a ningún lenguaje. Aunque impelidos por la necesidad de hacerse entender, lo utilicen. Se han liberado de las ataduras de las formas pues, si bien han evolucionado desde alguna de ellas, ahora habitan donde todas las posibilidades tienen cabida.

“Hay muchas moradas en la Casa de Dios”, decía Jesús de Nazaret.

Cada nivel de percepción se corresponde con un estado de la Conciencia-espíritu y todo cuanto se supone haber entendido en un estado anterior es, aunque necesario en ese estado, abolido por insuficiente al trasponer el dintel del estado siguiente. Así hasta la desaparición de todo concepto y de toda imagen.

De aquí que el gnóstico pueda participar de todos los niveles y moverse entre uno y otro según mejor convenga a la función de servicio que realice, pues vive “donde todas las posibilidades tienen cabida”.

Al vivir donde todas las posibilidades tienen cabida, el gnóstico encubre su espiritualidad bajo una especie de metamorfosis, propio de quien oculta su estado. Esto tiene tres propósitos.

El primero es el propósito propio del servidor, de quien ha de adaptarse a cada persona y a cada circunstancia en el tiempo y en el lugar, como mejor forma de hacerse comprender. El segundo propósito es el de ocultar su verdadero nivel espiritual para no correr el riesgo de ser ensalzado. El tercero tiene como fin no despertar el recelo de quienes precipitan el juicio sobre las apariencias, pues se perjudican a sí mismos, ya sean los conformistas, los fanáticos, los beligerantes y ese largo etc.

Ya dijimos que quienes todavía no han alcanzado el conocimiento de Sí Mismos interpretan La Realidad Esencial de forma fragmentaria. Conocen Su existencia, pero no viven Su experiencia, por lo que estarán limitados a una interpretación sujeta a conceptos vulgares.

Los más problemáticos son aquellos que, por ser portadores de un amplio bagaje de erudición literaria, suponen que han traspasado la frontera entre uno y otro nivel de entendimiento. Esgrimiendo sus conocimientos de biblioteca se permiten corregir, menospreciar e incluso agredir, ya sea de palabra o incluso a veces de hecho. Es entre estas personas donde crece la semilla de la intolerancia, del fanatismo más furibundo o de las posiciones beligerantes, siendo ellos mismos los más perjudicados.

Es el momento de recordar las palabras de Jesús de Nazaret: “Todas estas cosas se las revelé a los “ignorantes” y se las oculté a los eruditos”.

O las palabras de Muhammad: “No critiquéis y buscad la sabiduría, aunque para ello tengáis que recorrer todos los caminos de la tierra”.

Por todas estas razones insisto con frecuencia en la meditación de esta frase de la Tradición; “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor. Y quien conoce a su Señor conoce el rico, prudente y sabio lenguaje del silencio”.

                                                                                                S. Saíd

SOBRE EL TEMA RELIGIOSO. 10 Julio 2007

En La Presencia

Estos comentarios ya fueron publicados y al igual que cualesquiera otros forman parte de lo que yo creo en conciencia, son mi reflexión y por lo tanto no deben de ser aceptados sin más por otras personas.

Algunas de las afirmaciones que hago están apoyadas en el conocimiento del devenir histórico. Otras, en cambio, no son sino mis propias opiniones, ya que a tenor de cuanto escribo no considero que yo sé, más bien considero que tengo opiniones.

Pero en cualquiera de los casos, el hecho de que yo afirme una posibilidad no supone que niegue otras, sino que ese es mi criterio y como suelo decir, todo debe de ser meditado y contrastado por los lectores.

Aquello en lo que pudierais estar de acuerdo os será útil en el acuerdo y en lo que no lo estéis os será beneficioso al estimularos en la búsqueda de otras respuestas. De cualquier modo, tanto lo uno como lo otro, nos servirá en el transcurso del aprendizaje pues, como ya sabemos, el aprendizaje no es sino un proceso de confrontación entre posibilidades, ¡no de antagonismo¡

Uno de los datos históricos que deben de ser tenidos en cuenta a la hora de enfrentarnos al tema religioso, a grosso modo, es que todas las religiones sin excepción, a partir de la desaparición de sus fundadores han padecido manipulación posterior por parte de aquellos que se proclamaron sus seguidores.

Por ejemplo: Siddhartha el Buda, enfrentado a la imposibilidad de describir La Divinidad, obvió toda referencia a Ella, limitándose a predicar sobre el proceso hacia el estado de iluminación que, una vez alcanzado, daría a entender la complejidad de tal silencio.

Si alguien le preguntaba por el Nirvana decía; “Cuando llegues lo entenderás”.

No mucho después de su muerte sus “seguidores” lo idolatraron, convirtiéndole en una especie de dios al que rinden culto, al que se pide y del que se espera, pervirtiendo así el propósito del fundador.

El judaísmo pasó de la sencillez original al laberinto de normas e interpretaciones que hicieron de él un imponderable. Así les increpaba Jesús de Nazaret; “Habéis cargado tanto los hombros de los que os siguen que no les dejáis salvarse a ellos y no os salváis vosotros”.

Con el cristianismo sucedió algo semejante. La prédica de Jesús iba dirigida a “las ovejas perdidas del pueblo de Israel”, a los judíos, no a gentiles ni a samaritanos. No tuvo otra pretensión que la de retomar la sencillez perdida de la Revelación Abrahámico-Sinaítica. Pues; “No he venido para abolir la ley y los Profetas, sino para que se cumplan”.

No pasó mucho tiempo, tras su desaparición, sin que los seguidores de Pablo de Tarso le divinizaran y, sobre él, crearan toda una pléyade de cristianismos, como ya conocemos.

Tampoco Muhammad pretendió fundar una nueva religión, sino recuperar aquella sencillez primigenia que ya predicaron, antes de él, otros Profetas e Iluminados. Muhammad, por lo tanto, no se consideró a sí mismo fundador de una novedad, sino sucesor y restaurador de una línea de Revelación.

Muhammad transmitió su experiencia en su propia lengua, como es lógico, pero sin hacer del árabe una lengua semi-sagrada y de casi obligatoriedad para sus discípulos de otras áreas del mundo, como hoy pretenden tantos ulemas, haciendo del árabe la lengua del “Paraíso”.

Quizás considerando la Revelación patrimonio de toda la humanidad y todos los idiomas dignos, Muhammad advirtiera:

“Un árabe no es mejor que otro hombre”. “Hablad a cada pueblo en su propia lengua”.

Salvo excepciones, que las hay, no es el “pueblo llano”, ignorante en los recovecos de teologías y certezas dogmáticas, el causante de tamaños disparates, no, sino los intérpretes eruditos que los incitan como creadores de las “líneas maestras” que no han de ser cuestionadas.

Estos son los responsables, inducidos en muchos de los casos por los intereses del poder dominante, que siempre vio en las religiones un medio óptimo de control de masas. ¿No fue por esta causa por la que Jesús increpó a los judíos y Muhammad prohibió las dinastías reales y las castas sacerdotales?

La “verdad” religiosa ¡no es un axioma científico!, sino una opción de fe individual y por lo tanto digna de todo respeto.

Pregunten a cualquier religioso por su fe y verán cómo, salvo muy raras excepciones, todos dirán que la suya es la única verdadera.

Hace tiempo publiqué un antiguo cuento de la Tradición.

Cuenta de un erudito que menosprecia a un pastor por no rezar según la ortodoxia y cuando el erudito se aleja del pastor escucha una voz que le impreca; “¿Quien te autorizó a meterte entre mi amigo y Yo?”

Pero como en todo, también para cualquier aspecto de estos comentarios debe de haber honrosas excepciones. Siempre escribí, y mantengo, que la erudición ocupa un papel insustituible en el desarrollo de las sociedades. Nos aporta datos y criterios enriquecedores y logra ayudarnos a percibir factores que pudieran habernos pasado desapercibidos, pero…, la erudición no puede autorizarse a sí misma para convertir la religión en una losa que aplaste la libertad de conciencia con el pretexto de protegernos de “la herejía”.

¿Qué sería de la libertad con la que hemos sido creados, si se nos condenara por movernos entre el acierto y el error probables, consecuencia natural de cualquier proceso de desarrollo? ¿Acaso toda la humanidad está desviada y condenada eternamente cuando su experiencia religiosa no es como la de cualquier otro, sea este sabio o ignorante? ¿No hay sabios y también ignorantes en todas las disciplinas, incluidas las religiosas?

Es en cuestiones del espíritu donde cada cual ha de creer lo que buenamente pueda con la mejor información de la que disponga, pero sin presiones ni desprecios, según enseña el sentido común, pues; “Para cada uno de vosotros Hemos decretado un camino diferente”.

¿Quién tiene la garantía absoluta de que su creencia es la única posibilidad de acercamiento al Creador? Como ya he dicho; en las cosas del espíritu no existe el axioma científico como certeza irrefutable, sino la aproximación intuitiva y la buena fe. Hemos visto a sesudos eruditos entrados en años, de largas barbas blancas, venerados por las masas enfervorecidas, expositores de la única religión “verdadera”, pero que incitan a la masacre, al terror y a la intolerancia.

Habiendo dejado clara la importancia de la erudición, nuevamente afirmo que son los eruditos religiosos los que establecen las “líneas maestras” diferenciadoras del antagonismo y la condena.

También son los eruditos quienes, con sus conocimientos, pueden asistirnos en lo que no sabemos, pero también son ellos los que incitan a las gentes a posicionamientos beligerantes. Son ellos los artífices de la interpolación sobre los textos, los creadores del laberinto que dificulta, complica y pervierte el sentido original. Son ellos los que recortan las conciencias y privan al espíritu de su libre vuelo. Son ellos los que incitan a la confrontación armada, los que condenan, los que apedrean, los que queman en la hoguera inquisitorial, los que imponen sus saberes y limitan las conciencias.

Y sólo, cuando son verdaderamente sabios, se abren al diálogo, a la diferencia de opiniones sin condenas ni imposiciones y, de ser así, también son los que pueden ilustrarnos. Pero no por esto sus opiniones han de ser aceptadas sin más, sino contrastadas bajo un sano criterio propio y si es necesario de otros tan eruditos.

En el marco de cualquier tradición hay muchos criterios que pueden sernos útiles o no y esto dependerá del sano juicio de cada persona, de su percepción de la realidad, de su cultura, de su posición espiritual, en definitiva de su conciencia donde nadie está autorizado a intervenir.

Cualquier práctica religiosa, venga de quien venga, podrá ser aceptada o no, pero nunca puede haber motivo de agresión o ninguneo por parte de otros criterios que respetuosamente no invalidamos, ni tenemos este derecho, aunque no sean los nuestros.

El Profeta Muhammad decía que las tres cosas que más ama Dios del Islam son; “La sencillez, la sencillez, la sencillez”.

Siglos más tarde, un gnóstico de la Tradición haría suya esta afirmación diciendo: “Haced las cosas con sencillez, no las hagáis difíciles, pues en la sencillez ya encontraréis suficiente dificultad”.

Esto es lo que creo en conciencia y será de nuestra conciencia de lo que hayamos de rendir cuentas, no de la conciencia de otro por sabio que lo consideremos.

Repito nuevamente, ¡nadie crea que me niego a la erudición!, al contrario, la estimo ¡en gran medida!, y creo que erudición y sabiduría no han de ser antagónicas, sino complementarias. Pero antes de hablar bien de la miel primero hay que ser abeja. 

Hay en la actualidad verdaderos Maestros del espíritu, o diciéndolo de otra forma, personas de un alto nivel espiritual cuya experiencia nos puede ser de gran ayuda, pero estos pocos, que difícilmente se acreditarán con las herencias paternas, suelen estar ocultos y con muy pocos discípulos.

Ya escribí, hace tiempo, que el primer paso en la evolución del espíritu para todo buscador se encuentra en su entorno cultural, en el conocimiento previo de su propia religión antes de buscar fuera lo que ya pudiera encontrar dentro, pero es muy probable que, más tarde, haya de enfrentarse a las limitaciones que pretendan lastrar su propio vuelo y se decida a buscar más allá.

El Sufi es un senderista y ha de senderear por tantos caminos como puedan serle útiles, aprendiendo de todos, sin menospreciar ninguno y sin que esto se convierta en la adicción del que “pica” en todo pero no come de nada.

En una de mis visitas a Jerusalén tuve un encuentro con tres personajes de altura espiritual y los cuatro estuvimos de acuerdo en esto; el tiempo de las luchas por las diferencias inter-religiosas debe de ser sustituido por el respeto, al fin el ser humano adorará a su Dios en libertad, más atendiendo a los que nos une que a lo que nos separa.

Lo que nos une es cuanto tenemos en común, las diferencias respetuosas son las que nos enriquecen.

Como se dijo; nadie debe de talar el árbol que da fruto y además intentar hacer astillas con él. Si alguien comete errores, a juicio de quien sea, hablemos primero con él y si no acepta nuestra opinión respetemos la suya, aún cuando no la compartamos.

Dejemos espacio, como se nos pide, para que cada cual se desarrolle como en buena conciencia sepa hacerlo, pues ¿no hay un camino para cada uno? Por esto no intentéis dinamitar otros senderos, no hagáis de la religión un tribunal sino un lugar de encuentro, respetar las diversas opiniones y considerar que todo esto no es sino una escuela de acercamiento donde todos aprendemos.

                                                                                                 S. Saíd

EL RESPETO, 10 de Septiembre 2007

En Presencia

Siempre, pero especialmente en los periodos dedicados a la reflexión y la modificación de posturas, hemos de plantearnos si lo que hacemos se configura más en la cortesía que entre los cascos de lo apocalíptico,   según la prudencia del sabio y el bien hacer de la convivencia entre lo diferente.

Pero las patologías comportamentales unas veces, la necesidad de hacerse notar, de llamar la atención, o la ignorancia revestida de datos mediatizados, corrompidos o interesados en otras ocasiones, hace que, cuanto debiera de ser sencillo en el diálogo o en el respeto hacia la diversidad, se convierta en piedra innecesaria de escándalo.

Así, lo que por principio debiera de haber sido simple tras una información adecuada y en el compartir de respetables criterios que no deben de imponerse, puede convertirse, en las manos adecuadas, en objeto de agresión desafortunada e impropia entre personas a las que se supone educadas y cultas, máxime cuando las agresiones se revisten de moral o de religiosidad.

Estos días estamos dedicando nuestra reflexión al sentido y búsqueda de la felicidad.

Se nos dijo, siglo tras siglo, que el ser humano había nacido para sufrir, y por lo tanto el mundo habría de ser para él un valle de lágrimas. Esto no sólo no es cierto, sino que además es un crimen contra la humanidad. De ser así creído, cualquier mal, cualquier abuso, cualquier disparate, sería querido por un hipotético “dios” para hacer sufrir al ser humano.

Es evidente que este pervertido planteamiento no es sino un intento que ha sido exitoso para dominar las conciencias, someter a las gentes y mantenerlas bajo el yugo de la opresión, víctimas de la ignorancia y del temor irracional.

La Tradición, en cambio, nos lo indica lo contrario de diversas maneras:

“Comed y bebed con libertad, pero no derrochéis”. “¿Quién ha de prohibiros la belleza…?

La pregunta subsiguiente, a lo afirmado, sería esta; ¿Y cómo alcanzar esa felicidad?

Está fuera de toda duda que somos un vehículo de creación y que, con toda evidencia, somos portadores de factores creacionales, por lo tanto lo que podemos decir sin riesgo de equivocarnos es esto:

Sé dócil a tu naturaleza marcada por la Dinámica Creadora sobre ti, no “nades a contracorriente” en tu propio rio.

Aprende de los vaivenes de la vida y actúa en tu mundo buscando la compañía, la solidaridad, el respeto y la comprensión de quien es tolerante con lo diferente, así construirás entre personas que crecen.

Mantén la Presencia Creadora viva en ti y todo lo demás vendrá por sí mismo.

¿Cómo hacerlo? Cada persona en el marco de cada ruta elegida, personalmente en el marco de la T. Sufi que es tan sólo una posibilidad más.  Así pues, sin pretensión de aleccionar, comparto pero no induzco.

Hay personas que preguntan y cada pregunta dirigida hacia la búsqueda del propio Sendero genera una respuesta, dirigida tan sólo a quien pregunta. Extrapolarlo a otras personas, a otras circunstancias, a otro momento, no deja de ser un disparate. Así, cada cual recoge lo que siembra y no recibe sino lo que ya alberga en su corazón en ese momento.

Nadie está autorizado a desvelar a otros aquello para lo que, a sí mismo, no se ha preparado para entender, como tampoco es conveniente desvelar de sí mismo la intimidad. “Lo que no se ha desvelado de ti durante la noche no lo desveles tú durante el día”

Pregunta y respuesta son dos aspectos diferenciados de “Una misma Realidad”, por lo tanto no está por encima quien responde, ni por debajo el que pregunta, ambos son interactivos y deudores entre sí. Una respuesta para hoy, puede que no sea la adecuada para mañana.

Si alguien no tiene más en su corazón, no puede formular la pregunta adecuada que le reporte más de lo que tiene, no podrá preguntar más ni mejor fuera de su momento o de su capacidad, sino que tan sólo preguntará por aquello que alberga.

Cada cual tiene su tiempo y su medida, que han de ser respetados. No nos incumbe a nosotros mover, ni dirigir, ni seducir, ni dar más de lo que puede ser “digerido”, sino tan sólo responder a cuanto se nos haya dado responder, ya que ni aún sobre la respuesta tenemos el señorío.

Así es cómo, la respuesta adecuada, tiene una dosis de erudición, pero sobre todo de corazón, por esto es que tan sólo damos respuestas que están sugeridas en la intimidad de nuestro espíritu, alumbrado, eso sí, por cuanto se nos ha dado para aprender, no más.

Es de la interacción entre estas respuestas, efecto de aquellas preguntas, cómo todos aprendemos con una parte de erudición pero no sólo de la simple erudición…

Será, pues, de lo que haya en el corazón de cada cual de donde saldrá la interpretación de cuanto decimos y no tanto de cómo lo decimos o qué decimos.

Quien tenga el corazón ignorante no verá sino ignorancia, es decir; comprenderá a su medida o no comprenderá nada. Quien tenga el corazón violento no verá sino motivos de agresión, quien tenga un corazón crítico, adicto al escándalo, no verá sino razones de crítica y escándalo, y quien tenga un corazón tendente a la sabiduría verá, aún entre nuestros probables errores, algo que le será de provecho y en esto centrará su atención.

Creo que en todas las religiones hay un tanto de verdad y un tanto de fraude y en esta convicción no me siento inclinado a memorizar todas las lenguas de la Revelación, mi idioma castellano es lo suficientemente noble y rico en matices como para que pueda contener todo cuanto haya de serme dicho y yo diga si alguien me lo pide.

Sin lamentaciones inútiles diré que yo no enseño nada o prácticamente nada, en las vías del espíritu esto no es posible, lo que debería de ser enseñado ya lo fue, tan sólo respondo a lo que se me pregunta, ¡cuando puedo! 

Mi experiencia espiritual es tan sólo mía y probablemente no sea válida para otras personas, aunque sí pueda compartir algunos aspectos de ellas. Si esto es útil para alguien y lo considera enseñanza, daremos gracias por ello.

Suelo recomendar a quienes me escriben que, epistolarmente, no podemos afrontar con facilidad determinados temas, por ello sugiero el encuentro personal.

La sed de “Dios”, según la suposición de cada cual, sólo “ese Dios” puede apagarla y para que esto suceda ya hay senderos trazados que, cada cual, debe de hallar en conciencia, pues ya dije antes que “Existen muchas vías de ascenso a Dios”.

Pero poned mucho cuidado porque… ¡Pobres aquellos que piensan que su percepción es la única válida! aunque esté afirmada por barbudos eruditos de grave continente.

Las liturgias en la práctica religiosa tienen una clara función de utilidad pedagógica son, por lo tanto, inicialmente de utilidad. Pero no debemos de olvidar que todo cuanto es forma no puede contener a Lo que no tiene forma. Sobre esto ya escribí abundantemente, no será, pues, necesario que me repita. Remito a los textos escritos.

Hay personas que me comentan sobre su dificultad de entendimiento con los parientes. En ocasiones esta dificultad proviene más de la forma en el lenguaje que de lo esencial sobre los contenidos. Pero también puede suceder que pretendamos dar algo a alguien que no tiene capacidad para asimilarlo.

Dije repetidas veces que cada persona tiene su medida y su tiempo que hemos de respetar. En el caso de cualquier Tradición con más razones. Debido a la tremenda problemática que se ha generado en el pasado debemos de aprender en el presente.

Todos los buscadores de Lo Esencial hemos pasado por etapas de dudas, de confusión, de alternancia, pero… ¿de qué otra forma se establece el movimiento?.

Se dice que la madre Teresa de Calcuta, cuya acción de servicio a la humanidad más desvalida está fuera de toda duda, también vivió momentos de crisis en su fe, lo cual da más valor a su labor y nos ilustra sobre la evolución del espíritu. No fue la única, más bien parece ser la tónica general.

Sobre estas cuestiones también escribí anteriormente. Es conveniente, por lo tanto, que antes de preguntar se lea con atención cuanto ya está escrito.

Todas las opciones religiosas, ortodoxas o no, nacieron con un espíritu que, en el decurso de los tiempos, se fue deformando.

La misma T. Sufi perdió su sencillez original en la mayoría de las Cofradías. Ya en el siglo nueve, dijo uno de los grandes espíritus; “Antes la T. Sufi era una realidad sin nombre, ahora es un nombre sin realidad”.

Se me pregunta por las respuestas del mundo científico. La ciencia responde a lo que puede cuando puede, respuestas que, por otra parte, se hallan en constante revisión, lo que hoy sirve mañana será desechado.

A lo que la ciencia no podrá dar respuesta cumplida, ni ahora ni nunca es, por su propia naturaleza, a Aquello que la trasciende. Todo cuanto existe es el efecto de la Gran Causa y esta Causa se halla fuera del alcance de Su efecto.

La Causa es intuida y a según qué niveles “conocida”, (entiéndase lo relativo de la afirmación) pero no puede ser descrita.

Se me pregunta por los errores durante el desarrollo del propio Sendero. Pero… ¿qué es o qué no es error?, esto ha de ser tratado personalmente en cada caso, pues de todo aprendemos.

Cuanto llamamos errores forman parte de un proceso, al igual que cuanto nos parece acertado. Pobres de quienes supongan que sus  “aciertos” van en consonancia con sus expectativas.

Cuanto nos parece “bueno”, así como cuanto nos parece “malo”, no son más que percepciones subjetivas durante el despertar hacia otros estados de la Conciencia, en los que todo es transitorio.

Entendido esto el Sufi no renuncia al mundo por temor a errar, vive en el mundo donde se esfuerza y trabaja, pero no es siervo del mundo. El mundo no es sino la escuela necesaria para el ego que ha de ser educado primero y despertado después.

La mirada del Sufi ha de ser otra, capaz de “perforar” el Dunia, lo ilusorio, y para dirigir esta mirada observa, analiza y aprende.

Se me pregunta por otras alternativas de desarrollo. Ya dije que hay tantos caminos como personas, aunque frecuentemente las personas supongan, erróneamente, que las alternativas más exóticas porten un mayor contenido. No es así necesariamente, con frecuencia en la sencillez se guarda una gran Sabiduría, es cuestión de buscar más allá de lo aparente, de lo atractivo del “polvo” acumulado sobre las Tradiciones y de los eruditos que cierran las puertas del entendimiento que se oculta en lo sencillo.

Sobre el extravío diré que en El Creador, nada se pierde, sino que en todo caso se transforma, siempre habrá otra oportunidad para quien sinceramente busca, ya que cada “parcela del Creador” ha de cumplimentar, antes o después, con aquello para lo que fue creado.

Toda existencia es querida por la Acción Creadora, esto es obvio, luego no puede ser de ninguna manera que “Dios” pueda crear con el propósito de perder.

Toda creación es ilusoria, es Dunia, y como tal debe de cumplir con el propósito para el cual fue creada. En el ser humano aprender para ser feliz, lo que no se podría dar si no existiese el libre albedrío.

Nada es creado para la extinción, excepto la forma modificable, pero no La Esencia que contiene la forma.

Las ortodoxias, cuando no han sido manipuladas, guardan una enseñanza que ha de ser desvelada, así pues no deben de ser modificadas, sino investigadas hasta haber alcanzado el fruto que ocultan.

Así pues la práctica de los ejercicios, como ruta, no puede ser modificada, ni dejada de lado, sino ejercida hasta que opere en la conciencia todo aquello para lo cual nos fue dada.

No obstante, su práctica no puede suponer riesgo para nuestras relaciones familiares o laborales, sino que ha de ser adaptada con prudencia a nuestras circunstancias personales en nuestro presente.

Lo que está establecido como ejercicio de recuerdo, dzikr, debe de recordar, no dificultar. Pero esto es tan simple de entender que no necesita de más aclaraciones. Una flor, una puesta de sol, el firmamento, etc., ¿no son formas de recuerdo?

Que seamos más capaces de convivir en el respeto y la tolerancia, tan necesarios en el logro de la felicidad.

                                                                

                                                                                                S. Saíd

AUTOCONOCIMIENTO 16 Julio 2010

En Presencia

Nadie puede poseer y desarrollar lo que no conoce aunque potencialmente lo tenga, como es el caso de la Conciencia, ya que la distancia entre tener Conciencia y poseerla por Conocimiento, determina la posibilidad del proceso del desarrollo.

Recordamos al hombre que, teniendo un tesoro escondido en su huerto, vivía en la miseria ya que, al no conocerlo, no lo pudo poseer.

Por esta razón; la única Verdad que nos hará libres y soberanos en nuestras vidas, es el Conocimiento del Sí Mismo por el dominio sobre la naturaleza transitoria del ego y los conceptos confusos que velan la simplicidad original. Me refiero a todo lo que divide y compartimenta la Unicidad separando al ser humano del estado de inocencia y, por tanto, le arrebata su derecho de ser feliz.

 

Así pues, no puede haber felicidad si no hemos alcanzado a liberarnos de la tiranía del ego creciendo en discernimiento y no puede dominarse el ego sin esfuerzo, de manera que todo ello es un movimiento interactivo.

Ya comentamos anteriormente que la verdadera felicidad es un estado permanente de la Conciencia, rectamente formada, cuando alcanza que la plena madurez y libertad por el Conocimiento.

En esta labor el ego animal tiene un papel importante en el Universo de la materia, es la función de servidor para la que fue concebido. 

Antes del Gran Conocimiento; ¿Qué es lo que suponemos “conocer” o amar, que no sean ídolos gratificantes, imágenes creadas por la ignorancia, el deseo y la relatividad de nuestras conjeturas, frutos todos ellos de los conceptos adquiridos en este nuestro tiempo y circunstancias, donde dominan las emociones propias del ego?

Pues… ¿No recordamos lo que se nos dijo desde antiguo?; “El ego es el Señor de este mundo donde impera”.

El amor verdadero, que inflama el corazón del “caminante”, nace del verdadero Conocimiento del Objeto amado, ¡en Su totalidad!, de forma que Amante, Amado y Amor, conformen la única y Una Sola Realidad. Pues; ¿Existe algo que no sea La Causa Creadora presente en toda existencia?

“Tal Conocimiento” no será comprendido a través de los sentidos habituales ya que,  los sentidos propios del ego, la naturaleza adámica, remedando al poeta: “Se quedan de todo sentir privado, y el espíritu dotado de un entender no entendiendo toda ciencia trascendiendo”.

Ese Conocimiento, ¡al que no alcanzan los sentidos!, se desvelará ante el aspirante por el desarrollo de la Conciencia cuando no sea el ego quien la domine, sino quien la sirva adecuadamente.

No obstante, en el proceso evolutivo hacia los últimos estadíos del Amor-Conocimiento, que transforma a la persona, concurrirán las emociones afectivas propias de los sentidos. Dado que la naturaleza humana no está habituada a “comprender” de otra forma serán, lógicamente, los sentidos y emociones la guía inicial.

Así pues, la sujeción a la relatividad de los conceptos como antagónicos, bueno-malo, etc., todavía influirán sobre el aspirante afectando a sus estados emocionales, pues aún no entiende que todos los opuestos no son antagónicos, sino complementarios y efectos de la Única Causa. Si te adhieres a un solo concepto como absoluto y renuncias a todos los demás, estarás negando la Unicidad.

Después llegará el momento en el que todo concepto y emoción serán suprimidos. Esta supresión precede a una sensación de oscuridad interna, donde cualquier idea sublime también habrá de ser aniquilada. Así hasta la desaparición de todo cuanto el ego supone y el Conocimiento de La Conciencia sea sin palabra, ni concurso de los sentidos propios del cuerpo transitorio.

El encuentro en la Unicidad ha de darse desde la propia Unicidad, sin el concurso de los sentidos habituales y mediante el dominio previo, por vía del Gran Conocimiento, de todo cuanto constituye la naturaleza simple.

No puede ser expresada adecuadamente La Suprema Experiencia de La Única Realidad, si no es desde Esa Realidad Misma, pues la naturaleza de la criatura limitada, transitoria y educada en la confusión no puede, desde su inmanencia, acceder a la percepción de la Trascendencia.

La Tradición nos enseña que cualquier esfuerzo en este sentido desde la transitoriedad de la materia es vano y sin embargo posible de ser vivido por La Conciencia-espíritu, aún estando en la carne, siempre que se den los pasos adecuados.

Hemos considerado que sin la Conciencia no puede haber Ese Conocimiento al que nos referimos, de aquí la importancia de una Conciencia bien formada, ya que es el Conocimiento, dependiente de la Conciencia, lo que nos da la soberanía y la verdadera libertad, sin las que no puede haber felicidad verdadera.

Pero también es cierto que valoramos la importancia de conocer y aceptar con agradecimiento los momentos transitorios de bienestar, propios de la naturaleza humana, sin confundirlos con la felicidad como plenitud. Sin olvidar que los momentos de “estar contentos” -contentados o conformes-, ¡son lícitos!, pero son transitorios y seguidos con frecuencia de frustración cuando se acaban y por lo tanto son insuficientes para el “caminante” que aspira por una Meta más alta.

Sabemos que el ego juega poderosamente con las emociones derivadas de las creencias, entre satisfacción y desengaño.

Si la persona da por válido ese ir y venir de emociones contrapuestas, en ello se entretiene, desorienta y confunde, haciéndose adicta de su propia inestabilidad, de sus lamentaciones o de su euforia, hábil en la manipulación de actitudes que procuren su complacencia inmediata.

Este mal juego aprendido por herencia social, religiosa o familiar, contra el que nos advierten las grandes tradiciones, es suficiente para una gran mayoría.

Creer en lo que crees, sin saber el por qué, acomoda y conforma en cuanto a forma de comportamiento, pero no en cuanto a plena satisfacción. Reincide en la manipulación, con frecuencia frustra la expectativa, afianza la transitoriedad, refuerza el auto-engaño y aleja cada vez más a la persona del deseado estado de armonía por el que todos aspiran.

Decimos que al Conocimiento se accede por vía del esfuerzo pues en el esfuerzo se encuentra una parte importante de la respuesta. El esfuerzo por descubrir la diferencia entre realidad aparencial -mundo del ego-, y Realidad Esencial -mundo de la Conciencia-. Es el esfuerzo derivado de la confrontación entre ambos opuestos.

Es lo propio de esta escuela a la que llamamos “periodos de la existencia” y para cuya última realización provechosa necesitamos de tanta información como nos sea factible en dependencia de nuestra voluntad, ya que de toda la información necesaria somos proveídos al nacer. “Buscad la Sabiduría por todos los caminos de la Tierra”, se nos recomienda.

En cuanto al cuerpo se refiere, como universo ilusorio, contamos con la percepción del ego propia del mundo animal, los cinco sentidos, la educación más o menos condicionada, etc.

Pero en cuanto a la Conciencia se refiere necesitamos de “Otra Información” complementaria, “ese algo” que el ego intuye, por su convivencia con la Conciencia, pero que por sí sólo no puede desarrollar.

La Conciencia es un atributo más entre los que conforman la multiplicidad del ser humano. No obstante, su evolución depende de la amplitud de su entendimiento, de la profundidad de su percepción o de las ataduras a los conceptos que, siendo transitorios, acepta como algo estable. Es decir; de todo aquello a lo que suele estar condicionada por el poder del ego dominando sobre ella.

Sin embargo, cada persona puede tender hacia la liberación de todos los condicionamientos, a condición de que afronte una recta información; que tenga en consideración su verdadera naturaleza y el propósito de su existencia. Es decir, que se esfuerce en comprender y desarrollar su verdadera Naturaleza Creadora, según la física más avanzada hoy nos afirma.

En este proceso ha de tenerse en cuenta una enorme dificultad a la que habrá de enfrentarse y superar.

Esta dificultad se refiere al propósito de la educación tradicional, política, religiosa, etc., que no desea personas sabias y libres, sino simples eruditos, útiles elementos productivos en el engranaje del sistema, a los que se contenta alternativamente para que no sean molestos, pero que no llegarán a ser sólidamente felices ya que el sistema necesita súbditos dependientes.

Todo sistema de poder, ya sea religioso o político, es de naturaleza dominante y manipuladora, mediante la seducción y la habilidosa mezcla de verdad y mentira pero… ¿Cómo podría manipularse a una persona que por su madurez y Conocimiento es permanentemente feliz, más allá de cualquier contrariedad y posibilidad de ser seducida?

El Gran Conocimiento es intuido por el ego durante el desarrollo de la vida cotidiana, pero sólo podemos acceder a ello mediante el uso de la Conciencia liberada de la contaminación educacional. Repito que es aquí donde radica el mayor de los esfuerzos.

Debido a la dificultad que supone el desarrollo correcto de la Conciencia por los propios medios, ya que no se prepara a la persona para ello, se ha de buscar asistencia en quienes hayan realizado esta labor.

Aquí interviene la experiencia de las Antiguas Tradiciones que, si mantienen su autenticidad, suelen ser socialmente incómodas, criticadas por liberalistas, heréticas y en ocasiones perseguidas.

Es labor histórica de las Antiguas Tradiciones de Sabiduría asistir a la persona, cuando intuye “un despertar”, en el proceso de reeducación del ego, con el propósito de liberarla de la servidumbre a los conceptos adquiridos tradicionalmente, pero que desvían al ser humano de su verdadera naturaleza y, por tanto, de su propósito existencial.

Los atributos y posibilidades de la naturaleza física del ser humano; los sentidos, las emociones condicionadas, los conceptos inducidos y demás, son útiles elementos convivenciales, pero el dominio sobre ellos (no a la inversa) es fundamental para preparar a la Conciencia a recibir, entender y aprovechar, la información custodiada y transmitida durante milenios.

Se ha de considerar que, si bien es cierto que todo se halla en el mismo Universo, tanto lo cercano o inmanente o Lo “lejano” como Trascendente (según nuestra percepción) nuestros elementos de información no actúan de la misma manera en ambas dimensiones.

En lo cercano nos servimos de los atributos propios de nuestra naturaleza orgánica, sentidos, emociones, conceptos, etc., por lo que hemos de tener muy en cuenta su limitación y transitoriedad. Así como el hecho de que son manipulables y, por lo tanto, susceptibles de ser dirigidos hacia donde el poder, ya sea socio-político o religioso, quiera servirse de ellos.

En tanto que en Lo Trascendente o “lejano” es la Conciencia quien ha de actuar,  sirviéndose de estos anteriores atributos humanos, libres de condicionamientos, para interpretar adecuadamente el propósito de cuanto se nos muestra en el medio en el que estamos inmersos en proyección hacia “Lo Otro”.

El mundo ilusorio, (Dunia en la Tradición), no es más que un verdadero lenguaje críptico, es el Idioma de La Gran Causa en Su Manifestación. En este Idioma se nos habla de colores, de sensaciones y emociones, de construcción y destrucción, etc. En definitiva; de transitoriedad y apariencia y como todo lenguaje no tiene consistencia en sí mismo, sino en el observador que interpreta el significado.

Por lo tanto ¿Qué se nos quiere decir? Esta es la razón por la que el intérprete ha de estar libre de todo condicionamiento posible.

Gracias al Conocimiento, atributo de la Conciencia, podemos introducirnos en el descifrado del lenguaje que es La Creación como algo que, inicialmente, es aparente y perecedero.

Descifrando básicamente este lenguaje creador deducimos, recurriendo a la Ley Universal de los opuestos, que: “Así como todo tiene su opuesto, todo participa de su contrario”, es el cuarto principio de la T. Hermética.

Por lo tanto; si todo lo perceptible sensorialmente es transitorio, hemos de aceptar por la ley inmutable de los  opuestos, que la existencia de lo transitorio nos garantiza la existencia de lo no sensorial o Lo Permanente o Lo que es Esencial e Inmutable. Pero también deducimos que, si todo participa de su opuesto, Lo Esencial e Inmutable participa en lo transitorio. Ejemplo de ello es el ser humano y su ambivalencia.

Es en la confrontación creadora de los opuestos, donde todo cumple con una función definida alumbrando La Creación; construcción-destrucción, frio-calor, luz-oscuridad, etc. En esta dinámica creadora es donde llevamos a cabo nuestro esfuerzo por Conocer.

Si no hay confrontación-esfuerzo, gracias al ego transformado en herramienta y ¡no como señor!, no hay Conocimiento, sin este no se puede alcanzar la libertad y sin libertad no hay felicidad como estado.

Por esta razón debemos decir; “Gracias por todo cuanto me agrada y por todo cuanto no me agrada, pues si tengo “Visión” de todo aprendo”.

Comprender la relación que hay entre confrontación-esfuerzo y Conocimiento-libertad, favorece en nosotros el Estado de Paz, lo que equivale igualmente a la Felicidad.

Como decíamos antes, este es el propósito de las antiguas tradiciones -entre ellas la Tradición Sufi-, advertir, ilustrar, iluminar sin deslumbrar y ejercitar en el esfuerzo de la confrontación a cada caminante en su propio sendero pues, como ya sabemos, para cada uno de nosotros hay un camino diferente.

                                                                                                S. Saíd

CREAMOS NUESTRO UNIVERSO, 1 de Septiembre de 2.010

En Presencia

Ya dijimos en repetidas ocasiones que no se nos llamó a la existencia para sufrir (el mundo no ha de ser el valle de lágrimas que la religión nos hizo creer), sino que se nos dio la existencia para ser felices, desvelando cada día nuevos enigmas y aprendiendo de ellos.

Es por este aprendizaje por el que nos descubrirnos a nosotros mismos y esto, a su vez, sucede en la medida en la que descubrimos, o mejor podríamos decir, “creamos” nuestro Universo.

De aquí que sea el impulso por conocer uno de los atributos más notables del ser humano y la satisfacción del descubrimiento uno de los mejores placeres.

Así pues, podemos decir que perdió lo esencial de la vida quien perdió el deseo de saber, quien se acomodó en su “poltrona”, quien alude a la edad o a cualquier otra circunstancia para justificar su indiferencia ante el cambio en su vida o ante lo nuevo por conocer.

Ya sabemos que el propósito último del aprendizaje, al que nos referimos, es al descubrimiento de La Realidad oculta detrás de todas las apariencias. Esta cualidad para “ver” más allá, al desarrollar y satisfacer nuestro deseo de saber, es la que nos convierte en lo que verdaderamente somos: Vehículos del Dinamismo Creador y, por lo tanto, co-creadores formando parte de este mismo dinamismo. La ciencia física ya nos habla de ello.

Ahora bien, esta cualidad supone no sólo un reto, sino que también implica un severo riesgo pues, en definitiva; ¡somos lo que creamos y nos hacemos herederos de ello!

Esto es lo que sucede al re-interpretar, y así darle forma, al Universo que percibimos según cada momento de nuestra evolución, o “desvelamiento” según la terminología de las tradiciones.

Si nuestra percepción del mundo, de la vida, del Universo en general es negativa, lo que construimos será negativo, ya que destilaremos el veneno de la negatividad sobre las personas, sobre el entorno y en consecuencia, sobre nosotros mismos. Y si nuestra interpretación es positiva las consecuencias de nuestra creación también serán equivalentes.

Dijimos que la Creación es un criptograma por medio del que La Causa Creadora Se hace manifiesta. Esto supone que al descifrarlo mediante cada visión, más o menos desvelada, la re-creación de nuestro mundo participará de las cualidades o deficiencias que imprimamos sobre él.

Por lo tanto; nuestro mundo será un infierno o un paraíso en la misma medida en la que cada uno de nosotros así lo interprete y, como consecuencia de tal interpretación, construya sobre su mundo y le de forma. De tal manera que será la magnitud de nuestro desvelamiento o de nuestra ignorancia lo que determine la calidad de nuestra creación.

Según el Sendero del Dharma. A semejanza de la Tradición Búdica entendemos por iluminación o por “estar iluminados o desvelados”, al estado de la Conciencia que nos permite ver con la luz del conocimiento más allá de lo que es aparente, desplazando así la oscuridad de la ignorancia. Esto es; el desciframiento del criptograma creador al que tanto nos referimos.

Así es que, si el mundo que construimos mediante nuestros actos y percepciones es doloroso, perverso, violento, ocupado por el desánimo, la lamentación, la tristeza, el sentimiento de culpa, de incomprensión, o ese largo etc., del desaliento y lo negativo, la energía que liberaremos será equivalente a todo ello.

Por lo tanto habremos empleado nuestro proceso de evolución de forma destructiva y nuestro tiempo de aprendizaje en la creación de nuestro “infierno”. Así, nuestro nivel vibracional en el desarrollo de la Conciencia será equivalente a nuestra propia creación, con el subsecuente sufrimiento o gozo que esto comporte.

Si por nuestros actos creadores nos hemos esforzado en El Conocimiento que nos hace libres, en construir en vez de destruir, en amarnos como somos en vez de rechazarnos, en descubrir la belleza de todo cuanto existe, aún en lo que no entendemos o no nos gusta, en agradecer más que en lamentar, en ser positivos en vez de negativos. De ser así nuestra obra creadora irá pareja con nuestra Sabiduría, la Sabiduría hará pareja con el Amor y nuestro Amor será el artífice de nuestro desarrollo.

Así, la energía con la que hayamos colaborado en la construcción de nuestro Universo será eminentemente positiva, pues sólo el verdadero Amor es la fuerza capaz de crear. Y aún en medio del esfuerzo que supone vencer la dificultad nuestro paso por la vida habrá sido feliz.

Una vez pasado este periodo de aprendizaje y construcción que llamamos la vida, será el resultado de nuestra creación cuanto hayamos obtenido. Esta es nuestra responsabilidad.

Si las energías que, con responsabilidad, hemos liberado durante el proceso de creación han sido fundamentalmente negativas, si hemos vivido con amargura o con desánimo. Si nos hemos sumido en la queja, en el descontento o la agresión aunque sólo sea en nuestro más recóndito pensamiento.

Si has vivido con torpeza, destilando negatividad en tu Universo, tú mismo habrás creado el nivel de sufrimiento en el que te corresponda integrar a tu Conciencia una vez que, después de esta forma de vida, la carne sea disgregada y cada componente regrese a su origen. El polvo al polvo y cada energía a su nivel de vibración.

En consecuencia; habrás sido el creador de tu sufrimiento donde quiera que sea.

El resultado de una elección de vida correcta, según sabemos, es que una vez disuelta la carne y cada elemento retorne a su origen, la vibración de la Conciencia habrá sido positiva, habrás vivido feliz y, finalmente, tu Conciencia se integrará por afinidad en el nivel de vibración que ella misma haya construido.

Habrás sido eminentemente feliz en tu vida y, aún por encima de las dificultades y “defectos”, te habrás re-construido a ti mismo de la energía positiva que has desarrollado: El Amor.

Según parece y a juzgar por los últimos avances en la investigación molecular, de lo que también hemos tratado en otras ocasiones, la ciencia viene hoy a avalar esto que la Tradición ya nos enseña desde antiguo.

Cada uno de nosotros somos lo que creamos, nuestro “infierno” o nuestro “paraíso”, ahora durante el proceso de la vida orgánica y después en el retorno al origen, cuando llegue el momento de reintegrar lo que fue separado. Así pues estemos atentos a lo que hacemos con este tiempo que se nos ha dado.

Que El Sustentador de toda la existencia nos ilumine y fortalezca en el buen desarrollo de lo que se nos ha confiado como administradores, ¡que no como propietarios!

                                                                                                 S. Saíd

EL YO TRANSITORIO, 10 de Septiembre del 2010

En Presencia

Los recuerdos son un atributo de la conciencia, son la causa del aprendizaje y por  mediación de ellos identificamos el “yo” primario, el personaje que es reforzado por la imagen  especular.

Llamamos experiencia al recuerdo archivado entre opuestos, por ejemplo; el  acierto y el error supuestos. No obstante, ya dijimos que cualquier opuesto es relativo, ya sea  como  emoción o como concepto.  

Cuando pensamos en nosotros mismos o decimos; “yo soy…”, lo que en realidad  estamos haciendo es recurrir a lo aprendido, al archivo de la memoria identificativa y así como lo aprendido, la memoria también es limitada.  

En cuanto a la relatividad de lo que aprendemos la memoria también es selectiva, escoge y se  adapta, no sólo al recuerdo cierto, sino también al recuerdo conveniente. Luego el “yo  soy…”, el personaje con el que nos identificamos, también es relativo al lugar en el que nos hemos desarrollado, al tiempo en el que  esto ha sucedido y a las experiencias subsecuentes, ya sean impuestas o seleccionadas.

Así como la imagen del espejo, algunos de nuestros recuerdos se hallan en  permanente modificación, aprendemos, innovamos y olvidamos. Y lo que recordamos,  como experiencias que nos dan “personalidad”, no siempre se ajusta a la realidad  histórica ya que, con frecuencia, la mente actúa sobre el recuerdo para seleccionar,  modificar u olvidar las pasadas experiencias. Esto quiere decir que la mente ha de ser  plástica y selectiva para poder ser adaptativa.

Nuestra capacidad de aprendizaje y modificación mental es considerable y se debe a la  neuroplasticidad del cerebro que, con el propósito de adaptarse, es capaz de cambiar algunos registros a tenor de la  voluntad, de la conveniencia o de la imposición social, dependiendo del medio en el que nos desenvolvemos.

Es  un ejercicio que hacemos a veces conscientemente, según la voluntad selectiva y a veces inconscientemente, son las  ocasiones en las que el cerebro se adapta según su habilidad plástica sin percatarnos de ello.  

Esto significa que el proceso de experiencia-recuerdo actúa sobre el aprendizaje y el  aprendizaje es el que determina la modificación y adaptación del personaje que representamos, lo que no siempre es  consciente pero, aún así, forma parte ineludible de nuestro desarrollo.

Esto dicho cabe plantearse; si todo en mí es viable de transformación y de extinción, consciente o no, entonces ¿qué es  lo que de verdadero hay en mí? ¿Qué es el YO estable? o ¿qué es EL YO VERDADERO? 

Hemos heredado de la Antigua Sabiduría que el Universo es mental, pero lo que no siempre razonamos es que nuestra mente es una manifestación en la materia de la Sustancia Universal Creadora y lo que se opera en ella tiene cierta analogía con el dinamismo  creador del Universo.

Según sabemos todo el Universo evoluciona mediante un proceso similar al desarrollo  de nuestra mente neuroplástica, esto es; seleccionando mediante el ensayo entre el acierto y el error aparentes. Este ensayo general, que llamamos experiencia, también afecta al ser humano individual y colectivamente como parte activa del Universo, es lo que entendemos como evolución de la especie.  

Es decir; sobre el recuerdo-experiencia de un proyecto anterior se desarrolla otro nuevo, de tal manera que en el nuevo ser se contienen los recuerdos de todos los ensayos anteriores.

Ejemplo: En el ser humano actual se contienen todos los pasos dados por la evolución,  desde la primera célula y el prehomínido hasta el presente. Este resultado no habría sido posible sin el concurso de todas nuestras experiencias, agradables o no y de todos nuestros atributos, ya sean intelectivos, emocionales, espirituales y sociales, tanto colectivos como individuales.

Esto hace que el ser humano, por su consciencia y habilidad de modificación, sea un micro-universo que, a semejanza del Macro Universo, evoluciona como individuo independiente y como colectividad, seleccionando y primando un recuerdo sobre otro recuerdo. Es lo que entendemos como la experiencia que nos facilita la capacidad para elegir. Y no aprendemos a elegir provechosamente si nos encerramos en nuestra “cápsula”, si no interactuamos con el-lo otro, si no compartimos dando y recibiendo, “errando y acertando”, gozando y sufriendo, es decir; ¡aceptando riesgos! La Aventura de la Vida.

  

Así como nuestros pensamientos y emociones subsecuentes determinan la dirección de nuestro desarrollo como individuos, también como individuos intervenimos sobre la colectividad y, de ambas formas, influimos sobre la construcción de nuestro destino.

Este hecho, este “juego neuroplástico”, es el causante de los procesos que se dan en el ser humano quien, para su evolución, está condicionado a la cantidad e intensidad de su actividad mental con el concurso de sus emociones.

No podemos separar de nuestro Ser Esencial nuestro cuerpo con sus emociones, sentimientos, percepciones y todo lo que le hacer ser el vehículo que es.

Decía un poeta; “Mi cuerpo es mi morada más íntima, mi mansión más secreta, y es imposible separarle de todo el universo espiritual que siento vibrar dentro de mí”

La simbiosis cuerpo-mente es indisoluble durante el breve e inestable periodo de vida orgánica, por lo que para ser plena y equilibrada, ha de contar con la dimensión emocional correspondiente.

El cuerpo percibe el ámbito de la materia vinculado a las emociones y la mente interpreta, selecciona, aprende, decide y “nutre” La Conciencia.

Ello implica, inevitablemente, el desarrollo y práctica de todos los atributos que heredamos desde La Sustancia Elemental o Mente Creadora. Esta es la condición que nos asemeja y hace partícipes del proceso de evolución del Universo.

Es la dinámica que posibilita la criatura que conocemos como ser humano en los aspectos de “espíritu-Conciencia” y “materia”, ambos constituyentes de nuestra naturaleza en la que se contiene Lo Uno y lo múltiple. Pues cada persona, en sí misma, es unicidad y multiplicidad. Como especie somos in-dividuos (no divisibles) y, al unísono, múltiples o colectivos a semejanza de la Mente Creadora: “Observa en Él Lo Uno y lo múltiple”.

Los atributos del ser humano, en “ambas naturalezas” que conforman Una Sóla, han de estar regidos por la consciencia, pero tanto en lo espiritual como en lo material hemos de mantener un ajustado equilibrio entre opuestos, de manera que sean complementarios entre sí y nunca adversarios.

El ego, como opuesto, ha de ser educado para el servicio complementario y no para la rivalidad.

Esto significa que la renuncia, consciente o no, de cualquiera de los atributos constituyentes de ambas naturalezas implique, ¡inexorablemente!, un deterioro sumamente lesivo en cuanto a la evolución se refiere. Tanto en lo individual como en la colectividad.

Nuevamente insisto; el logro del propósito existencial se adquiere corriendo riesgos, por medio de la puesta en escena de todo cuanto nos constituye como lo que somos; emociones, recuerdos, cambios, supuestos errores y aciertos, penas y alegrías. Es decir; los opuestos que actúan como dinamismo creador.

Nada, tanto en lo material como en lo espiritual, puede ser declinado del conjunto en armónica colaboración, pues de ello depende el desarrollo equilibrado como causa del aprendizaje que se ejercita con todos nuestros recursos.

El conjunto de todas nuestras capacidades nos enfrentará con frecuencia a la contrariedad, al disgusto, a la avidez por el gozo y al rechazo por el esfuerzo. Pero así como el gozo equivale a la compensación necesaria, a “la palmadita en el hombro”, también hemos de tener en cuenta que sin contrariedad no puede haber progreso.

De aquí que el Maestro contraríe en ocasiones la voluntad del ego en su discípulo, hasta que sea capaz de dominarlo sin sentirse contrariado. El discípulo ya se encarga por su cuenta de buscar el gozo con avidez.

Hemos comentado anteriormente que cuando La Causa Creadora Se nos hace manifiesta en Su Creación, lo hace a través de un lenguaje críptico que hemos de descifrar para que nos sea comprensible, de lo contrario sería estéril. Este lenguaje está implícito en todo aquello que nos mueve interna y externamente ya que: “Lo de Arriba es como lo de abajo y lo de dentro es como lo de fuera”.

Para comprender el lenguaje de La Causa Creadora, en la medida en la que esto nos es posible y, en consecuencia, para comprendernos a nosotros mismos, es imprescindible el ejercicio del total de cuanto nos hace ser lo que somos. Nosotros mismos somos nuestra herramienta.

Así pues; quien pretenda encontrar al “Dios” concepto o quien proyecte sentirse “a salvo” o “cómodo”, renunciando a cualquiera de los aspectos de su humanidad, ya sea por cobardía, por pereza, por soberbia o por ignorancia, se equivoca lamentablemente.

La única renuncia que nos es permisible y deseable, y por la que nos esforzamos, es la renuncia al dominio del ego. Cualquier otra renuncia a “un algo” de nosotros mismos tiene como consecuencia el fracaso del propósito existencial.

Como Mente formamos parte sustancial de la Gran Causa Creadora y como cuerpo somos un vehículo en Su creación; el Universo.

Somos Creador y Universo de principio a fin, somos un micro-universo en un Macro-universo, aunque no siempre seamos conscientes de esta indiscutible realidad.

Si le preguntáramos a un pez si vive en el agua, el pez no nos entendería si pudiera hacerlo, no entendería qué es el agua ya que no tendría un opuesto al que recurrir como comparación.

A semejanza del pez; decir que somos Universo, que somos sustancia Creadora, sería más comprensible para nosotros si pudiéramos observarnos desde fuera del Universo.

Así como el Creador en Su Forma Universo se mantiene en un movimiento constante, sin el que la existencia no sería posible, el ser humano también está sujeto inexorablemente al cambio permanente. Esto implica aceptar el riesgo y la transformación con sabiduría pues, en cualquier caso, son inevitables.

El cambio o evolución es consecuencia directa de la experiencia prevista en el aprendizaje, este a su vez está condicionado a las emociones sensoriales y múltiples prácticas, a todo lo que experimentamos en nuestra naturaleza intelectiva-espiritual y orgánica. Que los cambios sean, o no, en armónico equilibrio depende del esfuerzo por  hacernos dóciles a los Signos Creadores que seamos capaces de percibir y entender en nosotros.

  

Tanto el gusto como el disgusto, el dolor y el placer, el triunfo y el fracaso así como todos los opuestos en este proceso, tienen una función ineludible en la naturaleza humana. Quien pretenda prescindir de cualquiera de ellos, quien renuncie al riesgo y a la alternancia con sus consecuentes imprevistos, gratos o no, cimentará su propio y verdadero fracaso.

Somos criaturas dotadas de neuroplasticidad. Somos de naturaleza múltiple e impermanente, a semejanza de TODO cuanto existe que también se encuentra en una constante inestabilidad.

Cuando aceptamos el movimiento entre opuestos hemos aceptado la inestabilidad o impermanencia como condición evolutiva. Entonces estamos cercanos a entender lo que en La Tradición llamamos la extinción de lo transitorio en Lo Único estable.

En consecuencia: El Dinamismo Creador como perpetuo movimiento entre opuestos, incluido el ser humano, es el Lenguaje de la Creación que hemos de interpretar en la búsqueda del Sí Mismo o de La Verdad Esencial.

El óptimo aprovechamiento de TODO cuanto se nos ha dado, al ser llamados a la existencia, es cuanto determina la calidad de nuestro proceso evolutivo. Para que esto suceda no hay más límite que nuestra voluntad ni más tiempo que el dedicado a lo que hacemos con ello. Por esto se nos dice que somos hijos e hijas del instante.

El ser humano se parece a una vasija elaborada de agua, fuego y arcilla. La arcilla rígida necesita del agua enriquecedora del aprendizaje para dar forma a la vasija y la vasija necesita del fuego de la pasión para adquirir fortaleza, aún a riesgo de quebrarse.

La justa proporción entre lo rígido de la arcilla, la docilidad del agua y lo apasionado del fuego nos darán el mejor continente.

Pero lo que hace valiosa la vasija como vehículo es su hueco, equivalente al espíritu-conciencia que puede ser ocupado con aquello, de bueno o de malo, que la persona elija al irse construyendo a sí misma. Que seamos dóciles al entendimiento.

 

                                                                                                 S. Saíd                                                                

EL “YO” PERMANENTE, 5 Enero 2012

En Presencia

Hemos de entender que la Única Realidad existente y no mutable en Su Esencia es La Mente Creadora que, por Su Naturaleza dinámica, Se muestra ante Sí Misma en múltiples facetas que son efectos de Su permanente actividad.

Esa actividad es lo que percibimos como el Universo Criatural, que muta de continuo en la forma pero no en la Sustancia. Recordemos que la energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.

La Sustancia Única es la misma Realidad Oculta no definible. Como energía primigenia describimos sus efectos y su manifestación, pero no podemos describir su naturaleza. Hablamos de energía cinética, de energía eléctrica, calórica, gravitacional, mental, etc., pero no podemos definir qué es esencialmente “la Energía”. La definimos cuando se muestra en alguna de sus formas, pero no sabemos de dónde viene ni que es exactamente.

A partir de ella todo adquiere apariencia y sustentación para mostrarse, modificarse, desaparecer y mantener nuevas alternativas, pero siempre es transitoria y así se genera el perpetuo movimiento creador dando otras posibilidades.

Por esta razón decimos que todo es Uno en Su Esencia y al unísono es múltiple en Su manifestación. Es la razón por la que nos aconseja la Tradición buscar la sabiduría por todos los medios a nuestro alcance, hasta encontrar El Uno en lo múltiple. En nosotros mismos.

Se nos dice que el sendero más corto para llegar hacia ti mismo pasa, “inicialmente”, por todos los caminos de la tierra, ya que todos los caminos o todas las cosas son aspectos diferenciados de la Única Realidad a la que tú perteneces.

Para finalmente descubrir que todos aquellos anteriores caminos te llevan hacia ti mismo, es decir; que el camino más directo pasa por ti y acaba en Ti. Pues Tú eres el Camino, el Caminante y La Meta.

Es pues, del entendimiento de la diversidad, de donde alcanzamos a percibir el valor de un Conjunto que, en definitiva, nos muestra que todo es Uno y uno es Todo, como ya se dijo. Es aquí donde tú estás.

Bajo esta misma premisa, como ya sabéis, he hablado ante grupos de diversas religiones, en la búsqueda de cuanto nos une sin reparar en si hay algo que nos separa, puesto que cualquier separación será simple ficción percibida por la ignorancia.

Siendo esto así considera que eres uno y al mismo tiempo eres múltiple. Como criatura eres una parte de la multiplicidad y en cuanto a La Sustancia que te posibilita y sustenta como manifestación del Principio Creador eres Uno en la Unicidad Absoluta.

En tus meditaciones diarias dedica un tiempo a la reflexión en este tema, pues la meditación es la mejor herramienta de la que disponemos para alcanzar aquello por lo que decimos esforzarnos.

Pero ya dije que no es esto solo de cuanto disponemos, tenemos a nuestro alcance la Sabiduría de las antiguas y nobles tradiciones, a lo que hacemos frecuente referencia. 

Mantened, pues, la constancia en la búsqueda de la Sabiduría y en la práctica de las enseñanzas, pues por la constancia en esta práctica alcanzaréis a modificar el dominio del ego por el poder de la Conciencia. La creencia en el ciclo inestable de lo transitorio no es La Verdad, sino lo que en ello Se oculta para entrar en la percepción de la Realidad Esencial, al alcance de vuestra voluntad y dedicación.

Pero antes de alcanzar “Ese” luminoso Conocimiento considera que la paz de tu corazón es anterior a él, pues es la paz lo que prepara el terreno del Gran Conocimiento, ya que sin paz no hay Sabiduría.

Recordar que si bien es cierto que somos UNO en el Espíritu, también lo es que somos múltiples y gregarios en la materia. La calidad e intensidad de nuestra evolución también depende de cómo llevemos en la práctica diaria nuestra relación con quienes son próximos a nosotros y con quienes están lejos de nosotros.

Anteriormente dije que por esta razón se nos alecciona: “Una persona perfecta es aquélla de cuya lengua y de cuyas manos está a salvo la humanidad”. “Desde el amanecer hasta el anochecer y desde el anochecer hasta el amanecer, mantén tu corazón limpio de malicia hacia otras personas”.

Estos consejos nos enseñan que la soberbia es una maldición que se origina en el ego y es el atributo que da personalidad real al mal, protégete de tu soberbia, aniquílala, porque si no lo haces ella acabará contigo.

Seamos quienes seamos, pensemos como pensemos o creamos lo que cada cual pueda creer, transformemos nuestros corazones en instrumentos de La Paz, pues en La Gran Causa todos somos Uno, todos venimos de Un mismo Origen y todos tendemos hacia un mismo Fin.

Así pues, no seáis parte de los problemas sino de las soluciones, para que os recuerden con agrado.

Estas enseñanzas no se nos dieron para hacernos infelices o enemigos unos de otros, sino como consejo y guía, con el más profundo respeto por el tiempo que cada persona necesita para comprender desde su diferencia.

Da gracias por todo lo que tienes y no pierdas tu tiempo en lamentaciones por lo que te falta, pues no tenemos otro tiempo con certeza, por esto somos hijos e hijas de cada instante.

Recuerda lo que anteriormente dije; hallarás la paz cuando tu ego haya cedido y tu soberbia haya sido aniquilada, entonces conocerás la Sabiduría que Se guarda en la Acción Creadora.

Recuerda nuevamente que sin tu esfuerzo y sin tu amor nada de cuanto sepas o hagas estará completo. Que sea tu sencillez la que deje fuera de tu corazón la estúpida soberbia del fanático ignorante.

Que te llegue el tiempo de acabar con los buenos propósitos que se repiten en el tiempo sin cumplimiento. Ahora ya es el momento de hacer lo que tengas que hacer, pues el tiempo no se prolongará indefinidamente.

Déjate enseñar por cualquiera que pueda enseñarte, por el día y por la noche, por el viento y por la calma, por el árbol y por la montaña, por el agua y por el desierto, pues el Universo es el más perfecto recuerdo del Creador.

Que seas como el agua que fluye sobre la superficie de la tierra. Sin excluir nada nutre todos los campos haciendo posible la vida, pero no labres un cauce sobre ninguna tierra pues, a semejanza del río, el cauce sería tu prisión.

                                                                               S. Saíd                         

SOBRE LOS CONCEPTOS, 19 Enero 2.012

En Presencia

Los conceptos que, en general, se nos han enseñado y hemos admitido como verdaderos son necesarios en la relación y ordenamiento social, pero de considerarlos verdaderos negamos, por exclusión, el concepto contrario. Esta posición exclusivista puede ser como el cerco que pone límites a nuestro desarrollo íntegro y el origen, entre otras razones, del deseo causante del sufrimiento. Bien podemos decir que “concepto” equivale a “pre-juicio” o, lo que es lo mismo, a previa valoración de un algo en negación de otro.  Frecuentemente sin conocimiento esencial de “ese algo”.

Los conceptos son ideas adquiridas, generalmente por inducción del entorno, sobre diferentes aspectos de la vida. De ellos se nutre la “personalidad” conquistada, el “yo soy físicamente tal persona y pienso de tal manera”, es decir; el ego como conjunto de materia y pensamientos.

Cada concepto es como un ladrillo de utilidad circunstancial en el edificio que construye y da forma al ego. Pero la verdadera Sustancia que conforma la complejidad del ser humano no es el ladrillo-concepto que, ocasionalmente, le da carácter transitorio, pues cualquier concepto está sujeto a una época, a una cultura o a múltiples circunstancias ocasionales.

El ego forma parte de la diversidad humana, es necesario para la relación entre el individuo y el mundo de la transitoriedad, pero está llamado a la extinción al igual que su mundo.

Todo cuanto en la criatura es circunstancial carece de sustancia propia, todo es prestado para ser devuelto a su origen cuando le sea reclamado.

Sólo la Causa Primigenia, concebida como Esencia Creadora, es perdurable y el ser humano es partícipe de Esa Realidad Esencial y Creadora, como quiera que cada cultura lo llame; Él, Ella, Ello, Dios, Alláh, Jehová, Brahma, Aura Mazda, La Gran Causa Original, La Mente Universal, etc.

Cuando el concepto es inamovible nos encierra en un edificio egoico que, a modo de prisión, retiene toda nuestra diversidad sin posibilidad de desarrollo. Cuanto más férreas y petrificadas sean nuestras “certezas” más difícil se nos hará la liberación de ellas y más complicado el crecimiento de la Conciencia sede nuestra Esencia.

Así pues, para que la Conciencia se desarrolle el concepto ha de ser transformado de verdad indiscutible a herramienta útil y, aún así, será durante un tiempo y siempre cuestionable. Será utilizado para nuestra convivencia social pero, en nuestro fuero interno, relativizado o no creído.

Cualquier concepto o pre-juicio sobre los opuestos; bueno-malo, moral-inmoral, verdadero-falso, feo-bonito, etc., son ideas adaptadas al tiempo y lugar de la cultura imperante. Son ideas fuerza acuñadas para la organización de sociedades complejas.

Si observamos una sociedad tribal, simple, constatamos que su necesidad de conceptuar es menor. Por el contrario, cuanto más compleja es la sociedad más necesidad tiene de acuñar y creer en nuevos conceptos que la sustenten.

Mediante el pre-juicio conceptual el grupo mayoritario se permite valorar, juzgar e incluso condenar a aquellos otros miembros de comunidades, locales o extranjeras, que no se adapten públicamente a los valores propugnados por la fuerza de la mayoría, ya sea el poder religioso o político.

Así nacen las clasificaciones sociales, religiosas, raciales, de belleza, de comportamiento o de género.

Esta conducta social, fundamentada sobre ideas impuestas a tenor de lo conveniente, ha sido históricamente la causante del linchamiento, las torturas, las hogueras inquisitoriales, etc., en sus múltiples formas, sobre algunas minorías.

Para evitarlo, la probable víctima o “el diferente”, se adapta a la necesidad de mentir, de disimular el propio aspecto, de ocultar un pensamiento, una emoción o una forma de sentir, inducido por el temor a ser descubierto como “distinto”.

Todo ello es, a su vez, una de las más importantes causas de los trastornos comportamentales, pues los deseos ocultos no satisfechos, los pensamientos reprimidos, las contradicciones forzosamente aceptadas son, junto al deseo compulsivo, causa del sufrimiento traumático.

Así tenemos que, frecuentemente, las personas se ven en la necesidad de dividirse en tres; 1) silencian su pensamiento, 2) dicen lo contrario de lo que piensan y 3) actúan a la inversa de lo que piensan o dicen. 

Los conceptos, cuando son aceptados como verdades inamovibles se hacen deseables por su efecto placebo, de hecho son la causa que exacerba los “nobles” deseos de la persona.

El común deseo de felicidad sobre el que ya hemos tratado, suele tener su fundamento sobre conceptos que, básicamente analizados, son fraudulentos. Por ejemplo; si tengo más dinero, si soy más guapo según el modelo establecido de belleza, si visto de tal manera o si tengo tales cosas, si me comporto o hablo como la gente espera de mí, etc., ¡seré más aceptado! Por lo que indudablemente seré más feliz.  Así se publicita y así se nos hace creer.

En esta reflexión no pretendo decir que hemos de aniquilar los conceptos, ya que esto nos dejaría impotentes frente a la vida social. Dejo claro que el uso de los conceptos es de absoluta utilidad para la convivencia y el desarrollo de las diversas sociedades.

Admito, sin duda, que cada sociedad necesita de sus propios conceptos, los que no necesariamente han de coincidir con la concepción que puedan tener otras sociedades al respecto de lo que fuere en cualquier tiempo y lugar.

Todos ellos, aún con sus evidentes diferencias, son válidas “verdades” para cada creyente, pero… ¡siempre serán “verdades transitorias” en el tiempo y relativas en su contenido!

Esto es lo que el sabio tiene en cuenta cuando ha de valorar u opinar prudentemente sobre algo.

La confusión se establece cuando tales hipotéticas “verdades” adquieren fuerza absoluta y permanente en las conductas ya que, de esta forma, se bloquea el crecimiento de los individuos.

Los conceptos intocables impiden ser cuestionados, sin considerar que la evolución personal o colectiva modifica al individuo y por lo tanto modifica, ¡inevitablemente!, su percepción de la realidad.

En consecuencia; el individuo ha de estar dispuesto para aceptar nuevos conceptos que invaliden criterios anteriores, pero la prudencia nos enseña que, en ocasiones, han de ser convenientemente silenciados.

La pretensión es razonar sobre el hecho de que los conceptos cualesquiera que fueren, incluido el concepto sobre “Dios”, son de indudable utilidad. Pero dado que el ser humano es de naturaleza condicionada sus criterios también son relativos a su condición, ¡necesariamente!, por lo tanto han de ser revisados a tenor del proceso evolutivo en cada persona o grupo.

El concepto que sobre “Dios” puede tener un gnóstico dista considerablemente del concepto que pueda tener sobre lo mismo un agnóstico o un simple practicante ritualista de cualquier religión, por no decir un ateo o por no hablar del mismo concepto sobre lo divino en las diversas religiones, ¡”todas verdaderas”!

Si el individuo acepta los conceptos aprendidos durante su educación, como verdades inamovibles, se verá lastrado por ellos en el transcurso de su evolución. No podrá avanzar porque sus criterios le opondrán barreras infranqueables, ya sea emocionales, morales, filosóficas o de cualquier otra índole.

Sólo relativizando los criterios y usándolos inteligentemente como herramientas, ¡tan sólo como herramientas! y no como dogmas intocables, nuestras ideas pre-concebidas serán de utilidad en la convivencia social, pero no serán losas de piedra sobre los hombros del caminante.

La supresión de los conceptos, como valores inamovibles, equivale a la supresión del pre-juicio. Nos hace tolerantes y ricos en posibilidades, nos abre a ilimitadas formas y nos libera de la castración mental.

El ser humano puede librarse de la esclavitud al concepto y, como consecuencia, recuperar su inocencia como hemos visto personalmente entre algunos grupos indígenas del Amazonas. Son gentes que pueden ver libre del miedo o de los sentimientos de culpabilidad a los que nosotros hemos sido inducidos y condicionados como un medio de control.

Si extirpamos de nosotros la intolerancia hacia lo diferente también nos habremos liberado del juicio destructivo, ya sea sobre nosotros mismos o sobre otras personas y es probable que, por esta causa, también nos deshagamos del temor y de la culpabilidad.

Antiguas tradiciones ya trataron esta cuestión, el cristianismo por ejemplo, decía en Jesús de Nazaret: “Si no os hiciereis como niños no entraréis en el Reino de Dios”. En Islam se dice que todos los niños nacen en estado de Fitra, de inocencia original y son los adultos quienes los corrompen. Pero esto es algo que nuestra sociedad ya conoce.

Así es cómo consideramos puros a los niños, porque están limpios de concepto, de prejuicio, no porque hacen o dejen de hacer lo que quiera que los adultos consideren bien o mal, sino porque lo que hagan lo hacen con inocencia.

Si el adulto recuperase la inocencia del niño no abría pre-juicio ni “pecado” en sus actos, ni los padres y educadores enseñarían a los niños lo que es pecar, como decía Pablo de Tarso a los judíos; “yo no pecaría si vosotros no me hubierais enseñado lo que es el pecado”.

Los niños son capaces de asumir como bueno y verdadero cuanto se les enseñe, aunque no les guste o contraríe su naturaleza.

Así es como son enseñados y después corrompidos por el prejuicio del adulto, ya contaminado con las certezas que determinan la estabilidad emocional que fundamenta con base en sus creencias.

La pureza, por lo tanto, no es el resultado de los actos y creencias asumidas como “buenas”. Tampoco se contiene en la práctica o abstención de algunos actos. La pureza sobreviene a consecuencia la recuperación de la inocencia, del vaciamiento de toda creencia intocable, sin olvidarnos de la utilidad transitoria de cualquiera de ellas, como ya dije.

Quien entiende esto es capaz de desprenderse de las cargas del pasado, vivir libremente su presente, recuperar la inocencia perdida y dejar sin valor las fantasías sobre el incierto e hipotético futuro.

Si existen los conceptos inamovibles es porque el ser humano, en proceso de desarrollo, necesita de soportes en los que confiar. Es decir; reglas estables de comportamiento para sentirse seguro o para evadirse de probables responsabilidades; “la culpa no es mía, yo hice lo que me dijeron quienes saben más…”

Si aquellos a quienes concedes autoridad y credibilidad te enseñan que tal cuestión, social o religiosa, es de esta o aquella manera sólo tienes que creerlo y actuar en consecuencia, sin cuestionarlo.

Así se forman nuestras personalidades, a base de conceptos convenientes pero ¡no válidos en toda circunstancia!

No has de cuestionar si tal enseñanza moral, política o religiosa es verdad en esencia, si es de utilidad transitoria o es una simple regla de comportamiento útil para la regulación social en un lugar y un tiempo concretos, tan sólo has de aceptarla la creas o no.

Dice la Tradición; “No podrás creer realmente en nada hasta que sepas por qué crees en lo que crees”. 

Las normas generales de comportamiento, aunque necesarias como normas de regulación social, son más válidas para la colectividad que para el individuo, ya que no se puede legislar pensando en el bien individual, sino en el bien colectivo.

Así se crea un ente compuesto por individualidades diferenciadas en múltiples aspectos de su naturaleza, pero uniformadas por conceptos culturales no siempre válidos para todos.

Esta forma de regir al grupo, con los mismos conceptos para todos, es el único posible y, al mismo tiempo, es el mejor mecanismo que utiliza el sistema de poder para legitimizarse aún cuando sea injusto, ya que el poder se auto-refrenda por medio del mismo concepto que el propio poder crea.

De aquí la sapientísima enseñanza de aquella tradición que, considerando el bien común, también tiene en cuenta el valor de la privacidad, sin temor ni complejo; “Lo que no se ha desvelado de ti durante la noche no lo desveles tú durante el día”.

La sociedad en masa, a excepción de los contados  individuos “despiertos”, acepta tales reglas, conceptos o pre-juicios sin cuestionarlos. Es más, los propios individuos así aleccionados se convierten en los más fervientes defensores de la regla establecida por el poder dominante.

Las bases sociales necesitan del concepto intocable para establecer los límites de su seguridad y, aún cuando sean conceptos impuestos por intereses espurios, llegan a ser defendidos denodadamente por los servidores en favor de los servidos.

Ciertamente, la norma establecida es necesaria para la convivencia de los grupos, pero con este pretexto razonable también se convierte en la mejor arma del poder para sojuzgar, mentir y conducir a las gentes como a rebaños sin criterio propio.

Como una tabla de salvación a la que aferrarse se nos enseña que el “concepto único” ha de ser aceptado pues, de no ser creído, nos abocaría al caos y la anarquía.

Equipos de teólogos, sociólogos, moralistas, políticos, economistas, etc., así se esfuerzan en enseñarlo y así se cree y practica por el ciudadano creyente bajo amenaza de sanción.

Repito nuevamente que no pretendo que toda regla de comportamiento sea eliminada, sino la relativización de todas ellas, en dependencia del lugar, del tiempo y de la propia evolución.

En conclusión. Por su propia naturaleza el poder no renunciará a sí mismo en beneficio de la sociedad, ni tendrá capacidad para gobernar y educar en la diversidad pues, de ser así, perdería toda o una gran parte de su fuerza.

Por lo tanto, es cometido de cada persona relativizar los conceptos, vivir según ellos en su relación con las diferentes sociedades y, en su intimidad, creer y actuar según su propio nivel evolutivo, ¡sin temor alguno!

 

Esta modificación del comportamiento, regida por la prudencia en su relación con los otros y en la intimidad con la sabiduría de quien se empieza a conocer, permitirá al individuo liberarse de la confusión, porque se liberará de las limitaciones creadas por las expectativas conceptuales.

Pero también se verá libre del deseo compulsivo que nace del concepto y, por lo tanto, del sufrimiento.

Al flexibilizar su percepción conceptual, la persona se puede emancipar del dominio que se ejerció sobre ella sin haber considerado previamente su verdadera naturaleza y, al mismo tiempo, será capaz de relacionarse sin íntimas contradicciones con el mundo.

Hemos de tener en cuenta que tanto los conceptos, como la confusión creada por ellos, son formas de pensamiento incentivados por los servidores del sistema educativo, ya sean los profesores, los sacerdotes, los políticos, el gran capital, la prensa, la gente de la calle, etc.

La intocabilidad de los conceptos es el material con el que se construye el ego cerebral y especulativo, es su sustentación y se nos ha condicionado para conceder a tal enseñanza el estatus de certeza incuestionable.

El problema que enfrentamos es que no hay posibilidad alguna de dominar el ego sin extinguir la supeditación al concepto causante de la confusión y del deseo que son la estructura que sustenta el edificio egoico.

Un ejemplo: Generalmente aceptamos que los ciegos de nacimiento viven en la oscuridad, decimos que todo lo “ven oscuro”. Esto es incorrecto, pues no puede ver ni entender la oscuridad quien no conoció la luz. Por lo tanto los ciegos absolutos no ven, ¡simplemente!, pero no ven nada, ni claro ni oscuro, pues para “ver” lo oscuro hay que conocer antes lo luminoso. Los videntes tampoco podemos imaginar la experiencia del invidente, pero la valoramos desde nuestra inexperiencia y conceptos de luz-oscuridad.

En semejanza; aquellos que están sojuzgados por el poder de los conceptos no conocen su ignorancia, porque no conocen la Verdad que se esconde detrás de todo.

De aquí que algunos eruditos, al estar cargados con más bibliotecas, conceptos, apriorismos y certezas, sean frecuentemente tratados en las antiguas Tradiciones como los verdaderos ignorantes, pagados de sí mismos y cegados por sus criterios de libro, petrificados y no relativizados.

Abú Madyan fue un eminente gnóstico de Sevillano de Cantillana que, en el siglo XII, cuando recibía eruditos que al consultarle empezaban hablando de sus ideas conceptuales ya preconcebidas sobre lo que “decía fulano o decía tal otro…”, él les respondía; “Todo eso es carne muerta, lo que importa es lo que tú dices ahora”.

El cirujano puede ayudar al ciego que, aún cuando después de operado descubra la luz, deberá de aprender a ver y diferenciar con la ayuda del experto que corresponda.

De semejante manera el caminante de las rutas de evolución integral aprenderá a “VER” superando su ignorancia con la ayuda de un senderista experimentado.

Así como el invidente recién operado, el aspirante aprenderá a “Ver” con tiempo, con voluntad inquebrantable y docilidad a la enseñanza.

Es necesario estar advertido de que un experto senderista o Maestro en las rutas del desarrollo integral, aprovechará las ataduras conceptuales del aspirante, no verdadero, para ocultarse de él, de manera que este último pueda pasar a su lado o convivir con él, sin verlo o apenas percibirlo. Así el Maestro se hará invisible.

Pero también puede desvelarse, en parte o progresivamente, ante el discípulo bien dispuesto en la medida en la que este vaya liberándose de sus propios condicionamientos. En la medida en la que su mente se vacíe del pre-juicio, se libere del temor, se libere de cualquier atadura, de cualquier confusión. Porque la ruptura de las cadenas conceptuales libera al individuo de sus deseos, suposiciones y de cualquier otra ignorante dependencia.

Repito que no me refiero a la aniquilación, sino a la relativización, ya que durante el corto periodo de nuestra vida necesitamos de los atributos del ego para aprender, pero siempre bajo el control de la Conciencia.

Nuestra naturaleza esencial está vinculada al total de la existencia, más allá de tiempo y localización espacial. Esto sólo es perceptible para el caminante durante el desarrollo del Sendero y sólo vivenciable en su culminación. Es la experiencia de la Unicidad Absoluta.

Ya comenté que el ego construido y fortalecido por el discurso del medio en el que nos desenvolvemos, es semejante a un edificio de ladrillos.

No podemos quitar los ladrillos sin sustituirlos por otro material, pues de no ser así el edificio desaparecería.

Así es el ser humano, modifica un concepto transitorio para sustituirlo por otro, quizás mejor o más acertado que el anterior, pero igualmente transitorio, así hasta alcanzar el estado de unicidad o iluminación. En este estado los conceptos son sustituidos por la plena docilidad, sin oposición alguna, a la Acción Creadora sobre la propia naturaleza.

Todo debe de evolucionar y el progreso, ya sea social o integral, significa cambio y readaptación de lo que ha de ser sustituido por otra experiencia, primero de entendimiento que se ha de transformar en sabiduría después. Así “muere” la persona robotizada que va siendo modificada, a semejanza de la oruga que se transforma en mariposa.

El Ser Íntegro es aquél que ha comprendido primero y vivenciado después qué Persona es realmente y no qué personaje parece ser.

Por último resaltar esto; entre todos los conceptos que a diario manejamos quizás sea el concepto de “YO”, el más fútil y confuso de todos. Ya que decir yo, el yo necesario en nuestra relación social, es una inexactitud para el Sabio.

Esta inexactitud, que es necesaria en la relación social, formaliza y pretende dar sustancia a “un alguien” cuya sustentación esencial no depende de sí mismo como criatura, sino de La Gran Causa Original como Única Realidad y YO Verdadero. Los que ya me habéis leído en otras ocasiones sabréis a qué me refiero.

Para el reconocimiento de Unicidad Absoluta en sí mismo y en Todo, el ser humano ha de adquirir la sutileza y profundidad de conocimiento como para entender que él, como algo independiente no existe, sino unido a Todo y en razón de la Causa Primigenia.

Este reconocimiento es el que nos conduce a plantearnos cuanto he comentado hoy.

                                                                                                 S. Saíd

SOBRE “LA PERFECCIÓN”, Agosto 2.019

En Presencia.

Que todos los días de los que hemos de disponer nos sean de provecho y bendiciones por haber cumplido con constancia y sabiduría con el propósito por el cual se nos dieron. Este propósito es el Conocimiento del sí mismo hacia la búsqueda de la más íntima Presencia.

Desde el mismo instante de nuestra aparición en la historia los seres humanos fuimos conscientes del deseo de búsqueda de “Un Algo más”, y aunque somos criaturas con “defectos”, así considerados por la educación recibida, hemos de razonar que, éstos “defectos”, se corresponden más con las contradicciones culturales que con la realidad objetiva.

Por esta razón hemos de aceptarnos tal y como fuimos creados, agradecidos y con sencillez, centrándonos en la búsqueda de “Esa” respuesta que internamente nos alerta, sin perder el tiempo en torturarnos con nuestras debilidades pues, a semejanza de todo el Universo en permanente movimiento y contraste, somos creados en la lucha de los opuestos y propensos, por esta causa, a la confusión y al acierto, al desánimo y al gozo.

Que nos aceptemos como hemos sido creados no supone, en absoluto, que no debamos de esforzarnos en corregir nuestra trayectoria cuando observamos que es nociva a causa de haber sido víctima de enfermedades o educación perjudicial.

El esfuerzo de la búsqueda armónica de la Respuesta, es el camino, pero iniciémoslo recuperando la inocencia, sin el complejo de la culpabilidad.

En la mayoría de las ocasiones no somos responsables directos de nuestros complejos de culpa, pues son parte de la ignorancia de la que hemos de librarnos, en consideración de que nuestro concepto de la perfección no es más que otro concepto inducido, pero irreal.

Ya somos perfectos en nuestra diferente naturaleza, así como en nuestros “aciertos y desatinos” de los que aprendemos, tal y como lo es para el resto de la naturaleza, pues todo ello es signo de movimiento y evolución.

Sólo hay imperfección en la ignorancia consentida o en la mala voluntad responsable del ejercicio del mal, por lo demás ya somos dignos de “Dios” al haber sido creados y llamados por Él a la existencia, aun considerando nuestros supuestos errores y nuestros supuestos aciertos.

Aceptar esta realidad razonada romperá las cadenas de una educación tradicional, aceptable en algunos aspectos pero más dedicada a la retención manipuladora de nuestras mentes que a la evolución integral de las personas.

Si asumimos que los supuestos errores y aciertos son connaturales con el ser humano, y no son otra cosa que movimientos opuestos de la dinámica creadora, podremos escapar de las limitaciones impuestas educacionalmente y caminaremos hacia el despertar de La Conciencia.

Unos seremos más rápidos y otros más lentos en esta búsqueda de liberación de condicionamientos y del Gran  Encuentro. Pero no puede encontrar al “Dios interno” quien está sobrecargado de ídolos, ya sean materiales ó pseudo-espirituales.

“Si tu cesto está lleno ¿Qué puede entrar en él?”

Dicho de otra manera; si no nos rendimos ante estos ídolos llegaremos, ¡ciertamente!, al descubrimiento de La Causa en cada uno de los efectos, es decir, ¡en cada uno de nosotros!

Este es nuestro destino y el propósito por el que fuimos creados, ¡no dudéis de esto! Recordad la antigua sabiduría; “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Señor”.

Por lo tanto que vuestras meditaciones y reflexiones no sean para buscar vuestra “perfección”, pues ya sois creados perfectos.

“Esa otra” confusa perfección, que con tanto afán es buscada, no es más que una inútil adoración egoica desviada de vuestra realidad, cuyo propósito es sustituir la Obra de la Creación por un concepto ilegítimo de perfección creado a tenor de lo conveniente.

En nuestra Esencia somos lo que El Creador ha hecho de nosotros y en lo aparente somos lo que el medio en el que vivimos ha modelado para su ególatra provecho.

Que vuestros propósitos sean perfectos porque es perfecto amar lo saludable en vosotros mismos y amando a Dios en vosotros ya estáis justificados en vuestra perfección.

Invocad al “Dios interno” con vuestra lengua cuando vuestro corazón esté distraído, pero cuando vuestro corazón esté en “Esa percepción de Dios” que vuestra lengua cese, porque sería un obstáculo.

Si vuestra invocación sale de vuestra Conciencia que se callen la boca y el corazón, y entonces vuestra invocación será como la de la Creación entera, como una voz que habla sin palabras y donde nada es para sí mismo sino en razón de todo lo demás, ¡entended esto!, pues TODO avanza en común-unión.

En esta conciencia de universalidad, vuestra invocación será la más perfecta forma de compartir y apreciar la vida a la que hemos sido llamados. De aquí que la antigua sabiduría insista tanto en la consideración de los que tienes cerca o lejos, los que necesitan de ti. Es en esta consideración donde tiene su valor todo lo que podamos hacer por los demás. 

Si de verdad entendéis esto y habiéndolo entendido lo lleváis a la práctica, ya os habréis elevado por encima de vuestro personaje y acercado a la Persona del Gnóstico.

No os olvido ni un solo día, pues somos lo que Somos en La Causa Creadora que nos ha unido colmándonos de bendiciones.

                                                                                        S. Saíd                                                                                                                                             

La esclavitud es uno de los conceptos que más aversión nos produce en el mundo que llamamos “civilizado”. Sin embargo, tenemos conocimiento de la existencia de esclavos en algunas sociedades contemporáneas. Esclavos, simplemente, con toda la carga peyorativa del concepto. Es decir; personas convertidas en objeto y propiedad de otros con más poder. Personalmente, he sabido de algunos de estos esclavos literales que, actualmente, en África, están adaptados a su situación. Esto supone que han sido condicionados culturalmente para sentirse “conformes y felices” con su estado, es decir; les parece normal ser lo que son, ya que siempre fue así para ellos y para sus hijos. En cambio, nosotros, ciudadanos de países culturizados que vivimos en  democracia, somos libres, elegimos con plena consciencia a nuestros líderes y decidimos nuestros destinos, ¿no es así? Lo iremos viendo.

Hubo un tiempo en el que los esclavos, a semejanza de cualquier otro ganado, eran tratados cruelmente. Si morían eran repuestos. Excepto el esclavo distinguido que, a semejanza del caballo favorito, gozaba de ciertos privilegios en tanto fuera del agrado de su amo. Era costumbre que ciertos esclavos privilegiados fueran designados por sus amos para controlar o castigar a otros.  Este servicio al amo les procuraba un cierto estado de poder y privilegios que los demás no tenían. El esclavo favorito se consideraba a sí mismo como una proyección de su amo, una especie de pseudo-amo. Recientemente lo vimos en los campos de exterminio nazis o en las cárceles actuales.  Presos contra presos a cambio de privilegios.

Pero no todos los recursos son inagotables, ni tampoco el abuso de ellos es rentable. Y así como un caballo bien tratado renta más porque trabaja mejor, un esclavo bien tratado acaba por adaptarse a su estado, no piensa en revelarse contra su esclavitud porque apenas la percibe. Se le educa para ello, se le administra el bienestar que ha de ser condicionado a su fidelidad a las normas impuestas, los conceptos, y se le hace ver que las cosas son así porque siempre fueron así. De esta forma se acomoda y da gracias porque al menos come y vive mejor que antes y que otros. Así es como el esclavo-liberto resulta más rentable y fácil de manipular, siempre que el amo no exagere con sus dádivas, no sea que el esclavo-liberto saboree los aires de otra libertad y, esto, sería peligroso para “el sistema” y haría necesarios “otros” métodos de control más expeditivos. Sólo unos pocos descorren velos para ver detrás de lo meramente aparente. Esto les permite despertar a la consciencia de su estado de servidumbre y manipulación. Al ver más allá del fraude en el que viven desde que nacieron, se enfrentan a dos alternativas. Primera, si son cautos, y prudentes hasta el punto de parecer exóticas rarezas, se les dejará permanecer como simples pinceladas de color en un cuadro democrático. Segunda, si no se contienen serán considerados peligrosos para el orden establecido, por lo que habrán de someterse a una re-educación impuesta (lavado de cerebro) o afrontar su accidental desaparición. Así fue para los esclavos, desde tiempos remotos, y nada cambió en la actualidad, tan sólo el lobo perfeccionó su disfraz de cordero.

No obstante estas reflexiones no tratan sobre la esclavitud, aún cuando inicialmente lo parezca, sino que parto desde ella para una reflexión posterior.

No se nos educa para crecer, sino para servir, no se nos enseña paz sino conformismo, no se nos enseñan verdades para el desarrollo integral sino verdades ilusorias travestidas de conceptos eficaces para “el ordenamiento social” o el fortalecimiento de nuestras cadenas

Históricamente fuimos desde tiempos remotos sometidos bajo múltiples formas de esclavitud, incluidas las religiosas. Fuimos siervos del feudalismo, después fuimos súbditos de las monarquías, siempre atados en corto por las religiones oficiales y en la actualidad somos libres ciudadanos de la ¿democracia? No entro en un análisis más completo de la cuestión, ya que mi interés lleva este otro propósito de reflexión. ¿Padecemos en la actualidad alguna forma de esclavitud generalizada o verdaderamente somos conocedores de nosotros mismos y forjadores de nuestros destinos? Los estados, el gran capital y los líderes religiosos (con las excepciones que pueda haber) conforman una especie de triunvirato con un discurso común dirigido desde el verdadero poder en la sombra. Este Poder es un ente que no pertenece a nadie, pues cambia de mano a tenor de sus propias intrigas, pero tiene tal fuerza que determina a gran escala un orden social. Un orden que ya fue diseñado en un tiempo pasado para perpetuarse con el propósito de que, paulatinamente y sin darnos cuenta, adormecidos por múltiples placebos y formas de violencia, fuéramos aceptando la servidumbre de los pueblos una vez forjada y bien asentada la ignorancia encubierta de erudición. Una ignorancia tan bien diseñada, tan perfectamente camuflada, que nos ha convertido en crédulos sustentadores de nuestras propias cadenas. Hay expertos en justificar y reparar cada uno de los eslabones.

No se nos educa para crecer, sino para servir, no se nos enseña paz sino conformismo, no se nos enseñan verdades para el desarrollo integral sino verdades ilusorias travestidas de conceptos eficaces para “el ordenamiento social” o el fortalecimiento de nuestras cadenas. En el transcurso de los siglos se nos ha privado violentamente de nuestra inocencia con amenazas, burlas, castigos. Nuestros profesores, nuestros padres, nuestros amigos, las gentes, etc., inocentes víctimas a su vez del mismo fraude heredado, fueron los autores de nuestra vivisección. A semejanza de los esclavos favoritos, en nombre y representación del buen hacer del previo diseño heredado, nos seccionaron de nosotros mismos, separándonos de La Esencia del Ser que somos.

En general se nos ha cegado y condicionado mediante una enseñanza espuria, para aceptar como verdad lo que es irracional, como bueno lo que no lo es y como malo lo que es propio de nuestra naturaleza. De esta forma nos hemos incapacitado a causa del desarrollo de un ego enfermo y desmedido que bloquea el acceso a La Luz y nos impide ver más allá de lo que es mera apariencia. Estamos velados. El personaje, el falso yo, los velos, nos impiden vislumbrar la Persona que somos, el Ser que Somos.

La persona Sabia, que no sólo erudita, no interesa pues no puede ser engañada para jugar en la ruleta del fraude.

Libramos las guerras de los mandatarios y, si matamos mucho, nos premian con una chapa de respeto que dice “héroe”. Aquí tenemos un engaño aceptado y, frecuentemente, deseado.

El sexo explícito es inmoral, pero las imágenes violentas de agresiones brutales, bajo el lema de guerra lícita, son aceptables para niños si se disfrazan de dibujos animados. Esto va en contra de nuestra naturaleza, pero se nos ha condicionado para aceptarlo sin percibirlo.

Una vez que hemos digerido la formación académica nos premian con un papel que dice “erudito”, pero no nos hicieron sabios. Si rendimos bien en el trabajo nos premian con un poco más de dinero, pero no habrá un reparto equitativo de la riqueza.  Y así es cómo, sin apenas percatarnos de ello, hemos sido convertidos en la nueva modalidad de “esclavos en democracia”. ¿Entonces?…

Los mandatarios descubrieron que se controla mejor el peligro si se conoce dónde se localizan los disconformes, sin arriesgarse al desconocimiento de cuántos y cómo. Así pues, ahora podemos hablar siempre que seamos discretos y no seamos muchos. En tanto que no alteremos “el orden”, no somos otra cosa que una pincelada de color en el cuadro, sin más trascendencia.

¿Rechazamos todo concepto?, la respuesta es NO, sin concepto alguno no es posible organizar una sociedad. Pero los conceptos, que han sido desde antiguo vehículos de esclavitud, han de ser considerados concernientes a un lugar, a un tiempo o a una necesidad creada, y siempre han de razonarse como conveniencias relativas y modificables, según varía el lugar, el tiempo o la razón de ser, ¡los conceptos no son verdades absolutas! Ni pueden ser válidos en todo tiempo y lugar.

De la liberación de estas cadenas es de lo que pretendo tratar en este trabajo. Por lo que se ha de entender que las mentiras aprendidas como válidos conceptos, así como cualquiera de los impulsos emocionales derivados de ellos, condicionan nuestra libertad y desarrollo pleno. Cuerpo y energía, Mente y Conciencia, son Una sola Realidad que ha de ser transmutada, porque son inseparables en la “formación” y desarrollo de la persona. Nuestras emociones alteran nuestra respiración y nuestros circuitos energéticos, y viceversa. Nuestra Mente actúa sobre nuestra Conciencia y viceversa, determinando en esta interacción el estado general del organismo. Sabemos, porque lo sentimos, que el cuerpo físico, el cuerpo energético y la mente son condicionados por las emociones, y que las emociones derivan de los conceptos que hemos creído válidos.

En tanto que el ser humano no alcance el conocimiento de Sí Mismo, libre de mentiras al servicio del poder, no podrá ser verdaderamente libre, seguirá alimentando su esclavitud y erigiéndose en juez y verdugo de otras personas.

 

Así pues, la alteración de las emociones derivadas de los conceptos condiciona nuestro equilibrio, nuestro comportamiento y nuestra libertad de pensamiento y acción. Si descubrimos que los pensamientos y las alteraciones emocionales vienen condicionadas por el condicionamiento educacional o el fraude conceptual, ya hemos descubierto la causa del efecto y, por lo tanto, estamos en ruta de modificación. Una modificación que requiere un gran esfuerzo, en mayor medida cuando tenemos más edad, pero es un esfuerzo que, aún siendo arduo, es sumamente satisfactorio ante la expectativa del resultado.

Siempre se nos dijo que el ser humano era nacido libre, pero esta verdad siempre fue atemperada a tenor de los intereses de poder de mandatarios sin escrúpulos. Se nos dice; eres libre de elegir, pero se  nos ofrece un panel previamente elaborado de elecciones, es decir; elige siempre que elijas lo que te permitimos elegir, dentro del cuadro. En tanto que el ser humano no alcance el conocimiento de Sí Mismo, libre de mentiras al servicio del poder, no podrá ser verdaderamente libre, seguirá alimentando su esclavitud y erigiéndose en juez y verdugo de otras personas. El poderoso sólo necesita revisar el estado de las cosas o modificar periódicamente según su conveniencia, porque el ciudadano, ya sometido, se encarga de ejecutarlas y defender fielmente como carcelero y verdugo.

Es posible alcanzar esa libertad que se funda sobre el conocimiento del sí mismo. Es posible recuperar la inocencia perdida. No hay Sabiduría sin Verdad ni Verdad sin Compasión, ni hay Compasión verdadera cuando está atenazada por la rueda de los conceptos. Decimos que multiplicidad y Unicidad son términos contrapuestos, pero también decimos que toda multiplicidad se reduce a la Unicidad. ¿A qué se reduce la Unicidad?, me pregunto… Y me respondo que la Unicidad se reduce al Vacío de todo concepto.

Recordad que en La Unicidad se contiene La Multiplicidad, y que ambas se reducen al vacío de todo Concepto, y que en el vacío de todo concepto se refugia el Sabio. No queráis poner grilletes a quien aprendió a volar porque será un esfuerzo baldío que os alejará del perfume.

Toni.